En este mundo

 

 

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Yo nací en una ciudad llamada San Antonio en la República de Chile en 1966. Tengo imágenes llenas de colores de la casa de mi abuelo paterno, me contaron muchas veces que en aquella casa pase mis primeros días y meses.


Infancia


Nunca olvido aquella imagen en que me veo en los hombros de mi tío Juan camino a la casa de la población las Dunas, había nerviosismo en el aire. Es lo que nunca he olvidado de la cara de mi mamá y de mi tío, en poco tiempo, habría toque de queda. Y había que estar en casa antes que llegara esa hora, era peligroso estar afuera, los milicos podrían hacer lo que quisieran con quien estuviera en las calles.

Chile se había convertido en una dictadura militar. Yo tenía 7 años cuando eso sucedió y como es natural yo no tenía idea de aquello. Pero si me recuerdo muy bien que me llamó la atención que habían militares por todos lados, seguro que tiene que haber sido porque en esos momentos de niño me gustaba mucho jugar con mis soldados de plástico.

Me gustaba enterrarlos en la arena del patio de mi casa, hacer historias de guerra, y por sobretodo me fascinaba hacer caminos por donde podrían viajar los autos. Jugar a la guerra con mis soldados de plástico era un tremendo placer para ese niño de 7 años que era cuando llegó a mi país la pesadilla fascista.

Como esa tarde en que estaba en el jardín de la casa de las Dunas jugando con mis soldados, y de pronto veo unos jeeps llenos de militares que pasaban muy cerca de mi casa. Es como si los estuviera mirando ahora, nunca he olvidado esta imagen. Fue como una metáfora de lo que vendría en mi país y en todo el continente americano. La llegada del fascismo con toda su brutalidad destruyendo familias, vidas, esperanzas, todo.

Me recuerdo como me llamó tanto la atención ver a esos soldados reales muy cerca de mí y yo jugando con autos militares muy parecidos a esos que mis ojos estaban viendo en la calle. Me fascinó ver tantos militares tan cerca de la casa. Me escondí en el jardín detrás de una pared y seguí mirando como pasaban esos jeeps militares.

No podía entender que pasaba, sólo la imagen de la calle de mi ­barrio con muchos militares me fascinaba, era algo nunca antes visto. Esta imagen ha viajado conmigo toda mi vida. Siempre me veo, en diferentes etapas de lo que ha sido mi vida, volviendo a ella. Es como que tiene un sentido de comienzo de algo, algo que con el tiempo logré conocer más y descubrir la tragedia de un país que se atrevió a soñar con mundos mejores y diferentes.

Un día un amigo me dijo que fuéramos a mirar como pasaban los militares a un cerro que había cerca de la casa. Me acuerdo que nos tiramos al pasto, y detrás de unos árboles mirábamos hacia la calle y pasaban esos jeeps llenos de milicos. Era raro, pero para nosotros que nos gustaba tanto jugar a la guerra era algo fascinante.

Era como que esas fantasías de niños y sus juegos de la guerra ahora se habían proyectado a la realidad y veíamos militares por todos lados.

Tenía una fascinación cuando niño por construir caminos y ciudades. La conexión de las ciudades y los caminos llenaban mi fantasía de sentido y placer. Podía estar largos momentos imaginándome y dibujando en la arena de mi casa como crear esas ciudadeslos caminos tenían que pasar bien, sobre todo los túneles. Los túneles me fascinaban de manera extra, era quizás una metáfora de los que vendría a futuro con la necesidad de viajar a las estructuras profundas de los túneles del inconsciente tanto para sobrevivir y a la vez para crear sentidos por los que seguir viviendo.

La vida misteriosa de los túneles, debajo de la tierra literalmente, esto me fascinaba como niño. Me sentía como un gigante que estaba controlando lo que sucedería en aquella ciudad que estaba por completo bajo mi destino. Podría desaparecer de una patada o podría ser una hermosa ciudad para los ojos de un niño.

Había muy cerca de la casa un jardín infantil. Claro, como olvidar aquella traumática ocasión en que me dejaron por primera vez ahí. Me lo llore todo. No quería estar ahí, que mi mamá me dejara ahí era como la muerte misma. Algo incomprensible para un niño en aquellos instantes. Pienso ahora como esto ha cambiado y es signo de progreso.

Las tardes se hacían eternas esperando en el patio del jardín infantil a que me vinieran a buscar. Mi casa quedaba muy cerca y eso hacía más difícil la espera, me sentaba detrás de un árbol y podía ver mi casa, eran sólo unos cuantos metros que me separaban del lugar físico donde me sentía seguro y en paz.

Desde chiquitito esta sensación de no pertenecer al lugar en que estaba, siempre mi casa estaba en otra parte.

En este tiempo ocurrió algo que siempre me recuerdo y me causa de todo, risa y muchos pensamientos de como se dio toda la historia con mis padres cuando fui creciendo. Era una rutina rica para mí y mi hermana que los domingos por la mañana el papá nos llevaba a comer helados. Pero un día sucedió que mi hermana noto que algo raro había en el helado, y lo comenzó a tocar y se dio cuenta que había una pastilla ahí.

Era una medicina que había sido puesta en el helado para que la tomáramos sin darnos cuenta. Esto explicaba de inmediato eso tan raro que los domingos en la tarde pasábamos durmiendo. Ahí comenzaba la rutina de llenarme de remedios para tenerme tranquilito y así no molestar.

Como adulto he pensado mucho sobre este episodio de los helados con pastillas escondidas. Que metáfora más fuerte de como los adultos tratan de hacer callar las mentes llenas de vida y fantasía de los niños.

Sí, claro, puedo comprender ahora como adulto la necesidad de los padres de poder descansar de los hijos aunque sea la tarde del domingo, pero no es el mejor camino adormecer las conciencias de estos niños con medicinas. Porque una vez que se ha optado por ese camino, será la pauta del futuro de cómo hacer callar a esos hijos que empiezan a molestar a los adultos con sus preguntas y pensamientos.

En esos tiempos de la casa de las Dunas me gustaba mucho mirar una serie de tv de un vampiro … la música me aterrorizaba pero al mismo tiempo me encantaba. Era tarde en las noches pero igual la veía. Pero no podía dormir en paz después.

Cerraba los ojos y sentía que todos los muebles de la pieza se movían o vibraban de una manera especial. Tengo que haber sido parte de esos miles de niños que seguían esa serie de vampiros y no podían dormir por las noches.

Lo de los muebles era algo muy especial. Se movían, o era algo así como esas sensaciones que se viven en el desierto cuando estás muy cansado y empiezas a alucinar cosas. En mi pieza a los muebles les pasaba algo raro cada vez que veía esas historias de vampiros. Que miedo y que apasionante eran esas noches.

Algo que me sucedió en esos años de niño en San Antonio fue aquella vez que por primera vez vi a un hombre muerto. Aún recuerdo su cara como si fuera ayer. Alguien en el grupo de amigos nos dijo que había un velorio cerca de donde vivíamos y que fuéramos. Llegamos ahí, era una casa pequeña, típica de la zona en que vivíamos. Y entramos al velorio.

Y de inmediato nos acercamos al ataúd para ver al muerto. Yo no sabía quién era, ni conocía a nadie de su familia. Tampoco sabía de qué se trataba. Me acerco y veo una cara destrozada. Nunca había visto algo así. Era una cara hinchada, como que la nariz se había corrido, una mejilla estaba muy inflada. Me dio terror ver esa cara.

Salimos del velorio y alguien nos contó de que había muerto ese joven, se había ahogado en el río. Y ahí nos explicaron que casi todos los que mueren ahogados sufren esa terrible deformación en la cara. Era una cara terrorífica. No podía sacarla de mi cabeza por semanas. Me daba mucho miedo por las noches. Como que la proyectaba por las paredes en las noches. Mucho miedo.

Desde ahí que quedó grabada en mi mente como la muerte más terrible era morir ahogado. Crecí con esa imagen, muchas veces al bañarme volvía esa imagen de la cara inflamada y destrozada.

Hay otra imagen de esos años de mi niñez que siempre ha estado presente en mí. Era una tarde en que estábamos en la casa de mi abuela materna, y el ambiente estaba muy nervioso. Algo pasaba o iba a pasar, habían muchos adultos en la casa. No entendía lo que pasaba, subían las escaleras al segundo piso, caras nerviosas. De repente me toman y me llevan arriba y me dan una bolsa con sal y limón. Y me dicen que me cubra con ella y la aspire.

Estoy cerca de una ventana en el segundo piso, y de repente se produce un gran ruido, varios autos que frenaban muy fuerte, mucho ruido. Y en una de esas yo veo a mi papá, era una operación policial y con los años entendí de que se trataba y porque estábamos preparados con limón y sal.

Toda la calle se llenó de humo de gases lacrimógenos. Fue la primera vez que sentí como eran esos gases malditos que usa la policía chilena. A pesar que todas las puertas y ventanas estaban cerradas, igual se sentía el efecto de esos gases.

Tenía 7 años cuando se produjo el golpe de Estado, y tengo recuerdos muy fuertes de esa época, veo caras de adultos muy preocupadas, nerviosismo en mi familia. Con el tiempo he pensado mucho sobre el infierno que tiene que haber significado para mi padre haber sido un policía de investigaciones en esos años llenos de terror en Chile.

Llegó un momento en que algo había pasado, no entendía que era, pero sentía que algo nuevo estaba sucediendo en la familia. Habían como más conversaciones en la familia, se hablaba más entre los tíos y otros, algo raro pasaba.

Yo estaba inquieto. Y un día mi papá me dice que teníamos que mudarnos a una ciudad del norte de Chile que se llamaba Tocopilla. Jamás había escuchado aquel nombre. Tengo la sensación que para mí esa noticia fue muy agradable, era como que todo un nuevo mundo se abría fuente a mí.

Y así comenzó un proceso en que mi papá comenzó a contarme cosas de esa ciudad que sería nuestro nuevo hogar. En 1977 se había hecho un campeonato nacional de béisbol de adultos en San Antonio. Y ahí fue la primera vez que vi ese deporte que después se convertiría en el centro de mi vida.

Hay una foto que se ha convertido en un clásico del béisbol chileno, y es precisamente de ese año en San Antonio, la foto de la selección adulta de Tocopilla campeón de Chile. Una foto que me fascino desde el primer momento. Cada jugador de esa foto eran para mí como gigantes, gran orgullo de mi vida que después pasaron a ser personas que me querían mucho.

Con ese campeonato de béisbol se encendió en mi la llama de la fascinación por este deporte, en realidad nunca ha sido un deporte, es algo mucho más grande que eso, es una filosofía, un estilo de vida. Algo mucho más grande que un simple deporte.

Esto debe haber sido la estrategia perfecta para mi papá para convencerme que el irnos a la nueva ciudad sería algo muy bueno, algo positivo. Me contaba mucho de esos grandes jugadores de Tocopilla, que ahí en esa ciudad el béisbol era como algo sagrado, que se jugaba mucho, que los niños jugaban en las calles como nosotros jugábamos al fútbol. Y me empecé a fascinar con esa ciudad donde el béisbol era sagrado. Era algo nuevo, nunca antes escuchado. Quería llegar pronto ahí. Quería ver los partidos, ver a esos gigantes de la foto. Quería aprender a jugar.

Y una noche de no me acuerdo que mes ya estábamos en Tocopilla. Era tarde, muy tarde. Estaba muy oscuro, no veíamos mucho. Una enorme curiosidad por ver cómo era la nueva ciudad. Lo único que veíamos esa noche desde la ventana del departamento era como una tremenda nube que cubría una parte del departamento. Era rara esa nube, muy grande.

Ansioso que llegara la mañana para conocer la nueva ciudad. Y no era una nube. Era un tremendo cerro que teníamos a un paso de nuestro departamento. Yo estaba fascinado, nunca había visto un cerro tan grande, y sobre todo tan cerca de lo que podía llamar mi casa.

Salimos a conocer la ciudad, había cerros gigantes por todos lados, cerros y mar. Y la ciudad era muy delgada, entre el cerro y el mar no más de unos 400 metros. Era algo nuevo, todo era nuevo. Y yo tenía 9 años y comenzaba sin darme cuenta una vida de inmigrante que sería después mi destino.

Tocopilla era como llegar a otro continente. Era otro país a pesar de ser una provincia. Todo era diferente. Las caras de los niños muy diferentes. En esos momentos no entendía nada pero ahora puedo ver que ese lugar era boliviano, robado por Chile en una guerra infame para proteger a empresarios ingleses.

En Tocopilla nació una pasión por el béisbol. Me acuerdo que desde la ventana de la cocina del departamento se podía ver un parte del estadio. A veces en las tardes me ponía a mirar por esa ventana, no importaba que no viera nada … pero el sólo imaginarme que se estaba jugando béisbol por ahí me bastaba.

El béisbol de pronto tomó una fuerza en mi, algo así como una verdadera obsesión. Un día en la escuela vino un entrenador a invitar a los niños a que fueran a entrenar en las tardes. Yo con un grupo de amigos nos entusiasmamos mucho y fuimos.

Muchos niños el primer día, mucho calor, cielos muy claros como era costumbre en Tocopilla, correr por la cancha, probar los guantes de béisbolnunca había visto tantos guantes y bates y todas esas cosas tan raras y exóticas que se usan en este deporte. Como las máscaras de cátcher o los cascos para batear.

Mi vida como niño emigrante de pronto estaba llena de sentido. Quería ser uno de los mejores beisbolistas de la ciudad. Me recuerdo como en las noches seguía entrenando sólo o con un amigo. La idea era estar en contacto con una pelota todo el día. Eran tiempos de dictadura, pero yo no entendía nada de eso. Era un niño que por el momento el sentido de la vida era ir a la escuela y jugar béisbol.

Algo que no entendía pero que me fascinabatantos chinos que habían en la ciudad. Nunca había visto ojos chinos antes. Pienso ahora ese día en que descubrí un negocio que tenía un nombre muy raro, algo así como Nakamine. Era el apellido de una familia china o japonesa, nunca lo supe.

La ciudad me fascinó, era tan diferente a lo que yo conocía. Era cómo todo desértico, no árboles ni pasto. Sol todo el día. Noches muy claras. Me encantaba irme a caminar por ahí, sin rumbo fijo, perderme en la ciudad, el mismo placer lo siento hoy al perderme por la ciudad a pesar de los años que han pasado. Quizás comprendí muy niño en esas caminatas que sólo perdiéndome me podía encontrar.

¿Conoces el olor de la pobreza? Yo nunca lo había sentido hasta que llegue a Tocopilla. Y ese olor no se me ha olvidado nunca. Quedo impregnado por todo mi ser. Un día un amigo me dijo que lo acompañara a su casa a buscar algo, vivíamos cerca. Yo vivía en un departamento y en un lugar bonito, clase mediasi existe aquello. Pero no había pobreza donde vivía. Pero muy cerca, habían unas poblaciones repletas de pobreza.

Mi amigo me lleva a su casa … yo no entendía como se podía vivir ahí, donde él me decía que era su casa. Eso no era una casa, eran tablas con un techo lleno de cartones. Nunca había visto una pobreza así. Me impactó. Y el olor que salía de ahí se impregnó en mí.

Mi amigo tenía varios hermanos y hermanas … y todos vivían ahí. No entendía nada. Mi fantasía comenzó a trabajar para tratar de encontrar una respuesta a cómo podían vivir ahí varias personas. Mis respetos a los niños que son capaces de tener amigos no importando la clase social o el dinero que ganan sus padres.

Esta es otra gran lección que nos dan los niños. Pero con el paso de los años se va perdiendo esta actitud socialista instintiva y nos vamos poniendo clasistas, muy preocupados de rodearnos con gente que es “importante” o que nos podría dar una buena imagen. Que mentalidad más estúpida.

El contacto con amigos pobres desde muy niño me marcó. Yo no vivía en un familia pobre, al contrario, teníamos muchos privilegios por el trabajo de mi padre. Siempre me sentí un niño privilegiado, como olvidar cuando mi papá me dijo que podía ir al cine en las tardes y tenía entrada gratis. Era genial, podía entrar al cine cuando quisiera.

Otro amigo que conocí, muy buen amigo, también era muy pobre. El mismo olor a pobreza. Pero no importaba, teníamos una comunidad de amigos que pasábamos juntos todas las tardes entrenando béisbol o jugando a lo que fuera.

Parece que la noche no llegaba nunca a Tocopilla. Sol todo el año. Me recuerdo que a pesar de lo chico que éramos estábamos hasta muy tarde jugando en la calle. Tiempos mágicos de niños. Donde cualquier cosa es suficiente para llenar la vida de sentido.

Hay una conversación de esas noches que no la olvido nunca. Era una típica noche afuera del edificio donde vivíamos. Muchos niños se juntaban en una esquina. Largas conversaciones de niños, juegos o alguien que contaba historias divertidas o tenebrosas. Y esa vez alguien que era uno de los más grandes del grupo se puso a contar sobre los infantes de marina que tenían una base naval en la ciudad.

Y de lo brutal que habían sido con ciertas personas después de un golpe … un golpe de Estado. No tenía idea lo que era un golpe de Estado … pero me quedó grabada la descripción tan vivida y clara de los crímenes que esos marinos habían cometido. Fue como la primera alarma de que todo no estaba bien en ese pequeño paraíso en que la nueva ciudad se había transformado para mí.

A mi papá no lo veía mucho. No comprendía muy bien en lo que trabajaba. Me decían que era detective. Pero no comprendía que hacia un detective. Con los carabineros era más fácil, tenía un amigo compañero de curso que su papá era carabineropara mí los carabineros se dedicaban a controlar el tránsito. Un amigo en su camino.

¿Qué cosas horribles pasaron en el norte de Chile en esa época de dictadura? Por mucho tiempo he tratado de cerrar los ojos frente a este tiempo en que estuve en el norte. Mejor dicho hay partes de ese tiempo que las recuerdo muy vivas y llenas de colores, pero hay otras memorias y pensamientos que mejor me los guardoal menos por ahora.

Tenía 10 años de edad y fui campeón de Chile en béisbol. ¿Cómo olvidar esa tarde en que ganamos el campeonato nacional en el último partido contra Santiago? Mucha gente en el estadio, el mismo estadio que me gustaba mirar por la ventana de la cocina.

Hacía muy poco tiempo que había llegado a esta ciudad misteriosa y extraña, y ahora era parte de la selección de béisbol y además éramos campeones del país. En ese momento sentí que podía volar. Era el centro del universo y podía lograr cualquier cosapronto llegaron las palabras de mi papá que me decían que tenía que ser humilde y que me tranquilizara.

Fue como un baño de agua fríafue como una metáfora para el resto de la vida. Una suerte de prohibición de ser feliz y de sentir que sí era posible volar. Había que ser racional y estar tranquilo y ser humilde. El mundo de los adultos, con todas sus frustraciones, contra la alegría natural de la fantasía de los niños.

Al poco tiempo me llamaron a la selección chilena infantil para ir a jugar a Perú, al primer campeonato sudamericano de béisbol infantil. Como te imaginas, yo estaba volando en otras galaxias.

Mi vida a los 11 años se había llenado de sentido. Era un niño importante. En la escuela tenía un trato especial, me daban condiciones únicas para que yo pudiera asistir a los entrenamientos, largas horas de entrenamiento. Me sentía privilegiado. La vida era muy rica.

Pero como todas las buenas historias tienen que tener un perola mía también la tiene. Comencé a sentirme muy sólo desde muy chiquito, los ojos de mi conciencia se habían despertado muy temprano.

Muy temprano comencé a sentir como que estaba en algo así como en un teatro. Como que podía tomar cierta distancia de lo que estaba viviendo y observarlo desde otra perspectiva. Y como es natural cada vez que aparece la conciencia, la sigue la soledad. Porque lo que se ve con los ojos interiores es muy difícil de comunicar con palabras. La sensación de vivir en un mundo paralelo nació siendo muy chiquito.

Muy temprano ya sentí que la vida de mis padres iba por un lado, y la mía comenzaba a caminar por otros lugares que ellos no entendían. Recuerdo unas caminatas que me gustaba hacer a una cancha de béisbol que quedaba lejos de mi casa, al otro extremo de la ciudad. La sensación de soledad que sentía en esos momentos eran tan grande… me pregunto si los niños acaso viven ahora más soledad que nosotros antes.

Siempre me ha fascinado esa imagen de como se puede sentir tan profunda soledad siendo apenas un niño de 10 o 11 años … pero lo viví. Quizás por eso aquel libro “Cien años de soledad” … es como que fue escrito para uno. Es que la conciencia está sola. Tu nunca estas solo, realmente solo, pero la conciencia vive en otro espacio, es otra realidad. Y los niños pueden sentir esto muy fuerte.

Yo tenía mundos paralelos, y todos esos mundos era reales, mi escuela, la familia, el béisbol, mi soledad, mis secretos … diferentes universos que llenaban de sentido mi vida, con todas sus alegrías y penas.

En esos momentos no podía ver que esa sensación de ser extranjero, de vivir en un lugar que no era el mío, eso sería después mi normalidad. Vivir como extranjero por el resto de la vida. Sólo cuando estoy solo mi sensación de extranjero se termina. Con la compañía de mi conciencia llego a casa.

Al año de estar en Tocopilla mi papá nos dijo que en el verano nos podíamos ir a San Antonio a disfrutar las vacaciones. Yo feliz. Viajamos en avión, te imaginas la fascinación de ese niño en ese avióncomidas ricas. Mis ojos estaban abierto, los de afuera y los de adentro.

Mi abuela paterna me tenía preparada una pieza muy bonita. Recuerdo con mucho amor toda esa atención de mis abuelos. Y una mañana de ese verano sucedió algo que se ha convertido en un fundamento de mi vida. Descubrí la radio. Es uno de los más grandes descubrimientos de mi vida. Mi abuelo me prestó esa mañana su radio de ondas cortas con la que el escuchaba noticias de radios de otros países, sobre todo de Radio Moscú. Esa radio de onda corta a pilas era algo sagrado para mi abuelo. La tenía en su velador y siempre estaba escuchando sus noticias.

Muchas veces me contó cómo consiguió esa radio. Fue en un barco alemán después de la Segunda Guerra Mundial que un marinero se la regalo. Mi abuelo trabajaba en las grúas del puerto. Desde ahí mi abuelo quedó pegado a la radio, era su mundo, su escuela, su universidad. Mi abuelo tenía muy pocos años de escuela, 2 o 3, no estoy seguro. Pero mi abuelo sabía de todo, la radio lo acompañaba en su camino. Y hoy siento que yo hago lo mismo. Me conecté a la radio local y me enganche de inmediato, estaban dando un radio teatro. La radio entro directo a mi fantasía. Si, justo ahí en ese mundo en que me sentía solo, porque esos mundos por lo general no se pueden comunicar con el lenguaje normal. No está echó para eso el lenguaje de las palabras.

Literalmente me fascinaba como era posible que de una pequeña cajita vinieran todas esas voces que me llenaban por dentro. La radio y los libros ilustrados me alimentaron desde niño.

En el verano en San Antonio me habían invitado a entrenar con la selección local de béisbol. Mi verano era muy activo, el entrenamiento era muy duro porque siempre estábamos en competencia por quien sería llamado a la selección nacional.


Cuando volvía a San Antonio en los veranos tenía la misma sensación que tengo ahora al escribirmi ser siempre estaba volando por otras dimensiones de las que estaba mi cuerpo físico. Al encontrar a mis amigos tenía la sensación que yo era como un marciano, es que había tenido vivencias y experiencias en el norte que me hacían ver las cosas diferentes. Y lo mismo me pasaba al volver al norte, la sensación de ser un extranjero desde chiquitito.

Con mis papás y familia en general esto comenzó dentro de mí a hacerse cada vez más claro, ellos no entienden lo que hablo. Vivimos en mundos diferentes. Eran las primeras semillas de la conciencia de ruptura que vendría después.

Que placer recuperar esa sensación, poder escribirla, esa sensación que me sigue desde niño de no ser de aquí ni de allá. La única casa verdadera es y ha sido y será mi consciencia. Ahí vivo.

En esos años el norte de Chile al mirarlo desde el centro del país era como un país muy lejano. Es sólo con el tiempo que he ido comprendiendo todo lo que ese trasladó tiene que haber significado para todos los que en esos momentos eran mi familia.

La mayoría de mis amigos jamás habían viajado a Santiago, ese era un lugar distante, muy distante que solo se podía ver por la tele. Era una época en que se viajaba muy poco. Los mundos eran locales.

Un día estaba con mis amigos jugando cerca de la casa, habían muchos niños, la noche era clara, calurosa, verano eterno en Tocopilla. Y de pronto veo que hay una actividad rara cercahabía un tipo extraño que preguntaba algunas cosas a unos amigosno lo había conocido, era mi tío Pato que venía a visitarnos. Qué alegría!

Sabíamos que vendría, pero no teníamos una fecha clara cuando sería. Pero esa noche el ya estaba ahí, nos abrasamos muy fuerte. El era mi ídolo, el tío carismático, bueno para todo. Yo quería ser como él. Claro no puedo negarlo, al otro día fuimos a mostrarle la ciudad y ahí comenzó mi envidia … todos las niñas más bonitas de Tocopilla querían estar con él. Era una sensación Pato caminando por la ciudad. Pato respiraba libertad. Así quería ser yo, pero en esa época ya comenzaba en mí la auto represión.

Pato representaba lo contrario a lo que el país se estaba convirtiendo. Eran tiempos de represión brutal, como niño sólo percibía una disciplina rígida que se imponía en la escuela y en la casa. Más no entendía del contexto.

En esos tiempos me llegó un paquete desde el Japón. Eran unos regalos que enviaba Pato desde Tokio producto de su trabajo como marinó mercante. Era muy joven y ya estaba trabajando en esos barcos que lo llevaban a todo el mundo.

Me llegó un cuaderno para niños llenos de diseños de béisbol, y fotos y otras cosas. Pero ese cuaderno lo lleve conmigo por mucho tiempo, tenía un significado especial, olía a béisbol, olía a Japón, a mundos diferentes que no conocía pero que en mi imaginación eran muy reales y cercanos. Ojalá tengas o hayas tenido alguna vez un tío como él.

¿Qué será de Alejandra? Mi primer gran conflicto de clases sociales. Alejandra era una niña llena de talento, cantaba muy lindo. La conocí en un festival de música, festivales que eran muy famosos en esos tiempos en el norte. Simplemente que me fascinó. Era tan bonita. Unos amigos me dijeron que yo le gustaba. Era cómo ganarse la lotería.

Nos conocimos y comenzamos a pololear. Amores de niños, quizás los más reales de todos. A esos años no piensas en clases sociales y como eso nos separa. Eso viene después.

Que feliz estaba cuando me invitó a su fiesta de cumpleaños en su casa. Me imaginaba tantas cosas ricas que sucederían en esa fiesta. Pero ese momento fue la primera confrontación cultural con la clase alta. Todos los que estaban ahí venían de familias con mucha plata, todos muy elegantes y muchos rubios, en Chile no puedes ser rubio y pobre, es una contradicción vital. Me sentí inferior. Claramente quedó marcado en mí que pertenecía a otro mundo. Y me lo hicieron sentir.

Ella pertenecía al mundo de la gente linda. Salía de esa fiesta con el peso social que se paga por querer ser parte de mundos a los cuales no eres bienvenido.

Nos vimos después algunas veces, pero era claro. Éramos de mundos muy diferentes. Y en esos tiempos de apartheid, el estatus social y la imagen lo eran todo, tal como ahora.

Algo que nunca he podido entender es cómo era posible el que yo estuviera hasta tan tarde afueray yo no era el único, grupos de amigos que nos juntábamos en algún lugar y estábamos hasta muy tarde en la calle. Para qué hablar de los fines de semana, y todos no teníamos más de 12 o 13 años de edad.

Eran esos tiempos en que no existía la tiranía de los teléfonos móviles, siempre me he preguntado o más fascinado al pensar que nuestras madres no tenían idea donde andábamos o qué diablos estábamos haciendo. Desde chiquititos ya vivíamos mundos separados de nuestros padres. Y a la vez éramos algo muy distinto a lo que ellos pensaban de nosotros. En el fondo no tenían idea de quien eran sus hijos.

Y a la vez nosotros no teníamos idea de quien eran nuestros padres. Sólo imágenes vagas. Pero esas sombras no decían nada de la realidad real. Sólo sombras e ilusiones. De lo real, casi nada. Y así fuimos creciendo y caminando por la vida con unos padres que en el fondo eran unos perfectos desconocidos y en los cuales no se podía confiar. ¿Cómo puedes confiar en alguien que te maltrata, te insulta, falta el respeto en forma cotidiana y más encima te traiciona apenas puede? Confiar en alguien así es algo patológico, como en el fondo casi todas las relaciones entre padres e hijos lo son.

¿Y la prostituta que vivía en el segundo piso? Claro, no entendía nada, pero era comentario de siempre de mis amigosque había una señora rara que llegaba casi todos los días con caballeros diferentes a su departamento. Veía a las señoras que vivían en esos edificios hablar de ella. Qué cosas más extrañas al verlas desde ahora.

Teníamos una casa de putas en el edificio donde vivíamos. Ella se veía una mujer elegante, bonita. Una vez vi al ir bajando las escaleras cuando un hombre se estaba despidiendo de ella en su puerta con besos apretadosseguí bajando las escaleras preguntándome cuantos más habían estado ahí o vendrían mañana.

Tengo la imagen de haber vivido cuando niño en dos puertos que estaban llenos de putas. Y las putas estaban muy cerca de nosotros. En Tocopilla la casa de putas más famosa de la ciudad quedaba a no más de 200 metros del departamento donde vivíamos. Cada vez que me iba a la escuela pasaba por ahí y siempre había alguna que estaba afuera. Tengo la imagen de que era como un restauran grande, de color verde, en plena esquina y al lado había algo así como una residencial donde ellas vivían. Increíble pensar esto … me crié al lado de una casa de putas.

Ellas eran parte del paisaje de lo normal, las veía todos los días. Para qué hablar de los fines de semana cuando íbamos a alguna fiesta. Tanto al ir como al volver a casa tenía que pasar por ese lugar, y estaba llenomujeres, hombres, alcoholy nosotros de 10 o 11 años camino a casa después de la fiesta. ¿Te imaginas eso hoy?

En San Antonio era lo mismo, al llegar de Santiago en bus lo primero que veías al llegar a la ciudad era una serie de casas de putasuna tras otracomo niño fantaseaba que pasaría ahí en esas nochespero es sólo ahora como adulto al contar esta historia que reflexiono sobre lo normal que era para mí el ver putas en forma cotidiana.

Un día nos fuimos con unos amigos al cerro inmenso que quedaba muy ceca de la casa. Me tenían prohibido subir a ese cerro, era obvio que era peligroso para un niño ir ahí. Pero como también era obvio, tampoco le hacíamos caso a lo que los papás decían. La costumbre de la rebeldía venía desde chiquitito.

Esa vez en ese cerro sentí miedo, pero miedo de esos de verdad. Miedo a morir. En la mitad del cerro había una suerte de santo, una virgen o algo así, la gente subía ahí a prenderle velas y a pedir favores. Desde esa altura se veía muy espectacular la ciudad. Y al lado había una mina abandonada, una muy pequeña mina. La entrada era muy pequeña, y nos decidimos con los amigos a entrar ahí. Ellos habían entrado ya varias veces, yo nunca, no me atrevía antes. Ellos habían nacido cerca de los cerros, para mí todo eso era algo nuevo, nunca antes visto.

Entramos a la mina, todo muy oscuro. Había que tener cuidado con las piedras del techo. Estábamos ya varios metros dentro de esa mina tenebrosa, oscurade pronto gritaron que tuviéramos cuidado con un hoyohabía que cruzar por unos palos que servían de puente. Yo ya lo único que quería era volver a casa. De pronto esa mina comenzó a moverse, mucho miedo, era un temblor … sólo imaginarse que podríamos quedar atrapados o enterrados ahíprimero todo era un juego pero ahora se había convertido en un juego mortaly se movía más fuerte.

Y aparecen por ahí unas risas … risas que no entendía porque ni de queeran otros amigos que habían llegado a la mina y para asustarnos comenzaron a saltar en la entrada y eso causaba un fuerte movimiento al estar dentro de esa mina del terror. Corrimos hacia la salida, y eso significó que me pegue muy fuerte con unas piedras del techo, pero no importaba, había que salir de ahí como fuera.

Juegos de amigos que pudieron haber terminado en una catástrofe. Nunca más puse un pie en esa mina, a pesar de que muchas veces seguí subiendo al cerro, sólo y con amigos.

Aquella vez que subí sólo hasta la punta del cerro, era muy alto, puro desierto. Nunca olvido la sensación que tuve al estar ahí en la punta de ese cerro, que sensación de poder y a la vez profunda soledad. Al otro lado del cerro no había nada. Sólo más cerros y puro desierto. Estuve ahí algunos minutos como en estado de shock al ver esa imagen del desierto, nunca había visto algo así. Poderoso, impresionante.

Un paisaje lleno de soledad pero lleno de presencia de vida. Difícil explicarlo, pero todos aquellos que han estado alguna vez en el desierto comprenderán de inmediato lo que trató de escribir. En el desierto nunca estas solo a pesar de toda esa profunda soledad. Era cómo una enorme frontera entre la civilización y lo natural … desde la punta de ese cerro tenías a tu disposición el imperio de los hombres y la majestuosa naturaleza. Tenía 10 o 11 años la primera vez que estuve ahí. Y esa visión del desierto me marcó.

Era como que al volver a mi casa y a la vida normal de la familia y la escuela, yo sabía que muy cerca había otro mundo. Todo se veía literalmente muy diferente desde la punta de ese cerro.

En ese tiempo no lo entendía pero esas fueron las primeras experiencias de ver el mundo y la realidad desde otra perspectiva. Los primeros entrenamientos de la consciencia para observar los mundos desde diferentes perspectivas. Las cosas se ven muy diferentes si estas en la punta del cerro o en el sillón de tu casa. Eso lo aprendí siendo muy niño ahí en Tocopilla.

A los 12 años fui llamado a la selección chilena de béisbol para jugar en Perú un sudamericano de béisbol. Fue una gran experiencia, aunque como todas las cosas llenas de contradicciones. Me recuerdo lo duro que fue todo el proceso de entrenamiento previo, era una lucha muy fuerte entre los demás niños que habíamos sido llamados a la pre selección nacional.

Cada entrenamiento era una verdadera guerra por quien hacia menos errores. Por cada puesto en el equipo entrenábamos 2 o 3, y cada cual luchando en cada momento de los entrenamientos por rendir más y mejor para así ganarse el puesto final en la selección. Éramos niños y nos daban durísimo. Al final de la semana de entrenamiento quedaba agotado. Era cómo un trabajo donde había que rendir al máximo, no importando lo chicos que éramos.

Y la parte mental también era muy dura, porque no sabíamos hasta el último momento si estábamos o no llamados a la selección nacional, no importando lo duro que habíamos entrenado. Esos días y horas finales antes de la decisión formal solían ser terroríficas. Me recuerdo aquella vez en San Antonio donde hicimos las últimas semanas de entrenamiento antes de la decisión final para quien iba a Perú. Terminamos de entrenar un viernes y el entrenador nos dijo que el fin de semana el tendría la lista definitiva y que nos llamaría por teléfono a los que habían sido seleccionados. Y los nominados tenían que volver a entrenar el próximo lunes.

Ya no había nada más que hacer ese viernes. Hice lo que más pude durante casi un año de entrenamientos. Me esforcé al máximo, todo mi tiempo libre después de la escuela entrenando muy duro. Soñando con béisbol, viviendo béisbol. Ahora sólo había que esperar. Estuve todo el fin de semana pegado al teléfono en la casa de mis abuelos. Era verano y me quedaba en su casa durante todas las vacaciones.

Llego el sábado y no pasó nada. Bueno, seguro que mañana me llamarán y me dirán que soy seleccionado chileno. Seguí pegado al teléfono. Ya era domingo en la tarde y no pasaba nada. Qué tristeza comenzó a aparecer en mí. No podía imaginarme que después de todo lo que había entrenado, después de todo lo que había ganado en béisbol infantil me quedara fuera de la selección nacional. Llegó la noche del domingo y no pasaba nada, nadie llamaba al teléfono. Me fui a acostar con la tristeza de un niño que a los 12 años veía derrotada una gran ilusión. Muy triste me veía volviendo a Tocopilla después de las vacaciones humillado por no haber sido llamado a la selección.

Llego el lunes y me levanto muy triste. Me sentía pegado en el cuerpo, y me decido ir al entrenamiento para por ultimo ver quienes habían sido seleccionados para viajar al Perú. Voy llegando al campo de entrenamiento y las ganas de llorar que teníaesa imagen mental donde los seleccionados se burlaban de mi por no haber quedado me hacía mucho daño.

Ahí estoy, llega el entrenador y me dice que no había podido llamar a ninguno, que lo disculpen. Y me da una carta y me felicita, había sido nominado a la selección chilena de béisbol. Ahora había que preparar las maletas.

¿Te imaginas lo feliz que estaba ese niño de 12 años? Me fui saltando a tomar la micro camino a casa. Que feliz estaba. Era cómo una gigante confirmación a todo el esfuerzo que había hecho de entrenar muy duro. Sentía un profundo orgullo, de Tocopilla éramos 2 niños que habían sido llamados a la selección de Chile. Ahora representaba a mi ciudad y a mi país.

Ese viaje de vuelta a casa lo recuerdo siempre. Sentía que podía volar. Estaba feliz, ahora había que ir a Perú, jugar por Chile y salir campeones de Sudamérica … el resultado fue muy diferente pero eso lo dejamos para después, no hay para que echar a perder la fiesta ahora.

Nos fuimos dos semanas a entrenar en Santiago. Ahí nos juntábamos todos los niños seleccionados de Chile. Y comenzamos un periodo de entrenamiento muy duro para viajar después al Perú. Vivíamos en un estadio en Santiago, entrenábamos todo el día. Todo comenzaba a las 8 de la mañana. Era un verdadero trabajo, muy duro. Y éramos niños de 10 a 12 años.

Aquí viví la experiencia de que los adultos no entendían nada de lo duro que era ser seleccionado chileno. Tenía la sensación que creían que esto era un juego, como jugar a la pelota en las tardes con los amigos después de la escuela. Pero no era nada de eso. Era un trabajo durísimo, primero la lucha por llegar a la selección y luego la otra lucha por ganarse un puesto como titular en la selección. En cada entrenamiento era como que nos jugábamos la vida.

Me acuerdo una vez que discutíamos en casa de un pariente, me emputecí porque ellos no entendían para que me sacrificaba tanto con esto del béisbol. Era cómo hablarles en otro idioma cuando les decía que esto no era un hobby de un niño, era lo más serio que existía en mi vida. Jugar béisbol, al nivel de selección nacional era un trabajo, y muy difícil y duro. Pero los adultos suelen no entender nada. Sobre todo cuando ya están cerrados, llenos de represiones emocionales y por lo único que siguen viviendo es por la plata, pero ya no son capaces de ver nada más. Se han vuelto ciegos, literalmente.

No todo es plata en este mundo. Hay ciertos valores fundamentales que no los puedes medir en plata. Y eso lo viví muy fuerte al ser seleccionado de Chile. Había un valor fundamental al ser niños y jugar por tu país en un campeonato internacional. Era una experiencia trascendental.

Trascendías tu pequeño egoísmo y ahora jugabas por tu país. Fue una experiencia que me marcó y me llenó de alegría y pena la vez. La alegría es obvia, pero la tristeza necesita algunas palabras. La pena central era que todas estas experiencias tan ricas que tenía a tan temprana edad me separaban de mis padres. Ellos no entendían nada de lo que yo estaba viviendo y era muy doloroso aceptar esa profunda soledad que sentía al darme cuenta que no podía comunicarme con ellos porque era como hablar en otro idioma que ellos no entendían para nada.

Fue como el comienzo de lo que vendría después con mis padres. Entre más vivo yo me sentía, más claro y doloroso era el darme cuenta que con mis padres no podía comunicarme, éramos como seres de planetas diferentes.

Llegamos a Perú. Que fantástico es eso para un niño de 12 años. Fuimos a conocer la ciudad, Lima y a comer algo rico. Después nos fuimos a ver el entrenamiento de la selección peruana en esa mañana. Nos quedábamos a dormir en el estado nacional del Perú. Nos sentamos en la galería y veíamos con placer como entrenaban los peruanos. De pronto sentimos que podíamos ganar fácilmente a los peruanos. Se veían muy chiquititos, entrenaban con poca técnica. Y nosotros como buenos chilenos racistas nos creíamos extra humanos al verlos a ellos.

El primer juego era contra Perú. Nos fuimos del entrenamiento confiados que les daríamos una paliza en pocos días más. Ni les cuento la sorpresa que nos llevamos en el día del partido de inauguración del campeonato. Esos peruanos chiquitos que vimos en el entrenamiento no eran los mismos que estaban ahí en la cancha para jugar contra nosotros, teníamos al frente a unos niños muy grandes, musculosos y lo extraño para nosotros era que casi la mitad del equipo eran japoneses. Eso nos asustó.

Jugaban muy bien, nada que ver con ese juego lento y sin técnica que habíamos visto en el entrenamiento. Parecía que nos habían engañado plenamente. Comenzó el partido, y nosotros que estábamos tan seguros que le daríamos una paliza al Perú, nos vemos ahora frente a un equipo que es muy superior a nosotros. Nos dieron una paliza los peruanos. Fue la primera gran lección internacional en mi vida que los chilenos no éramos el centro del mundo.

Ese campeonato en Perú me enseñó lecciones para toda la vida. Sobretodo aprendí a sacarme de encima esto de que Chile es lo mejor que hay. Salimos últimos, nos dieron paliza. Aprendí a la fuerza que no éramos el centro de nada.

En el estadio nacional del Perú hay una vieja leyenda popular que dice que se aparece un arquero de la selección nacional de fútbol que murió en forma trágica, y se aparece en una torre del estadio cada vez que jugaba la selección nacional. Uno de esos días en que estábamos en Perú hubo un partido internacional de fútbol y nos llevaron al estadio a ver el partido.

Y nos habían contado mucho de esa historia del arquero que se aparece que nos llenaron de miedo. Me recuerdo como con mis compañeros mirábamos a cada instante hacia la torre por sí veíamos a aquel fantasma. Del partido de fútbol no me acuerdo nada, no era eso lo importante en esos momentos. El miedo al fantasma había tomado prioridad.

Nos quedábamos a dormir en ese mismo estadio, y después del partido al volver a nuestras habitaciones fue terrible porque habían espacios muy oscuros y estábamos muy asustados por esa historia. Me recuerdo que aquella noche no me atreví ir al baño, había que caminar por un pasillo oscuro y no me atrevía a hacerlo. Veía a ese arquero fantasma por todos lados.

Tengo una imagen de un entrenamiento en la ciudad de Callao, es uno de los momentos en que más vital me sentí jugando béisbol. Esa sensación de que puedes volar, es cosa que lo decidas no más. Son esos momentos que los deportistas viven y que no se pueden explicar en palabras porque trascienden el lenguaje verbal pero la experiencia de fluir es tan fuerte que es como una experiencia mística. Es cuando todo en ti solo fluye, nada tienes que pensar sólo dejarte guiar por esa fuerza en tu ser y cuerpo que saben muy bien lo que hay que hacer. En ese entrenamiento en Callao Perú, viví una de esas experiencias flow. Y eso te cambia y marca para siempre. Quieres volver a esa experiencia apenas puedas. La extrañas. Te llena entero.

En Perú a los 12 años tuve mi primera experiencia internacional, y me conmovió. Volví a Chile con la conciencia clara que no éramos el único país del mundo, aunque pareciera algo increíble. Me sentía como Cristóbal Colón, habia descubierto algo muy importante, los chilenos no eran los únicos que existían en este planeta. Eso para aquellos tiempos era una gran revolución mental, sobre todo para un niño.

Tuve la suerte de vivir momentos muy lindos en Perú, como por ejemplo aquella vez que viajamos en bus camino a Callao con la selección de Colombia y nos fuimos cantando todo el camino. Que rico era aquello de hacerte de amigos de otros países y culturas y color de piel. Mi conciencia se abrió al mundo. Volvía a Chile sabiendo que mi país era sólo uno más, un pequeño país.

De vuelta a Chile seguí entrenando muy duro porque ahora teníamos otras expectativas de otros campeonatos nacionales e internacionales. Mi vida estaba revolucionada por el béisbol. De la escuela no me recuerdo mucho, por suerte que me daban un trato especial en la escuela para poder cumplir con mis tareas y pruebas. Y eso hacía que me sintiera muy especial y a la vez que despertara la ira y envidia de varios compañeros, lo que me costo que más de alguna vez me sacaron la cresta.

Cuando viajábamos en bus desde Tocopilla a Antofagasta, un poco más de dos horas de viaje, me fascinaba la imagen del desierto. Todo árido, nada verde, pero de repente aparecían unos pequeños árboles o algo así misteriosos, producían un contraste muy fuerte. Y en la mitad del camino había un cementerio abandonado y al lado unas casas muy grandes también abandonadas, seguro llenas de fantasmas.

Mis ojos por la ventana del bus quedaban pegadas en aquellas casas abandonadas … me imaginaba como hubiera sido la vida en aquellos tiempos. De seguro eran gentes con mucho dinero para tener esas casas tan grandes cerca del mar. Me impactaba esa sensación tan extraña del desierto, no hay nada pero estas en presencia de una fuerza especial. No hay nada pero al concentrar tu vista en esa nada te das cuenta que hay algo que cubre toda esa soledad, no me preguntes que es aquello.

En Tocopilla había una peluquería que me encantaba, iba a cortarme el pelo siempre ahí. Eran todos los peluqueros chinos y estaba llena de fotos de béisbol en las paredes. En esos momentos no entendía mucho el porqué de la presencia de esos chinos, lo comprendí mucho después. Pero ese ambiente internacional, exótico me fascinaba. Esas fotos de béisbol en Tocopilla de muchos años atrás, con esos uniformes antiguos de pantalones largos y anchos, que mundo más especial aquel.

Tocopilla fue para mí un universo propio, un mundo paralelo a todo lo demás. Estábamos en medio del desierto, donde no llegaba casi nada ni nadie, era como el lugar donde el diablo perdió el poncho.

Soledad, es la palabra que refleja mejor mi experiencia al vivir en Tocopilla. A pesar que estaba lleno de actividades todo el día, y fui muy exitoso en esos años en mi deporte y también en la escuela. Pero era una sensación muy fuerte de soledad al ser niño en Tocopilla. En el fondo, la vida de un inmigrante más, no había nacido ahí ni tampoco criado en esos lugares, el desierto chileno era otro planeta. Mi conciencia estaba abierta ya en esos años de niño y podía ver lo que pasaba a mí alrededor. Faltaba amor, del verdadero.

Sentía claramente las vibraciones negativas y llenas de tensión de mis padres, la falta de amor entre ellos. Me recuerdo que muchas veces me pregunté en esos años porque nunca los veía tomados de la manoen realidad nunca los vi de la mano. Era impensable.

Falta de comunicación. Mis mundos no eran entendidos por los adultos. Eran esos tiempos en que a los niños no se les escuchaba ni mucho menos se les respetaba. Se les llamaba simplemente “cargas”. Los adultos creen que los niños no tienen vida interior o vida propia, que son sólo objetos con patas para recibir las órdenes. No se imaginan que los niños a esa edad comprenden mejor y más del mundo que lo que ellos lo hacen, sobre todo si se trata de adultos que ya no sienten, que están bloqueados hasta las patas. Porque no soportan el dolor acumulado y para seguir viviendo simplemente tienen que cerrarse enteros. Esos adultos ya no ven, sólo viven en función de sombras. Y cualquier niño abierto puede ver mucho más claro y lejos que ellos.

Me recuerdo aquellas noches en Tocopilla en que me gustaba caminar, siempre estaba caminando porque no se usaba mucho la locomoción colectiva, era muy poca y mejor no gastar la plata en eso. Además que la ciudad era chica y se iba a todos los lugares caminando. Siempre me veía caminando. Y en esas caminatas pensaba harto. Tenía mucho que pensar, me gustaba pensar. Me producía placer el darle orden a mis experiencias interiores con todas las cosas que me pasaban y que vivía.

En ese tiempo comencé a sufrir de pensamientos obsesivos. Lo he comprendido ahora, ya muchos años después, el porqué aparecieron esos pensamientos obsesivos en mi. Era la forma en que podía defenderme de toda la angustia que ya estaba viviendo en mi vida, aunque era un niño, pero no olvides que los niños están abiertos y lo sienten todo.

Y a mi alrededor habían cosas raras, mucho misterio, falta de amor y cariño, o mejor dicho el que había era falso, como de plástico desechable. Tenía que reprimir desde muy chiquitito lo que estaba sintiendo. No podía dejarlas libres y que se expresaran en libertad. No, eso no era posible. Hubiera quedado aún más la cagada si mis emociones hubieran estado libres.

Vivía en una época de dictadura y represión y tenía un padre policía y todo el ambiente era represivo. La emoción espontánea no era permitida, porque estas emociones libres tienden a romper las normas y esos esquemas tan rígidos. Las emociones libres es lo peor que te puede pasar en una época donde la dictadura era el mundo ideal.

Había que reprimir si querías seguir viviendo. Reprimir por fuera y por dentro. Reprimir era la orden del día y el espíritu de la época. Y no pude más que reprimirme a mí mismo. Si hubiera dejado mis emociones en libertad no quiero ni pensar que cagaitas hubieran sucedido … ¿qué hubiera hecho con toda esa rabia acumulada que tenía contra mis padres?

La represión a mis emociones se volvió en mi forma de vida, mi estilo de vida. Y además que en el fondo seguía las tradiciones que veía en mi familia. Por lo tanto no fue una decisión difícil para mí. Es más nunca lo pensé. Sólo se dio y de repente me veía ahí que mi vida cotidiana consistía en usar mucho tiempo y energía en estar reprimiéndome lo que sentía.

Había que auto reprimirse para seguir viviendo. Mi cuerpo no podría aceptar ni aguantar toda esa angustia y dolor que había acumulado a pesar de los pocos años de vida. La represión me salvo, por trágico que resulté decirlo. Pero es verdad, la auto represión me permitió seguir viviendo a pesar de lo doloroso que era todo eso. Pero no importaba, lo primordial era seguir viviendo, con la esperanza que algún día podríamos liberarnos de esa auto represión y por fin volver a sentir en paz.

Nunca mires a un niño en menos pensando que no saben nada o que no piensan. Te equivocas rotundamente.

Esto sucedió antes de irnos a vivir a Tocopilla, me iban a buscar a la escuela, y se suponía que yo tenía que esperar hasta que alguien llegara a buscarme. Pero un día se hizo muy larga la espera, ya me estaba quedando sólo ahí, casi todos mis compañeros ya se habían ido a casa.

Seguí esperando, pero nada. Hasta que me aburrí de esperar y decidí irme caminando a la casa de mi abuela que quedaba cerca. Sabía muy bien como llegar ahí y además que ya estaba aburrido que me trataran como una guagua, no entendía toda esa sobre protección que me daban, me hacía sentir muy mal.

Bueno, ya había esperado demasiado y ahora me voy donde mi abuela. Feliz yo caminando sólo, me sentía grande, por fin comenzaba a liberarme de eso de tratarme como cabro chico. Llego a la casa de mis abuelosy abre la puerta mi abuelo y me abraza muy fuerte y me dice algo en tono fuerte “pero mijito … ¿por qué …, qué paso …?”

Yo no entendía nada, pero algo raro era claro que estaba pasando. Mucho nerviosismo en la casa de mi abuelo, sonaba el teléfono y yo seguía sin entender nada. Había tenido una agradable caminata desde la escuela a donde mis abuelos. Pero ahora todo estaba muy raro donde ellos. De pronto comenzaron a llegar a la casa familiares, todos muy nerviosos.

Que confusión más grande, me sentía mal, nadie explicaba nada. De pronto me dicen que mi papá y un tío habían tenido un accidente en moto, que se habían caído cuando me estaban buscando por toda la ciudad. Y que otros familiares también me estaban buscando. Yo no entendía nada. ¿Qué tanto escándalo había en que me fuera caminando a la casa de mis abuelos después de esperar hasta que ya no había ningún compañero más en la escuela? Parecía que había hecho un crimen al decidir irme sólo a la casa de mis abuelos después de la escuela. Confuso.

Después con el tiempo comprendo que había pasado aquella tarde. Simplemente que creyeron que me habían secuestrado. Por eso toda la histeria. Chile en esos momentos de mi niñez vivía una terrible dictadura y se habían producido varios secuestros contra funcionarios de la dictadura, y mi papá era policía y era parte de los posibles ataques de venganza.
Fue sólo después cuando grande al comenzar a comprender lo que era esa dictadura nazi de Pinochet que pude poner en contexto este acontecimiento que para mí era de lo más trivial, como irse sólo a la casa después de la escuela. Pero claro, al ponerlo en contexto comprendí el terror que produjo en todos a mi alrededor el que fueron a la escuela a buscarme y yo no estaba ahí. Se produjo una enorme búsqueda por toda la ciudad, las familias más la policía buscándome por todas partes. Y yo feliz caminando por el cerro camino a la casa de mis abuelos.

Tantas cosas que comprendí después al poner la vida de mi familia en el contexto mayor del país que estaba en dictadura. Casi nada de mi vida se puede explicar sin tener en cuenta el contexto de haber crecido con una de las más terribles dictaduras del siglo xx. Pero eso lo comprendí después. En mi conciencia de niño solo podía sentir que estos adultos eran muy raros y complicados, faltos de cariño real.

¿Cuántos compañeros de colegio tenía que sus parientes eran fanáticos partidarios de Pinochet? Nunca lo supe pero ahora sospecho de varios, incluso me entere después que entre ellos había un papá que era nazista, de esos nazistas que se hacen los simpáticos pero que en el fondo sólo sueñan con la “solución final” de matar a todos los que no son de pelo y piel blanca.

¿Cuántos compañeros de colegio tenían a sus papás muertos por los crímenes de la dictadura? ¿Cuántos compañeros de colegio tenían familiares que habían sido torturados por el nazismo chileno?

En Tocopilla, así como el béisbol, también apareció una fascinación con el cristianismo y la iglesia católica por razones obvias, no había otra alternativa al catolicismo en esos tiempos.

Cumplí con todos aquellos rituales como la primera comunión y otros. Iba a misa muy a menudo. Me recuerdo de esas clases de catecismo que me llevaban, eran tiempos donde la rebeldía aún no estaba permitida, nunca la estuvo en realidad. Así qué mejor decimos que la rebeldía aún estaba durmiendo su siesta.

Me hice acólito, esos niños de blanco que le ayudan al sacerdote a hacer su misa. Era un gran misterio eso de estar cerca del cura y pasarle las copas con vino o los pedazos de pan que decían que eran el cuerpo de Cristo. Yo también en esos tiempos creía aquello, no creerlo era lo mismo que estar loco. Me acuerdo de aquel amigo indio aquí en Suecia que me dijo un día que no entendía a los cristianos, todos eran caníbalestodos los días se comían el cuerpo y la sangre de Jesús.

Me fascinaba el misterio de la iglesia católica. Era una iglesia muy antigua en Tocopilla. Ahora como adulto estoy convencido que gran parte de esa fascinación es por el humo de incienso que hay en las iglesias, simplemente que al estar ahí más de una hora quedáis volado. Ese humo es una verdadera droga, y yo pasaba a veces varias horas en las tardesclaro ahora entiendo, veía dioses y ángeles por todos lados. No necesitaba creer nada, el humo en mi cerebro hacia su trabajo solo. Me sentía muy importante al estar ahí en la misa al lado del sacerdote mientras se llenaba la iglesia para la misa del domingo. Pero llegó un momento en que comencé a aburrirme mucho con todo eso. Y era inquieto y no me podía quedar tranquilo todo el rato en la misa.

Empezaba a bostezar y eso no se podía hacer … imagínate la imagen del ayudante del cura está más aburrido que nadie … me echaron después. El cura me dijo que me movía mucho durante la misa. Como ves los problemas con el Vaticano comenzaron desde chiquitito.

Me fascinaba el fenómeno de la confesión. Esos lugares pequeños llenos de misterio donde uno se iba a confesar. Que miedo sentía en aquellos momentos que descubrieran todos mis pecadosla sensación de quemarme en el infierno para siempre era insoportable. En esos momentos camino a la confesión todo lo que había en mi era pecado. Todo, mis pensamientos, sentimientos, los impulsos, todo.

¿Te imaginas si le hubiera contado al cura lo que pensaba a veces de mis padres? ¿O las ganas que me daban de sacarles la chucha a todos?  Pero la auto represión funcionó mejor. Sólo le decía al cura esos típicos pecados que estaban de una u otra forma permitidos, eran parte del catálogo de lo normal. Lo otro solo lo sabía mi conciencia.

Había una protección en la iglesia, no de mi cuerpo pero si de mi alma. En la iglesia sentía que había un refugió a la conciencia que estaba despertando. Sentía que se tomaba en serio lo que iba sintiendo por dentro. Afuera de la iglesia eso sólo era motivo de chiste. En esos tiempos de niño llegó a mis manos una Biblia ilustrada que era muy bonita. Y me encantó. La tuve en mi velador por años. La leía siempre.

Que historias más fantásticas habían ahí. Una de las historias favoritas era la de Josué, el hermano que fue vendido como esclavo a Egipto. La pena que sentía su padre por su ausencia. Todo eso me conmovió. Y me quede pegado con las lecturas de esa Biblia. Tenía unas ilustraciones tan vivas, le daban una intensidad, un placer especial a la lectura. El extranjero que sabía leer e interpretar los sueños y que se hizo famoso.

Me acuerdo de aquella vez, ya grande, cuando comprendí la tradición judía de interpretar los sueños que desde Freud se extendía a Josué en Egipto. El joven que había sido traicionado por sus hermanos y que después de vivir como esclavo llega a ser parte de la aristocracia del faraón.

Tengo la imagen clara en mi mente a pesar de los años que han pasado del viaje de Josué al ser traicionado por sus hermanos, ese viaje como esclavo lleno de angustia y sin entender nada de lo que estaba pasando. Imágenes metafóricas que se impregnan en la mente de un niño.

Leer la Biblia ilustrada cuando niño fue una fuente de placer. Esa Biblia era como una gran enciclopedia, cada historia que había en ella. Era cómo el mejor libro de ciencia ficción que te pudieran regalar.

Mi niñez entre San Antonio y Tocopilla fue una mezcla de mucha sensibilidad, mucho pensar y del comienzo de la represión a mis emociones. Había que sobrevivir como fuera. De repente ya no era obvio el sentir lo que sentía. El futuro se sentía por dentro aterrador. La mejor estrategia era la auto represión. Y así me convertí en un adolescente en la dictadura de Pinochet.


Adolescencia


Mi adolescencia fue un periodo de mi vida en que la pase muy mal. Nunca más quisiera volver ahí. Pero también es cierto que viví cosas y emociones que me llenaron de alegría. Pero sin lugar a dudas mi adolescencia fue un periodo trágico que me marcó para siempre. Y todo fue por el nacimiento de mi conciencia.

La conciencia nunca es gratis. Llega con sus dos caras y te emborracha de alegría y a la vez te lleva a los lugares más profundos del infierno. La conciencia me separaba de todos aquellos a los que más quería y que a la vez más necesitaba.

La conciencia era como una fuerza incontrolable que separaba, que hacia un corte radical con todo aquello que no era mío. Era una revolución en camino, no aceptaba nada que no fuera mío, todo lo que me hacia peso había que sacarlo de encima. La conciencia llegaba con la misión de purificar el cuerpo y la mente de tanta basura ya acumulada a pesar de los pocos años vividos. Quién sabe, a lo mejor se trata de una limpieza de siglos de basura acumulada.

El proceso de separación de los que quería era aterrador pero a la vez me producía una enorme alegría, éxtasis muchas veces. Pero en el medio se producía una profunda angustia porque comprendías que no podías seguir pegado a ellos y a la vez pretender ser un hombre libre y con una conciencia plenamente desarrollada.

Eran cosas incompatibles. Son muy pocos los afortunados que tenían el privilegio de que no era tan necesario una crisis traumática para poder separarse y desarrollar sus conciencias. Esos eran los más pocos que confirmaban la regla general, que el nacimiento de la conciencia es doloroso.

Empecé a darme cuenta de muchas cosas. Convencido estoy que la ida al extranjero, los contactos internacionales que tenía con entrenadores, se trataba de conocer otras mentalidades, todo eso me hizo ver las cosas muy diferentes desde muy temprano al grupo o manada a la que pertenecía. Y eso es difícil. Porque a la vez quieres pertenecer a ese grupo, quieres ser una parte unida, unificada con ese grupo para siempre. Que nada nos separe, que sólo la muerte nos separe. Que no exista ninguna ventana o espacio que nos haga ver otras cosas que no pertenezcan a este grupo. Es la sensación profunda, llena de placer de estar pegado a tu tribu. Mientras pienses como la tribu ordena estas salvado. Nada te faltara. Cualquier cosa la tribu te defiende. Esa unión todopoderosa con la tribu es el paraíso.

Pero al llegar la adolescencia la conciencia tiene la mala idea de venir a echar a perder la fiesta. Y comienza a molestarte con algunas preguntas que haces todo lo que puedes con el cuello para eliminarlas de tu cabeza. Pero a pesar que más y más muevas tu cuello, la conciencia está ahí y te seguirá hablando.

En mi adolescencia comprendí en su totalidad la existencia de mundos paralelos. Mi propia vida era una configuración de universos paralelos que muchas veces no se tocaban sino que se atraían para auto destruirse.

Comencé a sentir muy fuerte en mi adolescencia que si dejaba des­arrollar mi inteligencia a través del estudio y la meditación, me iría a otro mundo y ya no tendría contacto alguno con los que tanto quería y necesitaba. Para poder seguir gozando de la seguridad de la tribu no podía ser libre. Era el precio que había que pagar. La libertad no estaba permitida. Obediencia era la palabra clave. Cualquier intento de libertad o rebelión serían fuertemente reprimidos y auto reprimidos. La libertad era vista con un acto de mala educación.

Tenía mucha presión sobre mí para que tuviera muy buenas notas en la escuela. Y estaba en una escuela que era muy exigente y famosa por tener excelentes resultados académicos y muchos profesionales universitarios. Era el orgullo de la ciudad poder tener a sus hijos ahí, y para nosotros era el terror de la ciudad estar ahí. Era un verdadero regimiento. Nunca aprendí gramática porque me llenó de terror el profesor de gramática.

Tenía tanto miedo a esas entradas de sorpresas que hacía a las clases y el último que se paraba o pobre de aquel que tuviera alguna parte del uniforme en mal estado o no perfecto como se suponía que debía hacerlo. A ese pecador lo humillaba de una u otra forma, ese profesor que también era el rector, era un experto en humillar a los niños, humillaciones que no te abandonarían más, se pegaban a la piel.

Mi adolescencia comenzó con el cambio de vuelta a San Antonio, ciudad de nacimiento y donde se concentraba toda mi familia. Habíamos estado cerca de 5 años viviendo en el norte de Chile, Tocopilla. Mi papá había jubilado y ahora era tiempo de volver al centro del país.

Yo estaba contento, mejor dicho aliviado por la noticia de que volvíamos a San Antonio. Ya lo estaba pasando mal en Tocopilla. Era víctima de insultos y burlas en el colegio, eso me tenía muy cansado. La estaba pasando mal el último tiempo. La magia de esa ciudad norteña se había terminado, ya no era toda esa fantasía inicial, llena de misterios y de cosas que nunca había visto. Tocopilla se había vuelto en una ciudad muy chica, pequeña en todo sentido, mental y físico. Quería probar algo nuevo.

Claro me iba de Tocopilla con muy lindos recuerdos de lo logrado en el béisbol y el orgullo de haber sido campeón nacional por esa ciudad. Pero había que seguir adelante.

Llegamos a San Antonio un día de enero a radicarnos ahí de nuevo y el primer día me contacta el entrenador nacional y me dice que tengo que presentarme en Santiago en una semana. Había sido convocado a una nueva selección de Chile, ahora para jugar en Arica un campeonato sudamericano de junior. Qué alegría!

Recién llegaba de vuelta a la ciudad de origen y ya tenía un nuevo sentido por el que vivir. Ahora había que viajar a Santiago y entrenar duro en el verano y lograr un puesto en el equipo nacional.

Me acuerdo de ese momento en que me dijeron la noticia y las ganas que tuve de salir a correr a la playa y seguir entrenándome solo esa semana. Quería estar con el mejor estado físico para la próxima semana de entrenamientos en Santiago. Pero ahí me dijeron lo contrario, mejor era descansar, habíamos hecho un viaje largo desde Tocopilla, viajamos en bus y tomó más de 24 horas de viaje. Muy duro. Descanse unos días en la casa de mis abuelos. Muy feliz, lleno de ilusión.

A la semana ya estaba viviendo en Santiago en el estadio Víctor Jara y viajábamos cada día muy temprano a entrenar al estadio nacional. Dos estadios marcados por la historia. Mucha calor en Santiago en enero, a veces una calor insoportable. Y los entrenamientos eran de miedo, nos daban muy duro. Y la competencia entre nosotros era muy fuerte.

Estaríamos entrenando en Santiago alrededor de un mes y después se elegiría un grupo de jugadores y esos viajarían a los entrenamientos finales en el norte de Chile, Arica.

De los que estábamos entrenando en Santiago no todos seguirían el viaje a Arica, había que mostrar en enero que éramos los mejores. Por cada puesto habían dos o tres jugadores, en cada entrenamiento se vivía una verdadera guerra mental entre nosotros por quien lo hacía mejor. Y pensar que muchos en mi familia y conocidos pensaban que esto que hacía en el béisbol era un juego de niñosno tenían idea del trabajo durísimo que significaba el luchar por estar en la selección chilena. De seguro no hubieran soportado un sólo día de entrenamiento.

Corríamos todas las mañanas muy temprano, desde las 8 ya estábamos corriendo alrededor de la cancha, muchas vueltas. Y lo que me impresiono positivamente es que yo ganaba en esas carreras diarias, siempre al final de esos largos trotes yo llegaba primero. Me sentía muy fuerte y podría seguir corriendo por horas más. Y lo que comprendí después del porque tenía tanta resistencia al correr fue porque sin darme cuenta había pasado los últimos 5 años corriendo por los cerros de Tocopilla, y eso aumentó mi capacidad de resistencia. Y después al correr con compañeros que nunca habían corrido por el calor del desierto del norte de Chile, eran presa muy fácil para mí.

Que alegría era cuando llegaban los viernes por la tarde, nos daban permiso para estar libres, teníamos que volver el lunes a las 8 de la mañana. Yo viajaba a San Antonio, era pleno verano y era muy placentero hacer una pausa y comer algo rico donde mi abuela. Hay un viernes que no lo olvido nunca, un éxtasis que sentí camino al terminal de buses … fue una más de esas experiencias de éxtasis en que sientes que todo está perfecto y sólo hay que dejar fluir la energía en paz. Otra vez sentía que podía volar.

Después de mucha angustia en los últimos días de entrenamiento en Santiago me comunican que había sido seleccionado y viajábamos ahora a Arica. Estaríamos ahí cerca de 2 meses, ahí continuarían los entrenamientos por más de un mes y después venía el campeonato sudamericano para juniores.

Nos fuimos a Arica en bus, fue un viaje eterno, parecía que no importaba lo mucho que viajábamos igual no llegábamos nunca. Más de 24 horas en bus y pasar por el desierto en la noche … viaje eterno.

En Arica nos quedamos a vivir en el estadio municipal, las habitaciones no eran de lo más cómodas. Era dos salas grandes donde dormíamos en grupos, y ya te puedes imaginar el olor a patas que había ahí.

Me recuerdo que llegamos muy cansados a Arica después de ese viaje eterno. Era como para descansar dos meses. Pero no importaba nada, al otro día comenzaron los entrenamientos muy temprano, a las 8 de la mañana teníamos que estar listos en una de las canchas y comenzábamos a trotar por casi una hora. Después venían más entrenamientos físicos, toda la mañana. Por la tarde eran los entrenamientos más específicos de béisbol, diferentes tácticas y situaciones.

La primera semana de entrenamiento en Arica fue brutal porque comenzaron a tomarnos diferentes pruebas para ver en qué estado físico estábamos. Pruebas malditas. Eran esos famosos 30 segundos de abdominales, “tiburones” y otros ejercicios … eran los 30 segundos más largos que pudieras vivir. En 30 segundos te jugabas la vida. Había que hacer más que tus compañeros, y esa competencia te mataba. Estuvimos con esas pruebas toda la semana, era un infierno. Daba la sensación que después de esa semana lo único que queríamos era tomar la micro e irnos de vuelta a la casa y continuar siendo un niño o el adolescente que recién compensaba a vivir.

Esos entrenamientos no se los daría ni a mi peor enemigo … bueno, quizás a uno de ellos sí.

En esos entrenamientos de Arica nos encontrábamos por primera vez todo el grupo de la selección chilena, jugadores de la zona central y el norte. Ahora la competencia era mucho mayor entre nosotros. Ese grupo no era la selección definitiva, teníamos que pasar los entrenamientos por más de un mes y después se nos diría quienes serían los que iban a jugar en el campeonato sudamericano. Era un mes y medio más de guerra entre nosotros. Nadie quería quedarse afuera de la selección, habíamos trabajado muy duro por estar en ese nivel de élite deportivo, pero la competencia era brutal entre nosotros.

Eran sólo 2 o 3 que tenían el puesto en el equipo asegurado, eran por lejos los mejores del equipo, jugadores excepcionales que no se podía jugar sin ellos. Pero el resto de nosotros no estaba seguro, por cada puesto teníamos ahora que hacer el máximo esfuerzo cada día para poder quedar. El sólo escribir esto me produce fatiga, me trae de vuelta las sensaciones de cansancio total que tenía en aquellos primeros días de entrenamiento en Arica. Eran entrenamientos inhumanos, hoy serían catalogadas como “maltrato infantil”.

Mucho he pensado después sobre esos entrenamientos y la verdad es que fueron una tortura. Siempre me llamó mucho la atención que muchos jugadores de aquel grupo de adolescentes después a los pocos años nos pusimos obesos. Era increíble que nosotros que éramos tan fuertes y con cuerpos muy bien entrenados de repente nos pusimos guatones. Me recuerdo a uno en especial que era el más fuerte y de pronto lo veo un día con una tremenda guata. Era como ver a una persona totalmente diferente. Esos entrenamientos en Arica cansaron a nuestros cuerpo a una edad muy temprana.

Sucedió en esos entrenamientos de la muerte en Arica que una buena parte del grupo nos enfermamos. Y esto se mostró en que nos pusimos sonámbulos, hablábamos y caminábamos en las noches. Esto me lo contaron después. Para mí fue un shock saber eso. Y la única razón que encuentro del porque nos enfermamos fue porque dormíamos muy poco y a las dos o tres semanas de entrenamientos estábamos totalmente agotados.

Vivíamos béisbol todo el día. A las 8 de la mañana comenzaban los entrenamientos, toda la mañana ejercicios físicos. Después del almuerzo entrenábamos toda la tarde. En Arica la noche en verano llegaba muy tarde, así que estábamos entrenando hasta las 19 horas, por lo menos. Después de una comida en la noche venían las secciones de ver vídeos de béisbol. Y eso no era para nada un placer como al principio lo pensamos en el grupo. Estábamos muy contentos cuando vimos llegar a alguien con unos paquetes llenos de vídeos que traían las últimas series mundiales de las grandes ligas en los Estados Unidos. Que rico, ahora disfrutaríamos en las noches de esta partidos con el mejor béisbol del mundo.

Pero esto no fue para nada así. Al contrario, esas noches de vídeos se volvieron en otro capítulo de esos entrenamientos del infierno. En diferentes situaciones del partido que veíamos nos preguntaban que hubiéramos hecho en esa situación determinada. Eran verdaderas pruebas de teoría del béisbol. Y después nos íbamos a dormir con la mente y el cuerpo repleto de béisbol. No es raro que en el sueño habláramos solos de béisbol.

Fueron cerca de 2 meses que no vi a mis padres, me recuerdo que una vez me dijeron que había mi padre llamado a Arica pero no me encontró en ese momento. En estos tiempos del béisbol me hice muy independiente, a la fuerza. Nos trataban como persona adultas que estábamos haciendo un trabajo profesional a pesar de que en el fondo no éramos más que unos cabros chicos.

Y esto me chocaba muy fuerte cada vez que vivía donde mi familia, ahí yo sólo era un niño y me trataban como si fuera enfermo mental. Que contrasté!

Fuera de la casa era toda una estrella, dentro era un enfermo que había que llenarlo de pastillas. Es la herida que llevo y que nunca podré perdonar, superar sí. Pero no creo en el perdón, menos en el perdón católico porque eso es simplemente negar la realidad y abrir las puertas para que aquello vuelva a repetirse en cualquier próxima generación.

El campeonato de Arica fue todo un éxito, salimos vice campeones de Sudamérica. Fue el mejor logro deportivo de Chile en béisbol hasta ese instante. Jugamos la final contra Brasil, era un equipo lleno de japoneses. Era como jugar con un equipo de otro planeta.

Gran experiencia está la de Arica, en todo sentido, con todo lo malo y desagradable pero al mismo tiempo con todas esas vivencias de triunfo y felicidad que vivimos en equipo.

El jugar un deporte de equipo a nivel de élite te produce una experiencia muy especial, sin saberlo ni darnos cuenta en esos momentos, estábamos viviendo una comunidad. Nuestras vidas estaban organizadas como una verdadera comunidad, jóvenes que soñábamos con el triunfo deportivo compartíamos sin saberlo los ideales socialistas y comunitarios.

En Arica teníamos un entrenador norteamericano, toda una novedad, primera vez que teníamos un entrenador negro. Era un gigante y nos dijeron que había jugado en las grandes ligas de los Estados Unidos. No hablaba español y era a través de otro entrenador de Venezuela que se comunicaba con nosotros. Teníamos como 5 entrenadores, una mezcla de chilenos, gringos y venezolanos.

Y este gringo era muy especial. Un día en una de las noches de Arica lo vimos corriendo y gritando. No entendíamos nada. Pensamos que era una pelea con alguien del grupo de entrenadores.

Y esta escena de correr y gritar se repitió después. Y ahí crecieron los rumores. Hasta qué el entrenador venezolano nos contó lo que estaba pasando. Este gringo había sido militar en la guerra de Vietnam y ahora sufría de estrés postraumático. Claro en esos momentos nos dijeron eso con otras palabras, pero ahora puedo comprender muy bien lo que sucedía con este entrenador.

Siempre lo recuerdo, quizás porque en lo que sería el resto de mi vida también pude vivir esa angustia que se vuelve a tu ser no importando cuanto tiempo ya haya pasado de lo que te paralizo de miedo.

Las memorias desafían al tiempo y vuelven hasta que el terror que hay en ellas desaparezca.

Se terminó el campeonato en Arica, fue todo un éxito deportivo y ahora había que volver a San Antonio. Ya era abril y tenía que comenzar mi primer año de enseñanza media en un liceo público. Estaba un poco nervioso, las clases ya habían comenzado cerca de un mes y no conocía a nadie en esa escuela. Era otra vez un inmigrante en la ciudad en que nací después de haber estado 5 años fuera de ahí.

Mi mundo era el béisbol y a la vez era mi gran refugio frente a toda la angustia que me generaba el empezar de nuevo en otra ciudad. Llegué al nuevo curso en el liceo y otra vez era un bicho raro. Llegaba un mes atrasado y hablaba de cosas que nadie entendía ahí. La experiencia de Tocopilla se volvía a repetir. Es la pauta de conducta que me sigue toda la vida, el bicho raro que llega hablando cosas de otros planetas.

Me invitaron a jugar por un equipo en la liga de San Antonio, y al poco tiempo ya era llamado a la selección de esa ciudad. Y nos anuncian que el plan ahora era ir a Antofagasta a jugar un campeonato nacional para juveniles. Para mí eso era muy grande porque significaba que me enfrentaría con el equipo de Tocopilla, equipo que era todo para mí, ahora tenía que jugar contra mis amigos y ganarles.

Y les ganamos, ese primer partido contra ellos fue algo para no olvidar. Volvía a ver a mis amigos con quienes compartí 5 años, y ahora era un partido a muerte porque no sólo estaba el sueño de ser campeones nacionales sino que también estaba la ilusión de ser llamados a una nueva selección nacional para ir a jugar a los Juegos Cruz del Sur en Argentina.

Y los mejores jugadores de ese campeonato serían los llamados a la selección de Chile. Gran momento deportivo aquel, creo que fue el mejor momento que tuvimos como selección en Chile. Ganamos el campeonato, y lo ganamos con lujo. Varios de nosotros en el equipo fuimos premiados como mejores jugadores en sus posiciones. Yo gane el premio al mejor Tercera Base y estuve a punto de ganar también el premio al mejor Bateador, lo perdí por sólo un pequeño detalle.

Estos fueron los años siendo adolescente en que mejor jugué al béisbol. El béisbol lo era todo, el sentido de la vida.

De vuelta a San Antonio, a tratar de engancharse en mis estudios en el liceo. Mi actividad en el béisbol hacia que mis estudios pasaran a segundo plano y a veces se me volvía muy difícil el concentrarme en mis tareas. Simplemente que estaba en otro mundo. Y la rutina de la escuela era muy aburrida.

La llegada a San Antonio fue algo difícil en cuanto a lo que comencé a ver en mi familia. Íbamos camino a una fuerte crisis familiar. Alcohol, violencia, maltratos … comenzó un proceso de desintegración en mi familia que fue muy duro. No quiero ahora entrar en detalles de todo esto, en otra parte ya lo he escrito pero ahora quiero decir que lo más duro para mí fue ver toda la hipocresía que se puede dar en una familia. Desde esos momentos que detestó todo aquello de la familia ideal.

Soy víctima de una familia ideal. Es el tipo de familia más neurótica que pueda existir. Desde esos momentos que me produce alergia cada vez que me encuentro con familias que tratan de aparentar que todo está perfecto. Salgo arrancando. Se lo que están ocultando. Sé que hay secretos ahí que están reprimiendo muy fuertes. La soledad que comencé a sentir en Tocopilla como niño ahora se estaba multiplicando por tres en esta etapa de adolescente que vivía en San Antonio.

Llegamos a Argentina. Era el año 1982 y para variar no teníamos idea de lo que estaba pasando en la política. Eran tiempos de dictadura y la conciencia política era muy poca, en la escuela estaba completamente prohibido hablar de política. Y en mi casa no se hablaba de eso.

Fuimos a Argentina a jugar en los Juegos Cruz del Sur, una especie de juegos panamericanos. Genial experiencia. Estaban representados casi todos los deportes olímpicos, muchísimos deportistas juntos ahí en la ciudad de Rosario. Estuvimos ahí por dos semanas. Nos quedábamos a vivir en una Villa Olímpica a las afueras de la ciudad. Era una escuela muy grande que la habían habilitado como Villa Olímpica. Todo me fascinó al llegar. La ciudad muy bonita. Todo ese aire internacional al estar en contacto con deportistas de toda América latina.

Y nosotros éramos un grupo de beisbolistas juveniles que ahora sí que soñábamos con ganar este campeonato internacional. Después de las experiencias internacionales del Perú y del sudamericano de Arica, ahora sentíamos que teníamos la suficiente experiencia internacional para dar un paso adelante y ganar este campeonato en Argentina.

Llego el día de la inauguración de los juegos y nos llevaron al estadio de fútbol de la ciudad, un estadio enorme. Y nos juntaron a todas las delegaciones de los países participantes afuera del estadio. Nos dijeron que el estadio estaba lleno, y nos dieron las instrucciones de lo que haríamos en esa inauguración. Cada país daría una vuelta por la cancha y saludaría a la gente en el estadio. Llevaríamos una bandera argentina y otra de nuestros países. Todo se veía muy simple, y esto bajó el nerviosismo de nosotros ahí afuera del estadio.

Todo bien, esto de la inauguración era fácil y terminaría pronto. Después nos iríamos a comer y dormir porque lo importante para nosotros comenzaba al otro día. Era el primer partido contra Brasil. Ya habíamos jugado contra ellos dos veces pero nunca habíamos estado ni siquiera cerca de ganarles. Mañana sería diferente.

Y así, llenos de confianza entramos al estadio de Rosario. Y comenzamos a sentir a la multitud que estaba allí. Había muchísima gente porque después de la inauguración jugaba Argentina – Brasil por la competencia de fútbol.

Estábamos muy contentos en la delegación chilena, muchos deportistas envió Chile a esos juegos. Y de pronto nos dicen que en minutos será nuestro turno para comenzar la vuelta a la cancha para saludar al público.

No teníamos idea de lo que nos esperaba. Sólo bastó que dijeran el nombre de Chile y comenzó una pifiadera en el estadio que no se la doy a nadie. Y empezaron a tirarnos bolsas con agua desde la galería y a gritarnos “chilenos, hijos de putas!” No entendíamos nada. Lo comprendí sólo después, con los años.

En 1982 Argentina fue a la guerra contra Inglaterra por recuperar la soberanía de las Islas Malvinas, y la dictadura de Pinochet apoyó a Inglaterra y esto género una irá colectiva en Argentina contra todo lo que fuera chileno. Y con toda razón.

Como aquella vez en que fuimos al centro de la ciudad a pasear y a conocerla. Y de pronto nos encontramos con un grupo de estudiantes argentinos y comenzaron a insultarnos y de pronto todo se puso muy violento y amenazador. Salimos corriendo de ahí hacia unos buses que sabíamos estaban en diferentes partes del centro para llevar a los deportistas de los juegos. Estábamos con ropa deportiva y con el nombre de Chile en las espaldas, para nosotros eso era motivo de mucho orgullo, pasear por las calles de otro país mostrando en nuestra ropa que representábamos a Chile. Pero en esos tiempos en Argentina ser chileno era de lo más impopular que pudiera existir, y con toda razón.

Me sorprendió muchísimo esa reacción tan violenta y agresiva hacia nosotros por el solo hecho de ser chilenos. Era peligroso andar con ropa que mostrara que éramos chilenos.

En la entrega de premios al final del campeonato estábamos muy cerca del equipo argentino, y estuvimos a punto de irnos de golpes en plena ceremonia. La política internacional y la traición de Chile a Argentina estaban ahora muy vivas en la cancha de béisbol.

Fueron dos semanas en Argentina llenas de emociones y muchas confusiones. Llegué de vuelta a Chile y otra vez me sentía que podía volar. Pero algo había sucedido en mi interior con el béisbol, era súper difícil aceptarlo pero me estaba cansando de jugar béisbol. Y eso no podía aceptarlo o reconocerlo así como sí, toda mi vida estaba basada en el béisbol. Era mi plataforma, era lo que me daba refugio por todo lo que estaba sucediendo en mi casa. No era algo que pudieras dejar así como sí. Te caías al vacío.

En esos tiempos después de Argentina yo quería estudiar. Quería hablar de cosas inteligentes, me sentía llamado a cosas grandes intelectuales. Y no soportaba más ese mundo cultural tan pobre que había en el deporte. No se hablaba nada más que de mujeres o cuanto se había tomado el fin de semana o de cosas materiales que se habían comprado o de cualquier otra cosa que para mí no tenía la menor importancia o interés.

Después de ese viaje a Argentina se produce un fuerte despertar de mi mundo intelectual. Ahora ya el pensar y leer era algo muy serio. Y me sentía muy viejo al estar en compañía de mis amigos, los sentía tan tontos e infantiles que me aburrían.

El mundo y la vida no era sólo el béisbol. También existía la filosofía. En mi tercer año de liceo tuve mis primeras clases de filosofía y me fascinaron. Estuvimos la mitad del año estudiando lógica y haciendo ejercicios de pensamiento lógico. Me encantó y me di cuenta que tenía facilidad para comprender ese pensamiento lógico. Había una promesa muy fuerte en eso del pensar en forma lógica. Muchas de las cárceles mentales que nos creábamos se debían en buena parte a la manera poco lógica en que pensábamos.

Había una promesa de libertad ahora en los estudios de mi liceo. La aparición de la filosofía en mi vida fue uno de esos momentos que al mirar la vida con la perspectiva del tiempo te das cuenta que fueron muy importantes, momentos cruciales.

Ese profesor de filosofía y el de física me marcaron mucho en esos tiempos de liceo. El de filosofía fue clave porque me presentó un nuevo mundo, era como de repente sentirse un Cristóbal Colón descubriendo nuevos mundos. Existia la filosofía y dentro de mi había un filósofo natural. Sólo se trataba de despertar la conciencia de su largo sueño. Y confiar en su capacidad de ver y reflexionar sobre el mundo y la realidad.

Ese profesor hacia mucho hincapié en que una cosa era la historia de la filosofía, todos esos textos de estudio que hay que leer en las escuelas, y otra muy diferente era el filosofar. Podías saber con lujo de detalles la historia de la filosofía pero eso no garantizaba en nada que fueras un buen filósofo. Te podía ayudar todo eso, por supuesto, pero no era lo mismo. Filosofar era algo que venía desde adentro. No era un conocimiento, era un acto, una acción, algo que se hacía.

Me sentía filósofo, podía pensar y había un profundo placer en ese acto de pensar. Era como haber descubierto un mundo secreto en mi interior, era como que descubría que tenía a mi mejor amigo dentro de mí. Y ese amigo había estado todo el tiempo ahí esperándome. Ahora lo había reencontrado. Había que desarrollar esa relación. Había que cultivar la relación con esa voz interior del filósofo natural.

Esto creó conflicto como te imaginarás con mis entrenamientos de béisbol. Yo quería hablar filosofía mientras entrenábamos. No era posible, era un bicho raro en ese contexto. Pero para mí era algo natural que mientras estábamos entrenando pudiéramos hablar de muchos temas interesantes.

El profesor de física fue el que me fascinaba más en la escuela. Era una mezcla de científico y místico. Un tipo extraño que lo único que sabíamos de él era que era profesor de matemáticas y física en la universidad y que sólo venía a nuestra ciudad uno o dos días a la semana. Me lo imaginaba siempre ahí en sus mundos universitarios pensando a fondo los temas de la física, mundos elevados y sólo reservados para unos pocos. Era como un ser súper inteligente que venía de otro planeta.

Pero lo mejor era que le encantaba darnos charlas de diferentes temas que no tenían nada que ver con el contenido del curso que estudiábamos con él. Eran largas charlas llenas de misticismo. Se llenaba la sala de clases de cosas misteriosas, relatos de maestros de yoga que podían hacer cosas milagrosas en lugares del Asia. Me fascinó esa mezcla de extrema rigurosidad científica que nos obligaba a tener al responder sus preguntas y a la vez estos relatos sobre temas místicos del mundo. Ciencia y conciencia para él iban de la mano. No se podía entender nada si no se tenía estás dos dimensiones de la realidad.

Un día me encontré con este profesor en esas noches en que me gustaba salir a correr por el puerto y sentir la brisa del mar. Me gustaba muchísimo correr al lado del mar. Y ese lugar era un paseo muy popular, y en las noches se veía gente que se sentaba a mirar el mar o a conversar con amigos o parejas de amantes prometiéndole el cielo y la tierra. Y en uno de esos momentos de entrenamiento vi que el profesor estaba ahí fumando y mirando el mar. Pase por su lado y lo salude y me respondió como diciéndome que me estimaba como alumno.

Seguí corriendo y pensando en este profesor. Me preguntaba cómo era la vida mental en privado de una persona como esta. ¿Qué hace en sus días cotidianos, aparte de enseñar?

Es que vengo de familias donde no existía aquello llamado vida intelectual y no tenía idea como era eso de vivir lleno de libros y fascinado por la filosofía y la ciencia. Me lo imaginaba sin problemas lo que hacía en su vida laboral, pero no podía imaginarme como vivía en su vida práctica de familia una persona que su misión en la vida era la filosofía.

En la visión que yo tenía grabada en la piel de lo que era normal no cabía aquello de pasar pensando en la filosofía y mucho menos tomarse en serio a los grandes genios de la humanidad. Eso era para los locos. La gente sería y respetable no hacía eso.

Crecían poco a poco en mi mente de adolescente dos mundos radicalmente diferentes que se enfrentaban en un tremendo conflicto interior. Nunca podía entender por qué los libros en las casas de mis amigos, si es que había algún libro, siempre estaban como escondidos en alguna pieza para que nadie los viera. Como que poner libros en la pieza central de la casa y que los vieran las visitas era como lo peor que le pudiera pasar a esa familia. Como sí las visitas vieran los libros sería el fin del estatus social para los dueños de casa. No entendía nada de esto.

En vez de libros ponían vasos o botellas de vidriocomo sí esas huevadas tuvieran algún valor! Pero los libros había que esconderlo. Eran peligrosos.

Quería ser como ese profesor, un intelectual a fondo, un filósofo. Pero me sentía tan inseguro porque no tenía a nadie de los que eran muy importantes para mí, ellos no tenían simpatía alguna por lo intelectual. Esto no existía en mi familia. No sabía sí era correcto ser un intelectual, estaba muy inseguro y era la adolescencia, tiempo de profunda inseguridad de la personalidad sobre quién diablos se es realmente.

Y además que era un tiempo colectivo donde los intelectuales eran visto como terroristas. Era una dictadura en que crecí y la represión contra los intelectuales era dramática. Ser un intelectual en aquellos tiempos era una contradicción biológica. Todo estaba diseñado para que fueras normal, que te integrarás lo más rápido posible a la tribu. Y de ahí te portarás bien y no dijeras nada que pudiera perturbar la paz tan preciada de la manada. Cualquier intento de perturbar esa paz, la pagarías muy caro.

Y lo pagué. Me costó carísimo desafiar la tranquilidad de la tribu. Pero no me arrepiento, ha sido de lo mejor que he hecho en mi vida.

Era el comienzo de los años 80 en Chile. Época que ahora se recuerda como una década de culto, se han hecho series de televisión y han tenido un tremendo éxito. Fue una de esas décadas que marcan la historia para siempre. Fue una década muy rara, muy extraña en todo sentido. Era una época en que parecía que todos estaban muertos, era como que las ciudades se habían llenado de zombies. La gente caminaba y hacia sus deberes cotidianos pero no había vida en ellos. Nadie se atrevía o quería hablar de las cosas importantes y que le dan sentido a la vida. Religión y política eran temas que simplemente no existían en la conversación cotidiana de las familias o en los almuerzos donde llegaban todos.

Era la época en que la dictadura de Pinochet se había convertido en algo normal. Una normalidad que podía enfermar a cualquiera. Era una normalidad que te llenaba de miedo porque todo estaba prohibido y había impunidad para matar a quien se les diera la gana.

Fue una década llena de miedo y represión pero a la vez fue un tiempo donde exploto la creatividad. Y se produjeron cosas que hasta el día de hoy siguen sonando con la misma fuerza o más.

Como olvidar aquella tarde en mi pieza cuando escuche esa canción de Los Prisioneros, “La voz de los 80”. Fue como una revelación religiosa. Sentí en mi piel esa canción, había sido escrita para mí. Me interpretaba en cada célula de mí ser. Era una música para todo un pueblo que estaba prisionero y sobre todo para nosotros los jóvenes de aquellos momentos que nos sentíamos encarcelados por la dictadura y por esa maldita normalidad que fue creciendo en esos tiempos. Una normalidad que estaba contra la vida.

Y ahora llegaba desde el fondo de esta enfermiza normalidad un grupo de rock protesta, jóvenes de Santiago que con su música y una voz rebelde les gritaban en la cara a los defensores de esa normalidad lo mucho que la detestaban. Era como que la vida volvía a mí. Ya no estaba solo luchando contra esta enfermiza normalidad que me estaba haciendo tira por dentro. Ahora estaban Los Prisioneros a mi lado y con ellos millones de otros chilenos jóvenes que ya no aguantaban más esa forma de vivir en que todo se callaba.

La aparición del grupo de rock Los Prisioneros fue una bendición. Estábamos todos huérfanos del alma, era una época donde todo estaba prohibido, donde respirar ya era un acto terrorista y el pensar era un signo de muy mala educación. Esa tarde en que estaba en mi pieza y puse el casete recien comprado de Los Prisioneros en mi radio, ese momento fue una experiencia mística. Trascendí escuchando la música de este grupo. Es que no era música, era muchísimo más que música. Era rebeldía pura. Era rebeldía en tiempos de dictadura. Y eso los hacía de inmediato en ídolos. Había que tener una valentía enorme para en esos tiempos de Pinochet atreverse a cantar esas canciones que desafiaban todo lo que estaba establecido como normal y correcto.

Eran tiempos de adolescencia en que me apestaba todo lo que representaban mis padres y familia en general. Veía muy claro que el sentido de mi vida estaba en terminar y romper toda esa maldita forma de vivir y pensar.

Dentro de mí era terrible el darme cuenta que mi pensamiento estaba creciendo y este no coincidía en nada con lo que pensaban mis padres y mi entorno en general. Eso me daba mucho miedo. Me aterraba la sola idea de dejar libre a mi pensamiento y que se desarrollara porque eso significaba en forma automática la total separación de mis padres y de todos los que tanto necesitaba. Había una contradicción vital terrible entre mi pensamiento y los que estaban cerca de mí.

Y sucedió que en esos momentos como adolescente no tenía la suficiente fuerza para dejar a mi pensamiento que creciera en libertad. Y tuve que seguir reprimiéndolo, tal como lo había comenzado a hacer en los años de niñez en Tocopilla. Esta fue una etapa terrible, me ha costado todo el resto de la vida el poder desenredar mi pensamiento. Lo tuve que reprimir porque no tenía simplemente otra alternativa. Dejar mi pensamiento en libertad era sinónimo de muerte. No podía. La fluidez del pensamiento me amenazaba la vida.

La represión interior me salvó la vida pero me llenó de pena. Era como que la mitad o más de mi ser había muerto. Claro, podía seguir viviendo, mi cuerpo podía seguir caminando, pero yo, el que sentía y pensaba ya no podía ser. Ser era sinónimo de locura y de posible muerte. Si me hacia correcto y normal como los que veía a mi alrededor se me prometían muchas cosas, hasta la posibilidad de algún día llegar a trabajar como funcionario del banco del Estado. Ese era el sueño de los normales de mi tiempo.

Pero en las noches en mi pieza yo tenía ahora un casete con la música de Los Prisioneros y ellos me entendían muy bien. Tenía dentro de mí una guerra a muerte con la palabrita “correcto”, era la palabra preferida de mi padre y la comencé a odiar con todas mis células. Toda la cultura en que crecí estaba contaminada por esta palabrita. Había que ser correcto, en todo. Había que hablar, caminar, sentarse, tirarse un peo, ir al bañotodo tenías que hacerlo en forma correcto.

Creció en mí un sentimiento de deber moral de ser Incorrecto. Pensar diferente a todos los zombies que estaban a mí alrededor se volvió en un acto de resistencia política.

Crecían las protestas por todo el país. Pero eran terriblemente reprimidas. Me gustaba mucho estar en mi pieza, era como mi lugar favorito de asilo ante tanto zombie que me rodeada, ante tanta cultura de zombies que me rodeaba. Y ahí en mi lugar de asilo escuchaba las noticias y comentarios de Radio Chilena y Radio Cooperativa y sus relatos de como se estaba reprimiendo en las ciudades de Chile. Comenzó a fascinarme la política. Y nació un respeto profundo para todos esos valientes hombres y mujeres que se atrevían a salir a protestar sabiendo que Pinochet tenía impunidad total y podía dar orden de matar a quien se le diera la gana.

Escuchar las noticias de las una de la tarde era un rito sagrado. Eran momentos de conciencia trascendental. Se trascendía ese egoísmo tan típico y fuerte de la cultura en que vivía, donde parecía que a nadie le interesaba lo que estaba sucediendo en el país. Pero al llegar ese momento sagrado de las noticias era como que a través de la magia de la radio me conectaba con otro Chile, era un país solidario y con conciencia que estaba protestando contra la dictadura.

No podía soportar el egoísmo de mis compañeros o amigos de la misma edad, era como que vivieran en otro planeta. No se hablaba de política ni de nada importante, sólo de a cuáles muchachas les gustaría tener sexo con ellas. O cual de todas tenía el poto más rico y más grande.

Claro que me gustaban esas cosas, también soñaba con aquella muchacha que tenía el poto más grande de todas y que era motivo de conversación de todos. Obvio, también soñaba con tocar y disfrutar teniendo sexo con ella. Pero la vida también tenía otras dimensiones que eran importantes. No todo en la vida eran potos ricos y autos caros o ropa de marcas.

No vengo de una familia política o intelectual. Vengo de una familia “normal” donde no se hablaba de nada importante. Esa era la realidad de casi toda la gente que conocía siendo adolescente. Antes la soledad la había sentido muy fuerte por la pasión que sentía por el deporte y toda la lucha que eso significaba para poder mantenerse a ese nivel. Y ahora como adolescente comenzaba a sentir un nuevo tipo de soledad que era muy fuerte.

Era una soledad que tenía que ver con el nacimiento de la conciencia política. Esto que era un deber moral superar el egoísmo y pensar en el país y en el mundo. Y expresar esto que se sentía tan hermoso y sentir que era recibido como sí te hubieras vuelto loco.

Nunca pude aceptar esa idea que ser joven era no preocuparse ni interesarse en nada que fuera serió. Que esos temas como la política o la religión o vida espiritual eran cosas para los viejos o gente aburrida y amargada. No, eso era inaceptable. Era todo lo contrario, era durante la juventud que había que sentar las bases en la conciencia para el desarrollo posterior de esos grandes temas trascendentes y que vuelven en cada generación.

Ese tipo de ser joven lo detestaba simplemente. Esa idea que la vida era consumir y mostrar las últimas ropas que se compraron para aparentar que eran de clase alta o aristócratas, eso me produjo profundo rechazó desde muy joven. Y lo peor es que veía a muchos adultos haciendo lo mismo con esa conducta estúpida de cerebros vacíos.

Tocopilla era la tierra de la soledad por el béisbol, ahora San Antonio se convertía en la tierra de la soledad por el intelecto. El intelecto crecía, la fascinación por el pensar crecía, el placer de pensar era algo que me llenaba entero y a la vez esto grandioso que estaba naciendo dentro de mí me separaba de los que más necesitaba y me dejaba cada vez más solo. Pero cuando lograba llegar a mi pieza y cerrar la puerta y prender la radio y escuchar esos grandes análisis políticos, ahí se acababa la soledad a pesar que estaba totalmente solo en lo físico. Pero nunca estas solo cuando la conciencia está acompañada. Y la radio y sus buenos programas de conversación me hacían compañía, de la mejor y mi conciencia se sentía como en una fiesta. Por fin escuchaba personas que no vivían en el paraíso del egoísmo. Eran personas que expresaban una conciencia solidaria y que habían trascendido la cárcel de egoísmo.

Me habían criado para ser egoísta, que eso de preocuparse por los demás era una estupidez. Que lo único que importaba era preocuparme de mí y de la familia. Todo lo demás era de comunistas de mierda. Había sido criado para ser un Idiota, en el sentido griego de esta expresión. Un perfecto egoísta que no le interesa la vida de la sociedad. Pero no les resulto porque la fuerza de mi rebeldía era mucho más potente.


En esos años de adolescencia llegó a Chile la película Gandhi y fue todo un suceso como en todo el mundo. Pero en el caso nuestro tenía un significado especial. Nos dejaba el mensaje que era posible derrotar a un dictador aunque a veces parecía que fuera algo imposible de lograr. Pero que al mirar la historia siempre se daba la misma pauta y los dictadores por invencibles que parecieran al final tenían que caer.

La película de Gandhi fue objeto de muchos intentos de censura y de todo esfuerzo posible para que no se muestre en Chile, todas esas cosas provocaban pánico en los súper poderosos de esa época. El pueblo podía entusiasmarse con esas ideas y tomarlas en serio. Vi la película varias veces en diferentes cines y siempre tenía la misma sensación de fascinación. Era como una inyección de esperanza para el futuro. Era posible pasar a otra etapa. Esa pesadilla de dictadura no tenía por qué ser algo para siempre. Claro esto era fácil pensarlo pero en la realidad parecía algo imposible alguna vez liberarse de Pinochet. Era una figura demoníaca que en vez de decrecer con el tiempo parecía que se hacía más fuerte y todopoderoso.

En esos tiempos participaba mucho en la iglesia que quedaba cerca de mi casa. Tenía un interés especial por la vida de la iglesia católica, en el fondo era un interés que me seguía desde que era un niño en Tocopilla.

Con el llegar de la adolescencia se fue haciendo mucho más intensivo ese deseó y necesidad de estar en contacto con la vida espiritual de la iglesia y todos sus ritos que le daban a la vida cotidiana un carácter sagrado.

Llego un día a esa iglesia un nuevo sacerdote, era un cura joven que venía desde España. Y tenía algo muy especial que era muy bueno para tocar la guitarra y en sus misas la usaba mucho. Esas misas eran mitológicas, se llenaban de música y canto, eran verdaderos espectáculos los domingos por la mañana, repleta de gente.

Este nuevo cura un día nos contó que iniciaría unas tardes de cine en la iglesia. Y éramos todos bienvenidos. No nos dijo que tipo de películas mostraría pero se daba por obvio que serían películas cristianas, al menos me imagine de esas típicas que daban todos los años en la Semana Santa. Fui al primer encuentro de cine y me lleve la gran sorpresa, no era para nada una película cristiana con que se abría esa nueva actividad en la iglesia.

Nada menos que se trataba de Gandhi, y la veríamos por partes y después haríamos una serie de conversaciones en grupo. Quedé fascinado con la idea. Y además que el lugar donde veíamos la película era algo así como un lugar secreto, nos juntábamos en el atardecer, en una pieza más o menos escondida y se hablaban temas que eran obvios que todos los asociábamos con la dictadura militar de aquellos días. La sensación de estar haciendo algo subversivo en esa iglesia era fuerte y fascinante.

Parecía que todos los diálogos de esa película habían sido escritos para la audiencia de Chile. Cada frase era apropiada para la lucha contra la dictadura de Pinochet. Cada ejemplo de Gandhi era motivo de inspiración para la gran tarea. Su actitud desafiante, su coraje, su manera de caminar orgulloso, con ese aire de auto confianza porque se estaba luchando por algo mucho más grande que cualquier individuo. Claro que con el tiempo comprendí porque esa película era detestable y peligrosa para los dictadores de aquella época.

La iglesia era el espacio social que me daba esperanza cada semana. A pesar de mi visión crítica de ahora contra la religión puedo ver y reconocer sin problemas el enorme rol positivo que las misas representaban en aquellos momentos de oscuridad. Para mí era un placer que llegara el domingo y me preparaba para ir a misa con la esperanza de que aquel domingo por fin escucharía un gran discurso contra la dictadura militar.

Nunca llegaba ese gran domingo de discursos revolucionarios. Sólo se quedaban en frases ambiguas que daban la sensación que se trataba de un ataque a Pinochet pero al mismo tiempo se podían interpretar como cosas muy diferentes.

Con todas las críticas que se le podían hacer a la iglesia católica pero en aquellos momentos de prohibición de todo, la iglesia y sus diferentes actividades eran un foro de luz social y cultural. Me gustaba mucho el ir a misa los domingos al mediodía porque era el único momento de la semana en que podía escuchar en vivo y en directo a adultos hablar de cosas importantes y profundas. Todo lo que escuchaba de los adultos que me rodeaban eran puras estupideces superficiales y materialistas llenas de indiferencia hacia la política o los temas del espíritu. Pero en las misas y sobre todo con la llegada de estos nuevos curas europeos se hablaba de otros temas y con una seriedad y solemnidad que no veía en ninguna otra parte en el resto de la semana.

Mi alma de adolescente necesitaba seriedad profunda y no la encontraba en ninguna parte, sólo en aquellos momentos de religiosidad. Y cuando esa religiosidad se mezclaba con comentarios que se podían interpretar políticamente, era todo mejor aún.

Me dieron el rol de leer en los domingos una parte de los mensajes de la Biblia que se leían en cada misa. Yo estaba fascinado con ese nuevo rol. Así como cuando niño había sido acólito, ahora como adolescente me tocaba leer en las misas partes de la biblia. Me sentía importante. Era un adolescente y estaba leyendo para mucha gente que venía a misa esas partes de la Biblia que el sacerdote elegía con mucha seriedad.

La fascinación por la vida de la iglesia y la religión era en gran parte por encontrar algún lugar donde fuera normal el pensar seriamente. Eran tiempos tan terriblemente superficiales, era una estrategia más de la dictadura para que la gente no pensara en política y así creyeran que estaban viviendo en el mejor de los mundos posibles. No podía encontrar seriedad de pensamiento por ninguna parte. En la escuela los estudios eran solamente para sacarse buenas notas y después ir a la universidad para ganar un buen sueldo y así comprarse un buen y caro auto de lujo y así tener un buen estatus social.

Odiaba esta mentalidad tan típica de mi época. Una mentalidad tan estúpida que no comprendía nada de nada. Todo era un producto para ser comprado y nada tenía una importancia mayor. Sólo lo que costaba plata y te daba estatus era digno de conversación. Todo lo demás, todo aquello que realmente podía llenar tu espíritu de paz o de sentido, esas cosas eran consideradas huevadas para locos resentidos de mierda.

Resentido de mierda fue algo que me dijeron muchas veces durante este periodo de mi adolescencia. Todo lo que yo consideraba que era algo hermoso, algo por lo cual me ganaría el respeto y la admiración de los otros, resultaba ser fuente de insultos y de menosprecio. Hablar del espíritu, de la sensación tan exquisita de trascendencia que sentía los domingos en aquellas misas, eso no importaba para nada, porque simplemente no tenía valor comercial alguno.

La iglesia le daba sentido a todo lo que me está pasando por dentro. Ahí podía darle rienda suelta a lo que se me movía por mi espíritu. No era un enfermo mental por querer tomar muy en serio mi vida espiritual e intelectual. Al contrario, en ese contexto de iglesia se hacia un deber moral el tomar muy en serio lo que estaba ocurriendo por dentro. Y eso me hacia feliz. De lo contrario me sentía huérfano. No había ningún otro lugar donde pudiera expresar con seriedad mis inquietudes interiores.

El mundo de la religión se veía como una estructura mental muy bien ordenada que me daba tranquilidad y paz interior. No podía ver en esos momentos el terremoto anti religioso que me esperaba al ir creciendo y enfrentarme a otras lecturas y ambientes universitarios.

En esos tiempos de adolescencia también comencé a practicar yoga. Esto sí que fue un terremoto, uno más. El yoga fue una bendición y a la vez una tragedia. Simplemente que me hizo darme cuenta ya en forma definitiva de muchas cosas que no quería darme cuenta. La apertura de la conciencia ya era definitiva y no había vuelta atrás. Y esto era muy doloroso. Por nada del mundo, en el fondo no quería crecer, quería seguir apegado a la seguridad de la tribu inicial. Pero ahora la conciencia ya estaba despierta y quería despertar más cada día.

Era un desgarro interior. Porque la conciencia al despertar en un ambiente plagado de anti conciencia produce por definición un conflicto muy difícil de superar. Donde quizás la única forma de solución es un conflicto a todo dar y que gane el mejor o el más fuerte.

No quería este conflicto. Quería llegar a algún acuerdo con los que más quería y más necesitaba a pesar de lo mucho que los aborrecía, la mayor parte de las veces. Estaba dividido. Quería ser y a la vez permanecer en estado de no ser. Cada vez que iba a clases de yoga volvía a casa como sí me hubieran hecho una operación a los ojos y ahora podía ver con una intensidad y claridad nunca antes experimentada. Y lo que veía a mí alrededor no me gustaba para nada. Veía desamor, violencia, maltrato, falta de respeto.

Respeto significa el acto de ver al otro, res-pectare. Y eso involucra un acto de reconocimiento a lo que se es como persona y conciencia viva. No había respeto. No se respetaba. Sólo había órdenes de como se tenía que ser, e insultos a la propia individualidad.

En el momento de estar haciendo yoga con el grupo me sentía en casa. Sobre todo en aquellos momentos en que hacíamos la relajación después de los ejercicios a veces tortuosos. En esa relajación era como que mi ser se expandía y lograba por fin un estado de integración y unidad con todo lo demás. Claro en esos momentos no podía darle el nombre de conciencia trascendente, pero ahora lo puedo ver con mucha claridad que es lo que me sucedía en esos momentos.

En esos momentos de relajación trascendía esa conciencia apegada a los pequeños detalles y mundos egoístas de cada día. Hacia contacto simplemente con niveles superiores de conciencia, y eso me producía un éxtasis muy fuerte. Un placer corporal y mental como si estuviera drogado. Pero no había nada de droga ni nada por el estilo. Eran simplemente los efectos biológicos y químicos que produce la expansión de la conciencia. Y eso es adictivo.

Después de experimentar aunque sea por algunos segundos aquello sólo quieres volver ahí.

Era como que ya estaba claro en esos momentos de adolescencia cual sería el camino a seguir por delante, la conciencia mandaba y exigía desarrollarse a pesar de todo lo difícil y doloroso que aquello pudiera ser. Ese camino de la conciencia me prometía un sentido profundo de la vida con momentos de verdadero éxtasis pero a la vez me advertía que ese camino significaba la soledad, y a veces la soledad absoluta. Pero no había vuelta. La conciencia no podía desarrollarse unida o apegada a la manada. Era la separación el ingrediente clásico, natural y requisito número 1 para ese desarrollo del ojo interior.

No quería pero tenía que hacerlo. O mejor dicho, quería con todas mis ganas hacerlo pero no quería por ningún motivo perder el amor o lo que se parecía al amor y cariño de los que más necesitaba. Temía morir si me separaba de ellos y me largaba a ser lo que estaba destinado a ser.

Jugar béisbol comenzó a hacerse algo torturador. Ya no estaban las ganas locas de antes de entrenar y estar dispuesto a sacrificarme por entero por ganar un partido. Ahora estaba en los últimos años de liceo y sólo pensaba en que tenía que llegar a la universidad. Y además que mi vida se había llenado de otros temas. El béisbol había perdido su puesto de centralidad en mi vida. Podía refugiarme ahora en otras cosas. El béisbol ya no era suficiente.

Me sentía mal, estaba tenso. Tenía mucha presión sobre mí de tener muy buenos resultados en la escuela. Es que con el tiempo comprendí el porqué de tanta presión y mejor dicho auto presión. Es que llegué a convencerme desde muy chiquito que la única forma en que yo podía tener algo que se pareciera al amor de los que tanto necesitaba era teniendo muy buenos resultados en todo lo que hiciera, sea deporte o escuela. Pero sin excelentes resultados yo no tenía derecho a amor porque no merecía existir.

Esa fue la pauta de conducta profunda que quedó grabada en mí desde muy chiquito. Por eso que cualquier posibilidad de fracasar en lo que estaba haciendo producía mucha angustia porque no se trataba sólo de perder o tener malas notas, se trataba de no tener más el cariño de los que necesitaba para poder seguir viviendo. Era un amor condicionado a resultados de excelencia. De lo contrario, no había nada. Pero esto me agotaba. Nunca podía estar tranquilo, la competencia feroz por un poquito de cariño al final hace que ese cariño sea objetó de odio. ¿Por qué no podía tener cariño simplemente por el hecho de ser y existir?

En 1984 ocurrió algo que marco el fin de mi adolescencia y me condujo a una crisis mayor. Murió por un accidente en moto mi tío favorito. El estaba en la etapa de los 20 y tantos años, lleno de vida y a la vez lleno de pena y desesperanza porque no veía futuro en su vida. A pesar de todo el talento que él tenía, era bueno para lo que fuera, pero su vida había caído en la depresión y no veía puertas en el horizonte. Mejor dicho veía muchas puertas que se le cerraban en su cara.

Las causas de ese accidente siempre han sido tema en mi cabeza, fue realmente un accidente o fue otra cosa. ¿Fue en el fondo un suicidio? ¿Fue quizás la manera más desesperada que encontró mi tío de escapar a esa realidad que lo hacía tira por dentro?

El había sido por siempre en mi vida un motivo de mucha alegría. Patricio era el que me motivaba, el que me hacía sentir tan orgulloso por lo que estaba logrando en el béisbol. Tenía siempre mucho cariño de su parte. Fue en mi vida una de esas luces que te acompañan en momentos claves de tu vida y dejan un recuerdo para siempre, pase lo que pase.

Al momento de su muerte yo estaba en el último año del liceo, estaba preparándome con todo para a finales de año dar el examen nacional para poder entrar a estudiar a la universidad. Estudiaba mucho y tenía una presión interior que iba creciendo cada mes. Me aterraba la imagen de que tuviera malos resultados en la prueba nacional y no pudiera entrar a la universidad.

Veo su cara en el ataúd y quedé como congelado en el tiempo. No podía moverme. Era algo que no podía creerse. No podía ser real que él, Patricio, el más vivo entre los vivos a mi alrededor ahora estuviera muerto. Eso no era posible. Tenía que ser un mal chiste, un trágico chiste.

Ahora al mirar desde mi tiempo de adulto puedo comprender lo que me sucedió después de ese día. No pude hacer un trabajo de luto, hacer consciente esa pena terrible que se me convirtió en veneno y mi vida se fue al diablo. Comenzó un periodo muy crítico en mi vida como adolescente. Me pegué un tremendo cabezazo contra una pared gigante. Y me ha costado el resto de la vida recuperarme. Si me preguntas que he hecho después de ese momento te puedo decir que simplemente he estado luchando con todo lo he tenido para no morir y seguir caminando.

Fue un mazazo terrible. Quedé como dando vueltas en el aire. Eran tiempos en que del luto no se hablaba. Había que dar vuelta la página al otro día y no hablar más de los muertos, no importando que esos muertos estuvieran más vivos que nunca dentro de tu ser, y que el negar esta realidad te hiciera pedazos por dentro. Eran tiempos de negar lo que se sentía por dentro, sobre todo si eras un hombre. Es más la misma definición de ser un hombre estaba dada porque no tenías sentimientos. Las emociones y sentimientos eran cosas para las mujeres.

Fue un luto que se congeló por dentro. Y ya no había otra alternativa para seguir viviendo que continuar con la estrategia que era la más popular de todos, negar y reprimir lo que se sentía. Y eso como es natural no lleva más que a un camino de mucho sufrimiento. Porque ya no es sólo el luto por la persona querida que ha muerto, ahora se suma el luto por ti mismo que también has muerto en el proceso de negar lo que estabas sintiendo.

Era tan joven pero me sentía tan viejo y ya muerto. Parecía que en esos años de adolescencia ya lo había vivido todo. Sentía que a pesar de mis 15 o 17 años ya había vivido en este planeta por lo menos 200 años. Me sentía un alma vieja. Sentía que no era de este planeta. Mi rosa, mi casa y mi alma tenían que estar en algún otro lugar del universo. Y así mi adolescencia llegó a su final y no tuve otra alternativa que seguir buscando porque estamos condenados a ser libres.

 

Años Universitarios


Me puse a estudiar muy duro en mi casa para poder entrar a la universidad. Sabía muy bien que lo que había aprendido en el liceo no me serviría casi de nada para poder aprobar la prueba nacional que se daba en diciembre. Era una prueba maldita que nos hacia sufrir como condenados. Daba la sensación que toda la vida se dejaba en esos días de pruebas. Estaba muy nervioso en aquellos días. La presión era enorme.

Quería estudiar psicología. Era la gran pasión de aquellos años. Había leído muchos libros de auto ayuda con la esperanza de encontrar alguna forma de sentirme mejor. Y en todo ese proceso aprendí bastante de teoría psicológica pero a la vez tenía miedo de entrar a estudiar psicología. Me habían contado cada historia de lo duro que era estar estudiando eso y sobretodo el visitar a las clínicas u hospitales psiquiátricos. Historias terroríficas que me hablaban de como muchos estudiantes se enfermaban al poco tiempo por todas las lecturas sobre enfermedades mentales.

Me gustaba muchísimo la psicología pero a la vez estaba consciente que no estaba en esos momentos con la suficiente madurez o estabilidad emocional y además que me sentía pésimo por todo lo que había vivido en el último tiempo en mi adolescencia, quizás no era la mejor decisión el tratar de entrar a la escuela de psicología.

Llego el momento de la prueba y a pesar de lo nervioso que estaba, me fue muy bien. Vi con mucha alegría los resultados que se publicaban en un diario nacional y postule a Ingeniería Comercial en una universidad de Valparaíso. Postule a esa carrera más bien por el ambiente materialista que había a mí alrededor y además de todas las promesas de riqueza rápida que se hacían a los que se decidían por estudiar ingeniería comercial. Pero la verdad es que mi alma no estaba para nada contenta por esa decisión. Era cómo que tenía que ir a la universidad y ya no importaba tanto el que iba a estudiar.

Llegué a Valparaíso, y me quedaría a vivir en una pensión en un cerro de la ciudad. Era una pieza agradable. Las primeras caminatas e idas a la universidad me fascinaron. Era como el descubrir todo un mundo nuevo.Los primeros días de universidad fueron aquellos de mucha alegría y esas típicas fiestas de bienvenida para los nuevos estudiantes que venían con profunda inocencia de a lo que se venían a meter. En uno de esos días de fiesta de bienvenida nos humillaron como nunca me había sucedido antes. Nos amarraron y nos llevaron caminando por todo el centro de la ciudad e íbamos casi desnudos. A mí me quitaron la ropa y me dejaron sólo en calzoncillos. Era en mi cabeza un sin saber qué diablos estaba haciendo ahí. Se suponía que yo estaba ahí para comenzar mi vida universitaria pero estaba ahí caminando amarrado por la ciudad y sólo en calzoncillos.

Que ganas de que terminara pronto toda esa humillación colectiva que nos estaban dando a todos los que por primera vez nos atrevíamos a ingresar a una universidad.

El primer choque cultural en la universidad vino la segunda semana de estar ahí. Comenzaban con toda su pompa las clases de matemáticas. Y para mí eso sería muy fácil, había aprendido mucha matemática los dos últimos años estudiando sólo en mi casa y me sentía lleno de confianza para ese nuevo curso en la universidad. Sería una cosa de rutina.

Comienza la clase de matemática, la sala repleta de alumnos, había un aire solemne en la sala. El profesor hace un pequeño saludo al grupo y nos da la bienvenida a la universidad. Y comienza sin más a escribir en la pizarra unos conceptos. Y ya la primera clase de matemáticas universitarias había comenzado. Yo concentrado con todo en lo que estaba diciendo el profesor, pasaron ya más de 30 minutos y me doy cuenta para mi terror que no estaba entendiendo nada de lo que estaba hablando ese profesor delante de mí. De pronto esas matemáticas que serían tan fáciles para mí ahora eran como un idioma muy extraño y del cual no sabía nada.

Fue un verdadero shock el darme cuenta que no entendía nada en esas clases de matemáticas. Era cómo el despertar con un gran balde de agua fría, ya no estaba en ese mundo de la escuela en que sentía que lo dominaba todo.

Valparaíso tenía un olor a mierda. Me producía mucho rechazo. Cerca de la universidad había una feria donde llegaban cada mañana muchos caballos con los productos para vender frutas y verduras y salía el olor a mierda que con el viento nos llegaba a las clases y me adormecía más. Esa mezcla de matemáticas densas y olor a mierda de la feria no era la mejor mezcla para entusiasmarse con los estudios universitarios. Sólo bastaron algunas semanas y ya me di cuenta que ese no era mi lugar. Comenzó a nacer ese sentimiento de querer salir arrancando de ahí.

Me acuerdo que me puse a discutir con un profesor de administración por la definición que el tenia de lo que era una empresa. Para él una empresa no tenía ningún otro rol en la sociedad que el ganar dinero para sus dueños. Era la visión más grosera del capitalismo. Y como es natural yo reaccione y me puse a criticar su visión diciendo cosas como que también el rol social era una parte fundamental de una empresa. Que el ganar dinero por supuesto que era una parte fundamental de su ser pero eso no podía ser todo. La empresa tenía una enorme responsabilidad social que cumplir, sobretodo en países como Chile donde estaba repleto de pobres.

Sentí de inmediato un profundo rechazo a mi persona de parte de ese profesor. Estaba para variar en el lugar equivocado. Yo estaba expresando ideas de izquierda en un lugar que estaba lleno de gente de derecha.

Como en aquella oportunidad en que conocí a una muchacha compañera de universidad. La encontraba muy linda, me gustaba. Comenzamos a vernos más seguido en los patios de la universidad y nos fuimos acercando más y más. Pasaron las semanas y nos sentíamos muy cerca, hacíamos lo imposible por crear tiempos para vernos. Y un día mágico me dice que su mamá quiere conocerme y que me invitaba a comer con ellos el fin de semana. Fue un día mágico en mi conciencia porque lo que vendría después hizo oscurecer casi toda esa magia inicial.

Ella vivía bastante lejos de la universidad. Yo impaciente en el bus lleno de expectativas por lo que nacería en esa comida con su mamá. Vivían en un departamento muy bonito. Me sentía muy bien tratado y todo había empezado muy bien. Genial tarde de sábado.

Su mamá muy cariñosa, me trató muy bien y nos invitó a sentarnos a la mesa a disfrutar de lo rico que había hecho para nosotros. Comenzamos a comer, todo muy bien hasta ese momento … pero como siempre de repente apareció el tema de la política. Y me doy cuenta que estaba frente a una vieja de mierda derechista. Hasta ahí llegó no más la magia de ese enamoramiento con esa muchacha tan bonitadiscutimos con la mamá porque simplemente no pude quedarme callado con las cosas que comenzó a decir sobre Pinochet y los “izquierdistas”.

Nuevamente se me recordaba que si me quedaba callado y no hablaba de política lo podía pasar muy bien. Podría ser adaptado y normal como la mayoría de mis amigos del colegio y del deporte. Pero no podía ser normal por más que lo intentara. Se me arrancaban de mi boca las palabras contra Pinochet y su sistema de vida, callar ya no era una alternativa. Callar iba contra toda esa moral cristiana que tanto me habían inculcado desde niño.

Comenzaron las protestas desde la universidad. Era el año 1986 y era la época donde se estaban realizando fuertes protestas contra la dictadura en todo el país. Y en ese proceso de protestas era el movimiento universitario el motor central de esta rebeldía en las calles. Eran las primeras protestas de mi vida en un ambiente universitario. Estaba lleno de energía por participar en ellas. Parecían algo sagrado. Protestar contra la dictadura era un acto religioso, en el mejor sentido de la palabra.

Como olvidar aquella vez en que los pacos llegaron muy cerca de la universidad y nos bombardearon con sus bombas lacrimógenas, esas bombas que aman tirárselas al pueblo. Esa vez sentí el efecto de esas bombas químicas en toda mi nariz. Una sensación que no se la das a nadie. Es que de pronto ya no puedes respirar y eso te llena de angustia.

Esa primera protesta universitaria en que participe fue muy violenta. La represión de los pacos contra los estudiantes fue brutal.

Era muy difícil venir cada día a la universidad y tratar de participar en clases y estudiar como sí no pasara nada afuera en la sociedad. El país estaba en un proceso de cambio muy fuerte. No se sabía si era para peor o que realmente estábamos en un periodo progresista único.

En esos momentos sentía un profundo respeto y admiración por todos aquellos líderes de las organizaciones universitarias que estaban dando la más feroz resistencia a la dictadura de Pinochet. Había algo muy hermoso en todo eso que estaban haciendo. Eran jóvenes inteligentes e idealistas que se la estaban jugando por hacer un cambio histórico en Chile. Sus vidas estaban en peligro pero parecía que eso ya no importaba. Ahora se trataba de una conciencia mayor dispuesta al sacrificio en pos de lograr una sociedad mejor y democrática. Eran tiempos de profundo idealismo y fe en la democracia … parece ser que la única vez que se cree en la democracia es cuando se está en dictadura, porque mejor ni hablar por ahora de la profunda decepción que trajo consigo la democracia chilena.

Un día estaba en mi pieza escuchando las noticias de radio chilena a las 13 horas, momento sagrado del día, y dan como la gran noticia del momento que habían encontrado muerto en una de las playas de San Antonio a un dirigente universitario. Quedé en shock. Su cuerpo ahora estaba a sólo 200 metros de mi casa, en el hospital de San Antonio. Salí corriendo al hospital, estaba lleno de gente afuera en los estacionamientos. Había llegado gente “importante”, políticos de oposición a Pinochet. Era un ambiente de hielo, de terror en el fondo. Si podían asesinar y tirar a la playa a un destacado líder universitario, bueno entonces había luz verde para que siguieran haciendo lo que se les diera la gana.

Era una casería despiadada contra las mentes más brillantes de las universidades. Había que silenciar para siempre a los jóvenes más valientes y brillantes del país. Era como un organismo enfermo que se está destruyendo a sí mismo.

En esos momentos mi gran ídolo estudiantil era el presidente de la federación de estudiantes de la Universidad de Chile. Lo conocía porque jugaba también al béisbol. Era un líder natural, carismático y parecía que tenía en sí muchos misterios que lo hacían parecer un ser poderoso. Un día de estos en que estaba la represión más absoluta contra los líderes universitarios lo vi caminando en San Antonio, lo salude, él andaba con prisa, noté tensión en su cara. Y todo ese día quede imaginándome cómo es que vivían en su vida cotidiana estos líderes estudiantiles que ahora se sentían tan amenazados de morir de la misma forma que este joven valiente que había sido arrojado al mar. ¿Cómo era su vida cotidiana? ¿Qué hacían? Aparte de estudiar, ¿o es qué simplemente no podían estudiar porque la presión era demasiado fuerte?

¿Cómo poder llevar una vida normal cuando estas amenazado de muerte por la dictadura que parecía todo poderosa? Y si habían espías por todos lados, ¿cómo lo hacían estos jóvenes brillantes para poder confiar en alguien? ¿Cómo poder confiar en sus parejas si la posibilidad de que fueran espías de la dictadura era tan grande? ¿Cómo poder confiar en alguien en tiempos de dictadura?

Mi tiempo en la universidad en Valparaíso comenzó a hacer crisis. Yo no tenía nada que hacer en ese mundo de ingenieros comerciales donde la mayoría eran de derecha y se sentían muy conforme con el sistema económico de Pinochet. Había sido un gran error postular a esa universidad y carrera. ¿Pero cómo diablo se lo decía a mis padres que me quería ir de ahí al otro día si fuera posible? ¿Que haría ahora? ¿Podría volver a la universidad?

Y llegó el momento de esos que quieres olvidar de inmediato. Ya no aguante más y viajo a San Antonio y les digo a mis padres que no podía seguir y me retiraba de la universidad. Silencio. Silencio de esos llenos de angustia.

Volví a mi pieza. Ahora había que preparar la prueba otra vez para entrar a la universidad. Tenía cerca de 4 meses para prepararme solo en mi querida pieza y probar de nuevo. Comencé a estudiar cada día con mucha disciplina, la misma disciplina que aprendí a la fuerza en los entrenamientos de béisbol ahora la usaba para estudiar.

Y volvió a nacer en esos momentos el amor por las matemáticas. Después del choque cultural con las matemáticas de las primeras clases en la universidad que me hicieron sentirme tan re-mal, ahora volvía a renacer el gustito por aprender las matemáticas, por disfrutar de esos misterios que tanto me fascinaban. Estaba picado por lo que me había sucedido en esas clases de matemáticas en la universidad, quería una revancha. Y eso lo demostraría en la nueva prueba nacional de diciembre.

Comencé a hacer muchos test para ver cómo estaba mi nivel de matemáticas, y me sumergí en su estudio. Por 4 meses era como que respiraba matemática, y también los otros temas en qué consistía la prueba nacional. Pero las matemáticas tenían algo especial para mí. Podía ver figuras geométricas en todas partes. Veía una ventana y me podía imaginar todo eso que estaba estudiando de la geometría. Veía una pelota y pensaba en fórmulas de área y densidad. Veía edificios y me imaginaba rectángulos. Las matemáticas eran parte de mí.

Pero, ¿qué iba a estudiar ahora, para no caer en la misma crisis? Seguía la idea de fondo de estudiar psicología pero me sentía tan como las pelotas que parecía que tampoco era la mejor idea. ¿Qué era lo más cercano que me pudiera dejar tranquilo al menos?

Alguien dijo sociología. ¿Qué es eso? Leí un libro de introducción y me gusto. Era cómo psicología aplicada a la sociedad. Y ahí no había necesidad de estar metido con enfermos mentales todo el tiempo. Podía aplicar la profundidad del análisis psicológico a los fenómenos sociales. Me gustó.

De pronto la idea comenzó a tomar fuerza y la imagen de estudiante de sociología parecía meterse en mi mente. Seguí estudiando para la prueba en diciembre. Estaba nervioso pero cada vez más confiado que me iría bien. Me estaba preparando con la misma actitud consciente y disciplinada con que lo hacía en mis tiempos de beisbolista.

Y llegó el momento. Muy nervioso. Concentrado. Eran 4 pruebas y en cada una de ellas había dejado lo mejor de mí. Ahora ya no había más que hacer, sólo esperar los resultados dentro de un mes más. Que angustia y que fantasías en todo ese mes.

Llegó la mañana donde publicarían los resultados. Fui lo más temprano que pude a comprar el diario. Corriendo de vuelta a la casa. Y ahí estaba la verdad, todo estaba en esas cifras. Tenía muy buenos resultados, sobretodo en matemáticas, había logrado quedar dentro de los 30 mejores puntajes del país. Me sentía lleno de energía. El futuro estaba abierto delante de mí nuevamente. ¿Qué haría ahora? ¿Seria psicología o sociología?

Pasaron las semanas y veo nuevamente en el diario que los resultados de las postulaciones estaban listos. Y había quedado en la carrera de sociología en la Universidad de Chile en Santiago. Qué bien, estaba lleno de orgullo, del sano eso sí. Las largas horas de estudios en mi pieza habían dado resultados.

Ahora era el momento de emigrar a la capital, se dejaba el mundo pequeño de la provincia, del campo. Y se iba ahora donde estaban pasando las cosas más interesantes del país. Eran tiempos de rebeliones y de intentos desesperados de la dictadura para poder mantenerse en el poder por varias décadas más. Sentía fascinación en esos momentos por cómo sería el mundo de la política universitaria en esas sedes de Santiago que eran las más conocidas y estaban todo el tiempo en las noticias. Tenía esas fantasías que sólo ahora me atrevo a contártelas, esas ideas de ser como aquel dirigente estudiantil que tanto admiraba.

Me acuerdo de uno de los primeros viajes a Santiago como estudiante universitario veo al llegar a la ciudad unos murales con la propaganda de un candidato comunista a la Fech. Y ahí mis fantasías comenzaban a volar, quería ser como uno de ellos. Se abría ahora todo un nuevo mundo por delante. Nuevamente volvía a sentirme como un Cristóbal Colón. Ahora era la época de nuevos descubrimientos, la batalla de la conciencia pasaba a otros niveles.

Conocí a Pedro. Un compañero de curso, muy simpático, nos hicimos buenos amigos y me impresionó su claridad para tomar apuntes en las clases. Se los pedía siempre y los fotocopiaba y así estudiaba después en mi pieza. Comencé a tener problemas con la estadística pero Pedro me ayudó. Pedro marca mis recuerdos de mis estudios universitarios. Fue un gran amigo que siempre me estuvo ayudando en el estudio de diferentes materias.

Pedro era parte de un grupo catalogado en esos tiempos como terrorista, pero nunca me lo dijo ni tampoco nunca a mí se me ocurrió. Era un joven muy tranquilo, modesto, muy humilde en su forma de ser. Tenía la apariencia de ser un estudiante de seminario para ser sacerdote. Nunca lo podría haber imaginado como un joven que estaba entrenado militarmente para cualquier combate de guerrilla.

Se terminó el primer año de estudios y no pude aprobar el curso de estadística. Pero tenía una nueva oportunidad en marzo. Estaba preocupado por la sola idea de no aprobar ese ramo y la consecuencia de no poder seguir estudiando en la universidad. Fue un verano nervioso, ansioso. Pero Pedro me ofreció su ayuda y quedamos que yo iría a su casa y ahí estudiaríamos algunas veces.

Y así fue, nunca he olvidado esa casa. Una casa típica chilena de clase media. Me trataron muy bien ahí. Y Pedro con su ayuda hizo que en marzo aprobé la prueba sin mayores problemas y así podía entonces continuar mis estudios. Esa casa de Pedro no la olvido nunca por todo lo que se vivió ahí después, 4 años después que estuviera ahí estudiando.

Imaginarme como los pacos andaban corriendo por los techos de esas casas en busca de Pedro y su hermano. Las imágenes de Pedro corriendo, subiendo techos y escondiéndose por donde pudiera, imagines que están grabadas en mi conciencia.

Estábamos en la mitad de la carrera y Pedro nos cuenta que él y su hermano se irían de vacaciones a Suiza en el verano. Qué alegría por el, Pedro era muy querido en el grupo de estudiantes. Me acuerdo como todos le encargaron chocolates. Yo igual le hice mis pedidos de ricos chocolates pero pensaba que eso solo quedaría en esas palabras de humor que se decían en esos momentos. Pedro tenía parte de su familia en Suiza y por eso era este viaje de vacaciones.

Habíamos creado una rutina en el grupo de jugar al fútbol todos los viernes por la tarde en una de las canchas de la universidad. Y ese viernes después que Pedro nos contara de su viaje a Suiza fue muy especial, era como una despedida anticipada, una muestra de cariño del grupo a su persona.

Y se terminó de pronto un nuevo verano y había que volver a clases. Y las ganas de volver a ver a Pedro y que nos contara sus aventuras en Suiza. En esos momentos Europa era para mí como un planeta aparte, Suiza algo desconocido casi totalmente. Lo único que podía decir con seguridad era que Suiza estaba al lado de Suecia. La vergüenza de reconocer esa ignorancia ya me la he comido hace tiempo atrás.

Y ahí estaba Pedro. El buen amigo, y tenía unas cajas muy grandes llenas de chocolates para todo el curso. Qué alegría en esa mañana de reencuentro del curso. Comimos chocolates toda la mañana. Nunca había comido chocolates tan ricos. Y nos contaba de sus viajes en tren dentro de Suiza y por otros países de Europa. Eran historias tan fascinantes.

Que alegría se siente en esos momentos de estudiante al saber que tenías un buen amigo. Seguimos estudiando y el mundo de la sociología era fascinante. Cada tema que se trataba en las clases. Era cómo que estábamos preparándonos para ser los próximos secretarios generales de las Naciones Unidas. Nos sentíamos tratando temas de la mayor importancia para el futuro del mundo. En esos momentos era imposible el siquiera pensar que la gran mayoría de nosotros estaría cesantes después. Pero eso no se veía en aquellos momentos sagrados de estudio. Lo único que teníamos por delante era el futuro de la humanidad. Lo del trabajo y el sueldo eran cosas demasiados banales como para dedicarles algún minuto de atención. Bueno, la realidad después se encargaría de darnos un golpe en la cara por eso.

Pedro comenzó a hablar de un departamento. Parecía que era el gran tema de su vida en esos momentos. Con la ayuda de su familia en Suiza se comprarían él y su hermano un departamento en Santiago. Era cómo por fin saltar a la independencia. Ahora podrían vivir sus propias vidas fuera de la casa de sus padres. Estaba él muy contento con la idea. Yo estaba muy contento al ver a mi amigo con esa felicidad en su cara.

Pasó el tiempo, nos acercábamos al último año de estudios universitarios. Con Pedro seguíamos siendo buenos amigos, el siempre muy atentó y amable conmigo. Siempre prestándome sus apuntes o libros para las pruebas. Pero ya no éramos tan cercanos, él tenía ahora otro grupo más pequeño de amigos en el curso. Un grupo que parecía que estaban todo el tiempo juntos.

Y llegó así sin darme cuenta el primer verano donde ya había terminado mis estudios universitarios y estaba preparándome para dar mi examen de grado. Estaba en San Antonio, veía las noticias de la noche y después iría a una fiesta, es el fin de semana de mi cumpleaños. Y de pronto en las noticias mencionan el nombre de Pedro que había sido masacrado al tratar de escapar de la cárcel de Santiago. Pedro estaba en la cárcel por la muerte de un policía, él y su hermano habían sido condenados por delitos terroristas. Y de pronto el amigo bueno de mis años de estudiantes estaba muerto, asesinado por muchos balazos, masacrado en el suelo al tratar de correr por la libertad.

La historia de Pedro ha crecido, desde el estudiante de sociología que parecía un estudiante de seminario al terrorista, y de ahí al héroe de la lucha popular contra la dictadura de Pinochet. Pedro sí hubiera nacido y criado en Noruega y luchado contra la ocupación nazi en la segunda guerra mundial sería hoy enseñado en los textos de estudio para los niños de Noruega como un héroe nacional, un joven idealista que dio su vida por el amor a su pueblo.

Pero en el Chile oficial Pedro sigue siendo un terrorista. Nunca me perdono no haber ido a visitarlo a la cárcel. Fue todo tan duro y traumático. Había tanta propaganda en la tv y medios de comunicación contra Pedro y su hermano, de lo que eran y lo que representaban. Yo no sabía quienes realmente eran. Se produjo una confusión total en mi cabeza con el buen amigo. Me recuerdo de ese artículo en la prensa que hablaba de como el nuevo departamento que se había comprado estaba lleno de armas.

¿Quién era Pedro realmente? Tenía miedo. No sabía quiénes eran realmente mis compañeros de curso y en que estaban metidos. De seguro que toda la escuela de sociología estaba infiltrada de agentes de la dictadura. ¿En dónde estábamos? ¿Quién es quién? Momentos de confusión profunda, de no poder confiar en nadie. Quién sabe, a lo mejor ese profesor que parecía tan amable era un espía de la dictadura en busca de nuevas víctimas de tortura o muerte.

Una de las cosas que te marca para siempre al haber vivido tus años de juventud en una dictadura es que ya no puedes confiar en nadie. Estarás por siempre con la sospecha de que a lo mejor esa persona querida o cercana tiene otra agenda secreta que tú no tienes idea de que se trata.

Un día escuche un comentario de unos compañeros de curso que lo fueron a ver y uno de ellos decía que le había chocado el cómo se había adaptado al medio ambiente de la cárcel y parecía que tenía una vida normal. Ese comentario me impactó y quedó dando vuelta por dentro hasta el día de hoy. ¿Qué otra cosa se podía hacer en una cárcel para no volverte loco al día siguiente? ¿Cómo criticar a alguien que trata de adaptarse a su infierno para poder seguir viviendo? Comprendo la adaptación al infierno con la condición de jamás perder la esperanza y las ganas de luchar por la libertad. Y de hecho, Pedro lo mostró claramente con su propia vida. Además que fue el líder del grupo que intento fugarse de esa cárcel.

Pedro crece en mis pensamientos cada año. A medida que voy haciéndome más viejo y joven por dentro crece en mí su figura como un héroe que luchó contra el nazismo. Algún día tendrán que tener todos estos héroes que lucharon contra los nazis de Chile el homenaje de todo el pueblo que se merecen.

Uno de los cursos que más me gustaron el primer año fue el de Antropología. Era el curso más popular de todos. Teníamos clases en una sala enorme, teníamos el ramo en común entre los estudiantes de psicología, sociología y antropología. Ese era todo un mundo. Y el profesor era el mejor de todos. Era un tipo de pelo largo, vestido como hippie y hablaba con una naturalidad y soltura a la cual yo no estaba acostumbrado de escuchar ni menos ver.

En esos tiempos el hablar era algo peligroso. Nunca veía gente que hablara de corrido, natural, relajado. Al contrario, todas las personas con que me tocaba hablaban de una manera rara, tensa, cerrada, no fluida y llena de auto represión. Siempre sentí fascinación por este fenómeno de la voz y de cómo la gente hablaba. La dictadura y su cultura de la represión se habían impregnado en las células y lenguas de cada uno de sus habitantes.

Yo tenía la boca y voz llena de angustia y terror. No podía hablar en libertad. Tenía pánico a dejar fluir mi energía por la boca. Me habían pegado e insultado tantas veces al ser niño y adolescente que ya no me atrevía a hablar en paz y con fluidez. Tenía miedo a hablar en libertad, veía como la muerte se me subía por el cuello y amenazaba con aniquilarme.

Ver a ese profesor de antropología me impactó. Esa libertad al hablar era un espectáculo para mí. Así quería ser. Así quería hablar. Ese era el modelo a ser. Me fascinaba la erudición de ese profesor. Sus clases eran llenas de relatos e historias que contaba. Un día nos llevó a ver la película “La historia del fuego” y después teníamos que hacer los respectivos análisis de lo que vimos. Pero lo que sentí en esa tarde al ver esa película fue lo más importante, estábamos conectados con la conciencia colectiva. Habíamos pasado por fin al nivel de conciencia con el cual tanto había soñado. Ahora era un tema de lo más normal el pensar en los grandes temas como la civilización y el identificarnos como miembros de la familia junto a esos primeros seres humanos que descubrieron el cómo hacer el fuego.

Ya no era motivo de vergüenza el tener y expresar esas visiones y pensamientos sobre los grandes temas de la humanidad. Mi familia se expandía y ahora comprendía hasta los primeros seres humanos de este planeta. Mi yo se expandía y se convertía en auto conciencia, mi casa se agrandaba y ahora era la conciencia que se expresaba en esas clases de antropología.

Había mucha política en esos tiempos de dictadura en la universidad. Había en el fondo mucha actividad cultural alrededor de la universidad. Y la vida cultural de Santiago me gusto muchó. Había todos los días en las tardes y noches diversas actividades culturales a las cuales se podía ir, y la mayoría de ellas eran gratis. Era cómo otro universo comparado con la pobreza cultural de la ciudad de donde venía. Era cómo ir literalmente del campo a la ciudad.

Pero Santiago me dividía completamente. Por un lado me fascinaba la ciudad grande, llena de mundos culturales y lugares que descubrir. Pero por otro lado es una ciudad maldita, me estresaba, me llenaba de angustia su soledad y locura de todos por caminar lo más rápido posible. Era una ciudad que no te dejaba respirar en paz. Todo era tan nervioso, la gente hablaba más rápido, todo se movía muy rápido. Y el ruido constante de las calles me torturaba. Y ese deporte nacional de tocar las bocinas de los autos me hacían odiar esa ciudad. En ese estrés cotidiano comencé a idealizar la otra ciudad, la de mi origen que al estar ahí tanto odiaba.

Santiago me partía en dos. Quería irme de ahí y a la vez quedarme a disfrutar su vida tan llena de aventuras. Quería volver a la tranquilidad de mi ciudad de origen pero al mismo tiempo no quería volver nunca más a esa ciudad tan muerta en lo cultural.

Santiago estaba lleno de lugares donde comprar libros usados a muy bajo precio. Había una avenida en particular que era mi favorita, muchos lugares juntos que estaban llenos de libros. Podía estar ahí horas por la tarde buscando tesoros que poder comprar o simplemente poder estar ahí mirando esos libros. Siempre he tenido esta extraña sensación de que al estar rodeado de libros jamás me siento solo. Es como estar en compañía de grandes seres humanos, es como ir al cementerio a ver a tus seres queridos y en tu interior tienes un diálogo con ellos. En esos momentos no te sientes solo. Al contrario sientes la presencia de ellos, algo muy difícil de poder darle palabras a esas experiencias. Algo así me sucedía con los libros. Nunca estaba solo al estar cerca de ellos.

Por una de esas cosas de la vida me gané una beca para estudiar inglés en las noches. Continuaba jugando al béisbol en Santiago, me invitaron a jugar por el equipo de la Universidad de Chile. Pero no podía entrenar mucho en la semana. El estadio me quedaba muy lejos y se perdía toda la tarde al ir a entrenar. Y tenía clases todo el día y además que necesitaba mucho tiempo para poder estudiar. Ahí viví en carne propia la falta de políticas deportivas para deportistas de élite al estar en la universidad.

Esos programas existen en muchos países, donde tus estudios se adecuan a un programa especial para que puedas hacer las dos cosas. Pero en mi caso no había nada a nivel universitario. Y el intentar hacer las dos cosas, estudiar y entrenar a nivel de élite, no podía hacerlo. Simplemente que no tenía el tiempo ni la fuerza necesaria para eso.

Los estudios de sociología me agotaban. Era mucha lectura de temas interesantes pero muy complicados. Y el nivel de exigencia era muy fuerte. Y además que el béisbol ya no tenía el grado de pasión o fascinación que antes tuvo. Ahora ya no estaba dispuesto a morir o a sacrificarme con todo por ganar un partido. No, ahora era mucho más cuidadoso con mi cuerpo y no quería tener más heridas o golpes de la pelota.

Y en uno de esos entrenamientos conocí a un norteamericano que estaba jugando por el equipo de softball para mayores de la universidad. Muy simpático el gringo, conversamos harto y le conté de mis deseos de poder aprender inglés. Y él me dijo que era profesor de inglés en el instituto norteamericano de Santiago y vería que podía hacer por mí. Quedé muy ilusionado de poder tener ayuda de este gringo.

Nos vimos un par de veces más en los entrenamientos y partidos del béisbol y uno de estos días me dice que ha hablado con la rectora del instituto y le contó de mi y ella quiere tener una reunión conmigo para ver cómo me pueden ayudar. Estaba muy contento por esto.

Fui a la entrevista y parece que le provoqué una buena impresión y ella me ofreció que me daban una oportunidad para estudiar ahí en forma gratis un curso de 12 meses. Pero la beca seriá con valides sólo de un mes a la vez. Iba a depender si yo tenía muy buen rendimiento que seguiría la beca por otro mes, así hasta llegar al final. Qué presión tenía ahora, podía estudiar gratis inglés en las noches pero tenía que ser el mejor alumno para que eso fuera gratis.

Y claro, no lo pensé ni un segundo y le dije que sí, que aceptaba y que haría lo mejor que pudiera para ser el mejor alumno. Pero ahora estaba en problemas. Apenas estaba con la presión de mis estudios en la universidad y más encima me había tirado encima la presión de que tenía que ser el mejor alumno en ese curso de inglés, más todo lo mal que me sentía por todo el drama que tenía con mis padres. Sentía que desmayaba en cualquier momento.

El contraste no podía ser más grande entre mi escuela de sociología y el instituto norteamericano de cultura con sus bibliotecas de lujos. La escuela de sociología era pobre, todo parecía estar en decadencia. Los libros muy usados, era típico que siempre faltaban hojas. Era un ambiente deprimente el estudiar en esa facultad de ciencias sociales. Era un lugar feo. Parece que era la idea que todo fuera feo para que así nadie quisiera estudiar temas de ciencias sociales en esa dictadura. La sociología era peligrosa para una dictadura que motivaba el no pensar, y sólo comprar. Pensadores críticos era lo menos que necesitaba una dictadura como la de Pinochet.

En la biblioteca del norteamericano era todo lo contrario. Todo era como de lujo, parecía que todo había sido comprado sólo hace unas horas. Los libros estaban como nuevos, bonitos, con olor a libro que te fascinaba. Sillones grandes y muy cómodos donde sentarte a leer o a ver vídeos de diferentes temas o las noticias que se mostraban en directo de canales norteamericanos.

Era como que en las mañanas y tardes estaba en un mundo muy pobre, y por las noches llegaba a mundo de lujo. Esto de estudiar inglés y la fascinación que me provocaba el entender otros mundos a través del nuevo idioma comenzó a causarme problemas en la escuela de sociología. Estudiar sociología en esos tiempos y al mismo estudiar inglés era como una contradicción biológica. La escuela de sociología era un lugar de extrema izquierda. Esa escuela era famosa por producir brillantes dirigentes de grupos de extrema izquierda. No podías ser estudiante ahí y al mismo tiempo decir que te fascinaba el mundo del norteamericano de cultura.

Pero a la vez para mí era un absurdo total el negarse a aprender inglés u otros idiomas. Era cómo que nunca más alguien podría hablar alemán porque era el idioma de Hitler. Con esa lógica el español tampoco podría hablarse más porque era el idioma de tantos dictadores en Latinoamérica. Nunca pude comprender esa forma de pensar. Se parecía más a una posición fanática como la que tienen las sectas religiosos que prohíben el leer cualquier otro libro que no sea la Biblia.

Esa oposición que tuve en la escuela de sociología por parte de mi grupo contra el idioma inglés hizo que me motivara más por aprenderlo de la mejor manera posible. Y así me puse a estudiar más y mejor hasta que fui pasando cada mes siendo el mejor o dentro de los mejores del curso. Y la beca continuó hasta cumplir el año ahí. Y me gradúe de ese curso dentro de los mejores estudiantes. Estaba muy contento, había logrado hacer un curso gratis que era muy caro. Y ya entendía bastante singles y a la vez podía comunicarme.

Y podía leer sin problemas revistas y libros que me interesaban. Se abría ante mi otro mundo lleno de misterios, y ya no importaba lo que dijeran en mi curso de sociología. Me parecían tan estúpidos esos comentarios sobre el idioma. Había que separar las cosas, una era la política de los gobiernos de Estados Unidos y otra muy diferente el estudio de idiomas para crecer y ver el mundo y la vida desde otras dimensiones.

Había algo muy provinciano en la sociología que no me gustaba para nada. Provinciano en el sentido que sólo era lo latino lo que se podía tomar en cuenta y en serio. Pero todo aquello que se produjera fuera de América latina era algo malo o que no podía ser tomado en cuenta por el solo hecho de ser extranjero o en otros idiomas. Una especie de chauvinismo cultural que me produjo profundo rechazo. Pero era muy duro eso porque otra vez me encontraba con mi compañera de vida, la señora Soledad.

Para mi naciente conciencia sociológica era algo imposible aceptar que todo tenía que hacerse en un solo idioma. Para mí eso iba contra natura. La sociología que me gustaba era una ciencia que trataba de comprender el mundo. Y para eso era obvio que había que dominar otros idiomas y conocer otras culturas o al menos interesarse por conocer otras culturas muy diferentes a la que estábamos viviendo.

No quería esa sociología fanática por lo latino. No era ese mi mundo. Yo era internacional y me sentía ciudadano del mundo. Lo latino por supuesto que era interesante pero no lo era todo. Era tan sólo una parte de la realidad. Nuestro objetivó debía ser el mundo entero, como la menor unidad de estudio. El planeta entero era el punto de partida mío para cualquier análisis sociológico.

Pero esta mentalidad global no era lo más popular. Y siguió el cuento del caminar escribiendo los 100 años de soledad. Era como que venía de otro planeta y otra vez estaba hablando en un idioma extraño que nadie entendía. Bueno después comprendería que eso sería el drama y la pauta de mi vida, y a la vez lo más precioso que tengo.

Era un estudiante universitario y me llega la noticia de la vida, sería papá dentro de pocos meses. Claro, obvio, momentos de shock para adentro. Era muy joven, no estábamos en pareja. Sería papá y había que enfrentar el nuevo desafío. Mi mundo estaba confuso. La universidad ya no era ese lugar que tanto te gustaba antes y donde parecía que se pasaba muy bien. Ahora ya era un trabajo muy duro que hacer todos los días y además se había convertido en un lugar que ya no tenía la misma atracción que antes. A veces, muchas veces me daba la sensación muy desagradable que estaba perdiendo el tiempo ahí.
La hija que venía en camino comenzó a ser la fuente del sentido de la vida que en esos momentos estaba llena de confusión. Su venida pronta al mundo me daba la fuerza para seguir adelante con esos estudios.

Hubo un tiempo en que lo único que quería era irme de esa carrera de sociología. Me había hastiado. Ya no encontraba ningún sentido por el cual seguir estudiando ahí. Llegó un momento que es terrible en la mayoría de los estudiantes universitarios pero casi todos lo niegan, pero los psicólogos lo conocen muy bien. Y es cuando después de haber estudiado muchísimo por más de tres o cuatro años te das cuenta de repente que no sabes nada. Que has estado todo el tiempo estudiando duro y aprobando exámenes pero no tienes idea en el fondo que estás haciendo. Lo que has respondido en las pruebas es algo que otros han conocido y tú lo has aprendido casi de memoria y después lo reproduces en forma mecánica en un papel. Y te dan una nota que simboliza que ya sabes y dominas esos temas pero en la intimidad de tu ser, donde no puedes mentirte, tu sabes muy bien que eso es mentira. Que todo eso de las notas no es más que algo simbólico pero que no tiene nada que ver con la realidad.

Había estudiado mucha sociología y otros temas de ciencias sociales pero no podía seguir reprimiendo la visión interior que me seguía cada día y me decía que en el fondo no sabía nada de estos temas. Fue una alegría enorme, mejor dicho un enorme alivio cuando escuche a otros compañeros de curso hablar de lo mismo. De la tremenda crisis que tenían en sus cabezas al ver que pasa el tiempo y por más que se estudia y se aprueban ramos la sensación de no saber nada sólo crece.

Eran tiempos en que me sentía muy mal porque estaba muy confundido, estaba atrapado en diferentes mundos que estaban en guerra. Por un lado tenía todo el drama con mis padres y familia, un drama que cada vez me apretaba más y no me dejaba respirar. Sentía que mis padres se habían vuelto en un veneno para mí. Era como o que si no hacia algo radical ellos me matarían. O era la vida de ellos o la mía. Pero las dos no eran compatibles. Literalmente mi madre no me dejaba respirar. Y mi padre era como el encargado de aplastar todo esto. Estaba desesperado, mis padres me estaban llevando a la muerte, psíquica y física. Por más que intentaba no podía sacármelos de encima. Era todo lo contrario a pesar de mi lucha por ser un hombre libre ellos crecían dentro de mí y su represión me hacia tira.

Y estaba estudiando sociología en un tiempo de cambio radical de la sociedad chilena y el mundo. En esos años en que estudie sociología pasaron muchas revoluciones en el mundo. Era estudiante aún cuando se vino abajo todo el mundo soviético. Estaba siendo entrenado en la universidad para ser un intelectual de peso y así dar mi aporte a la comprensión del mundo. Y para eso se requería un ser humanó libre y maduro. Pero yo estaba atrapado en las redes de mis padres que sólo me veían como un niño mal criado y enfermo mental. Era una contradicción fundamental. Y no podía salir adelante, a veces me sentía desesperado de esa cárcel familiar que llevaba internalizada en mi ser.

Y ahora sería papá. Eso exigía también que fuera un hombre serio y maduro para poder darle lo mejor que pudiera a esta hija que venía en camino. Pero esa madurez para ser papá tampoco estaba ahí. Estaba atrapado en diferentes mundos interiores que no habían podido desarrollarse plenamente producto de todos los traumas que tenía acumulado por dentro y que no podía expresar ni sanar.

Nació mi hija y sus sonrisas se convirtieron en el faro que iluminaban mis momentos de desesperación en Santiago. Ahora existía algo muy concreto y hermoso por lo que seguir luchando. Su voz, su cara, sus juegos se convirtieron en luz. No la podía ver mucho, su vida se desarrollaba en la otra ciudad. Y yo seguía en Santiago con mi drama pero los fines de semana nos veíamos. Caminar con ella era un placer que me llenaba entero. Tenía un mundo lleno de contradicciones en mi cabeza pero ahora estaba ella y mi gran sueño a futuro era que el mundo fuera un poquito mejor para cuando ella ya caminara sola por este planeta.

Otro día te contare más de esos dramas terribles que viví en Santiago siendo estudiante universitario. Por ahora solo puedo decirte que vi la muerte a pocos centímetros. Que ahora pueda escribir y pensar y sentir es un milagro. Aunque no creo en dios pero uso la palabra milagro porque representa muy bien lo que viví y siento ahora al contarte esta historia. Incluso en ese momento de desesperación máxima sentía una voz interior que me tranquilizaba y me decía algo así como que estuviera tranquilo que este infierno algún día terminaría y la vida sería diferente. ¿Qué sería si no hubiera sentido esa voz interior? Simplemente no sería, ya estaría muerto hace muchos años atrás.

Llámale como quieras a esa voz interior pero para mí es la voz de la conciencia profunda que te guía durante toda tu vida. Es el verdadero ángel de la guardia del que nos hablan al ser niños. Esa voz me salvo y se llame como se llame quiero darle las gracias una vez más.

Después de todas esas experiencias terribles que viví en Santiago era como que la vida fuera algo muy diferente ahora. Venía de vuelta siendo tan joven. Todo ese mundo de logros materiales como el auto, las ropas elegante de marcas, o los lentes y relojes traídos desde Europa que tanto fascinaban a todos, para mi eran simplemente un absurdo total. No podía comprender que valor podía tener una ropa de marca. El único valor que tenía para mí una ropa era si me abrigaba del frío. El otro valor que los demás veían para mi simplemente no existía.

La experiencia de estar cerca de la muerte y sentir que te mueres en cualquier momento me hizo reflexivo. Mi conciencia siendo muy joven pasó a la etapa de conciencia trascendental para poder encontrar la fuerza interior necesaria para seguir viviendo, lo del mundo común y normal no servía. Eso no me daba fuerza.

En pleno proceso de mis estudios universitarios se desarrolló en Chile el gran plebiscito para decidir entre un sí o no a Pinochet. Fue una de esas experiencias colectivas que marcan a varias generaciones simultáneamente. Los que vivimos ese hecho histórico lo recordamos siempre, es como el momento que divide y organiza el acontecimiento de nuestras vidas. Es un antes y un después.

Entré a estudiar sociología el año 1987 y el plebiscito fue en el año 88. Durante mi primer año de estudios el gran tema era la necesidad fundamental de no participar en ese plebiscito, que todo era una farsa del dictador y participar era lo mismo que traicionar al pueblo y a todo los que habían sido masacrados por la dictadura. Se produjo un fuerte debate en los grupos de oposición a Pinochet. Era un absurdo total el sólo pensar que el dictador entregaría el poder a través de un plebiscito. Si llamaba a un plebiscito era simplemente porque todo estaba arreglado para ganarlo y a la vez serviría como una gran estrategia para legitimarse en el poder por lo menos unos 10 años más.

Fue pasando el tiempo y un consenso fue creciendo, había que participar en el plebiscito a pesar de todas las sospechas que existían. Pero tenía que producirse una organización muy fuerte de la oposición para poder tener alguna oportunidad de derrotar al dictador.

Eran momentos históricos. Lo podías sentir en el aire. Algo grande estaba pasando. Muy difícil, quizás imposible en esos momentos decir que era lo que estaba pasando pero que era algo grande no cabía la menor duda. La vida cotidiana de mi universidad era como un experimento de política. Era como un Chile en miniatura donde se discutía de todo lo que estaba sucediendo.

Yo me comprometí con un programa que estaba impulsando la iglesia de San Antonio. Me gustaban mucho esos intentos de hacer cultura cívica desde la iglesia. Y crearon un programa para que la gente se inscribiera en los registros electorales y se informará muy bien de qué era lo que estaba en juego en el próximo plebiscito. Era un desafío muy grande el conseguir que se inscribiera un gran número de personas para poder votar. Había mucha desconfianza en el aire y el gran temor era que fueran muy pocos los inscritos con derecho a voto. Y esto podía terminar con cualquier oportunidad real de poder ganare al dictador. Eran como dos molinos gigantes que derrotar. El primero era esa enorme apatía, y lo otro era el mismo diablo en persona llamado Pinochet. Eran como dos tareas casi imposibles de vencer. Pero el proceso continúo y fue tomando su propia fuerza y mística.

Me llené de alegria por esta campaña. Salimos a la calle a informar a la gente de que se trataba lo que venía y de la necesidad de inscribirse. Sentía que estaba haciendo algo muy importante. Éramos miles a lo largo del país que trabajaban en forma voluntaria motivando e informando a la gente sobre el plebiscito que venía.


Había vivido toda mi vida en un Chile sin vida democrática. Lo único que conocía era la dictadura y eso me hacia idealizar lo que antes era la vida política en Chile. Los senadores, diputados eran en esos momentos de dictadura figuras míticas. Nunca las había visto en vivo y en directo. Crecí en una cultura donde no se debatía ni discutía de política ni de nada importante. Era tanto el miedo en el ambiente a hablar, y con mucha razón, muchísimos eran los que habían pagado con su vida por atreverse a decir lo que pensaban. Y ahora mi país estaba viviendo algo muy diferente. Pronto habría un acto electoral de la mayor relevancia. Y se llenaron los medios de comunicación de debates políticos. Era algo fascinante.

Los días domingos había en la radio favorita de esos momentos, Radio Chilena, un programa de debates que se convirtió en un programa mítico. Con mi abuelo creamos la costumbre de almorzar juntos los domingos y escuchar ese programa de debates. Eran muchos años que en Chile no habían debates políticos en forma abierta y sin censura como ahora estaba saliendo por la radio para todo el país. Era algo completamente nuevo. Yo no lo había visto nunca.

Muy lindos esos recuerdos de esos almuerzos de los domingos con mi abuelo escuchando la radio. Mi abuelo era la única persona de la familia con quien podía hablar de política y con el cual me sentía respetado por lo que pensaba. Desde mucho tiempo que tengo la sensación fuerte que estoy viviendo la vida de mi abuelo en otro tiempo y en otras dimensiones. Pero todo el tiempo me siento conectado a mi abuelo.

Mi hija estaba en este mundo y mi país se encaminaba a una decisión que lo marcaría por varias décadas. La alternativa que el dictador ganara era la más segura. Todo estaba hecho para que así aconteciera. Eran diferentes mundos paralelos que seguían su marcha dentro de mí y todos se cruzaban y me llenaban de alegría y terror al mismo tiempo.

Las campañas por ambos lados del plebiscito se volvían cada vez más intensas. Y a pesar de lo evidente que resultaba ser quien sería el ganador había una suerte de esperanza loca que algo extraordinario podía suceder. Llegó el momento y fui a votar. Era la primera vez en mi vida que votaba en alguna elección.

Todo ese día fue algo así como eléctrico. Eran tiempos donde no existía Internet ni canales internacionales en nuestras casas. Sólo dos canales de tv y que estaban por completo al servicio del dictador. Eran las radios, en especial dos, que eran el centro de nuestras reuniones mentales. Millones de chilenos conectados por las ondas de radio siguiendo todo el día como iba aquella memorable votación. Parecía un día interminable, sólo quería que llegara la noche para saber los resultados.

Esa noche me fui a mi lugar de asilo favorito, mi pieza. Y espere ahí junto a mi gran amor, la radio, los resultados. El programa de la radio estaba muy apasionante, muchos invitados a comentar lo que como país estábamos viviendo. Era un día y ahora una noche muy especial, que sería recordada por décadas.

Eran ya más de las 10 de la noche y no pasaba nada. Muchos rumores como es natural. Se escuchaban muchas voces que el dictador ganaría producto de un masivo fraude electoral. Yo estaba cada vez más inquieto a medida que iban pasando los minutos. Parecía que sería una muy larga noche llena de todas las emociones posibles.

Comenzaron a dar los primeros resultados, y en todos ellos iba ganado la dictadura. Era muy desalentador ver aquello. La idea de tener que vivir en dictadura por los próximos 10 años era algo imposible de aceptar. Pero en la radio se escuchaban otros relatos que decían que aquellos resultados que entregaba el gobierno son en base a muy pocos votos. Que esos resultados no representan nada del como la votación se ha efectuado. Que ellos, la oposición, tenían sus propios centros de cuentos de los votos y según todos sus cálculos la alternativa del no estaba ganando.

Eran ya cerca de las 12 de la noche y la tensión iba creciendo. El miedo era evidente que esa noche podría estallar una verdadera guerra civil en mi país si el dictador se declaraba vencedor y el fraude era abierto a los ojos de los observadores internacionales. Yo estaba en un estado de éxtasis, algo así como una experiencia religiosa mística de unidad con el todo. Estaba ahí en mi cama pegado a la radio, pensando en cada minuto en mi hija y en el futuro de mi país. Había nacido una hija y ahora estaba a punto de nacer un nuevo país. Y yo que también estaba a punto de nacer, largo, muy largo había sido el tiempo del nacimiento de la conciencia.

País, hija, futuro … todo se mezclaba en esa noche mágica. ¿Cuántos muertos? ¿Cuántos desaparecidos? ¿Cuántos torturados? ¿Cuántos locos por todo el sufrimiento que habían vivido en todos esos años de feroz dictadura nazi?

“Ganamos!” se escucha una voz por la radio. Silencio total desde el lugar donde estaban trasmitiendo. Era ya tarde en la noche, y la radio da una noticia de urgencia que el general de la fuerza aérea al llegar a una reunión en La Moneda había dicho a los periodistas ahí reunidos que para él era claro que el no había ganado.

Explosión de emociones acumuladas por los últimos 17 años. Qué alegría, escuchaba los gritos de alegría desde el lugar de transmisiones de la radio. Uno y otro personaje importante de aquellos tiempos venía al micrófono y decía las palabras que pudiera sin antes sentir que ya estaba llorando.

Me fui al sillón, ya todos estaban durmiendo, era tarde. El interés por la política era nulo en el mundo en que yo vivía. Otra vez era la gran amante llamada Soledad que me acompañaba en todo. Me acosté en el sillón con mi radio y seguía cada palabra que emitían. Faltaron pocos minutos y ya era una verdad que no podría ser desmentida, que habíamos ganado. Me puse a llorar de alegría, nacieron ahí imágenes de amor hacia mi hija y en ella veía el nacimiento de un nuevo país. Así cómo era en lo grande era en lo pequeño, había nacido una nueva vida y ahora también nacía una nueva vida para un país que había vivido en estado de represión brutal por los últimos 17 años.

No me acuerdo a qué hora me dormí aquella histórica noche pero tiene que haber sido después de un baño de emociones profundas. El despertar fue igual de memorable. Ahora era tiempo de salir a la calle y abrasarse con quien se te cruzara por el camino. Habíamos ganado. Se había hecho realidad un sueño que era imposible.

Si, lo sé, toda esta alegría desbordante con el paso de los años se convirtió en la gran estafa a que fuimos sometidos. La alegría fue después sinónimo de profunda decepción. Es parte de la tragedia de nuestro pueblo. De la profunda alegría y de todo ese orgullo internacional fuimos a una profunda traición y negocios millonarios con el dictador y sus seguidores.

La universidad a pesar de todas las críticas que puedo hacerle fue el periodo de mi vida en que pude pensar en grande. Donde la conciencia colectiva era un deber de pensarla y estudiarla y no una cosa de locos como estaba acostumbrado a que me tratarán cada vez que hablaba de esas cosas. Con el tiempo fui enamorándome de la conciencia sociológica. Además que era una conciencia que estaba justamente en el momento adecuado.

Sociología se hizo un tipo de conciencia plenamente actual al llegar la revolución tecnológica con Internet. Hoy ya no es posible pensar sólo en el país de origen para poder entender cualquier fenómeno. No basta. Se necesita una perspectiva internacional para lograr comprender de qué se trata el problema. En el fondo el tiempo me dio la razón con respecto a lo que planteaba sobre la necesidad de aprender idiomas y abrirse a otras perspectivas del mundo y no quedarse sólo con la visión chilena o latina. El mundo era más grande y había que atreverse a mirar más allá.

Una de las alegría que tuve al ya terminar mis estudios de sociología fue un día en que fui a la facultad a buscar un papel y veo la nueva malla de cursos para los nuevos alumnos que se iniciaban en la sociología. Y ahí estaba claramente la exigencia de estudiar inglés durante todo el primer año.

La sociología no podía concebirla sin el pensamiento profundo de la filosofía y tampoco sin la visión global del mundo, del planeta entero. Ser nacionalista y chauvinista con su propio idioma materno era para mí algo inconcebible e incompatible con la conciencia sociológica. La imaginación sociológica estaba para romper barreras falsas que sólo limitan la visión de los seres humanos. La fantasía sociológica tenía un carácter revolucionario en su esencia. Era un terremoto contra todos esos límites que no tenían nada que ver con lo natural, y sólo eran producto de convenciones culturales que se mantenían por la práctica inconsciente a través de las generaciones.

Era complicado estudiar sociología en una sociedad tan retardada y tradicionalista y además ultra conservadora. La sociología te hacía ver cosas que nadie más estaba viendo. Todas aquellas cosas que los demás daban por obvio para ti no eran más que convenciones sociales estúpidas. Y por lo tanto no había para que seguirlas. Podían ser cuestionadas y desobedecidas.

Había un espíritu anárquico natural en el estudio de la sociología. Era muy difícil después de esas lectura profundas volver a la realidad cotidiana de mi familia o amigos. Era cómo que volvía con unos lentes que me permitían ver otras realidades. Y lo que hablaba, veía en el rostro de mis amigos que les parecía que estaba hablando en chino.

La conciencia sociológica era brutal con el tema de las tradiciones y todas esas fiestas llamadas “populares”. Siempre había sospechado de esas fiestas populares y de lo absurdo que eran. Pero al estudiar sociología eso se volvió radical. Y no podía ver simplemente toda esa estupidez colectiva repitiendo cosas que nadie entendía y actuando porque alguien había dicho que ese día se tenía que actuar de una determinada manera.

Nació mi espíritu anárquico, mejor dicho se consolidó mi espíritu anárquico y como es natural quedó la cagada. Porque la conciencia nunca es gratis. Cada vez que hay un brote de auto conciencia se levantan las fuerzas represivas para aplastar lo antes posible esos brotes de libertad que se asoman con la nueva conciencia.

El tema de la Navidad y en general todas esas fechas relacionadas con la religión se me volvieron una pesadilla. En esas fechas de diciembre se volvía aún más claro para mí lo que habíamos hablado en muchas clases de teoría sociológica, toda esa inconsciencia colectiva por la que se movía y vivía la gente. Entonces esas tradiciones ya no tenían toda esa magia de antes cuando los ojos de la conciencia aún estaban durmiendo. Ahora con los nuevos ojos las tradiciones eran algo negativo para el desarrollo y la liberación de la conciencia colectiva. Las tradiciones condenaban a las sociedades a seguir pensando siempre lo mismo. A no cuestionarse sus propios fundamentos y atreverse a empezar de nuevo. A probar nuevas dimensiones.

Ser anti tradición en una sociedad ultra tradicionalista no era lo más fácil que podías hacer. La conciencia sociológica desafiaba el lenguaje. Todo era cuestionable. Y el lenguaje tenia ahora una importancia mayor porque te dabas cuenta que a través de lo que decíamos y escuchábamos íbamos creando lo que para nosotros era la realidad. Hablar ya no era algo así inocente como se podía pensar antes de abrir los ojos interiores.

Hablar ya no era simplemente hablar. Después de pasar por la escuela de sociología hablar era un acto revolucionario y creador y destructor de realidades. Hablar y sobretodo el mirar cómo se hablaba y lo que se decía representaba un nivel de conciencia avanzada.

Abrías la boca y se arrancaba una mentalidad, una forma determinada de ver y comprender la realidad. Abrías la boca y quedaba en evidencia en qué nivel de la conciencia vivías. Abrías la boca y quedaba en evidencia si eras un egoísta o un ser solidario.

Como todas las profesiones y oficios tienen el efecto que te perturban en el sentido que te obligan a ver la realidad de una manera muy especial. Es como el dentista que va a una fiesta y se entretiene mirando los dientes de los invitados o el ginecólogo que se entusiasma con alguna mujer muy atractiva de la fiesta soñando que sea su paciente algún díaun joven recién graduado de sociología veía el mundo al revés. Ya nada era obvio como antes. Ahora todo se cuestionaba y era motivo de sospechas.

Dí mi examen de grado en el tema del Mito del Progreso. Era un típico tema filosófico y sociológico que cuestionaba cosas que se daban por obvias por la conciencia colectiva. Pero ahora era el tiempo de la conciencia sociológica que se atrevía a decir que aquello que era obvio en el fondo no existía. Y sobre el progreso lineal que era como un mantra religioso que se repetía una y otra vez, ahora se cuestionaba. No éramos mejores que otras generaciones. Puede ser que la arquitectura sea diferente y la tecnología este avanzando de maneras increíbles, pero nosotros como humanos no somos mejores que otros tiempos históricos. Incluso puede ser que seamos menos desarrollados que en otras épocas de la historia.

Era un tema fascinante por el cual me preparé muy bien y en la disertación para el examen me sentí muy cómodo y con mucha confianza hablando sobre estas ideas. El problema lo tuve después con algunas preguntas de metodología, sobretodo en el sentido de cómo podría llevar a un proyecto concreto de investigación un tema tan abstracto como el que estaba presentando. En el fondo era el problema de siempre, como lo hacía para bajar a la Tierra todas esas ideas fascinantes de la sociología que me hacían vivir en otros planetas. Era difícil, eso de bajar a la Tierra y ser concreto en lo que significan esas ideas. Muy difícil tarea.

Había logrado terminar mis estudios en la universidad. No importando la tremenda inseguridad por esto del trabajo y la falta de dinero, pero al menos tenía la tremenda satisfacción que había terminado de estudiar sociología a pesar de todo lo que había vivido en el proceso. Muchas veces pensé que terminar esa carrera sería algo imposible. De dónde diablos iba a sacar fuerzas para seguir estudiando ahí cuando lo único que muchas veces quería era simplemente irme a mi casa a dormir por siglosdormir por siglos celestiales de esos que hablaba Neruda.


Suecia


Neruda dijo verdades muy verdaderas y una de ellas fue que a veces el amor son 20 poemas de amor y una canción desesperada, algo así fue la historia de Luis y Patricia. Patricia era mi tía. Mayor que yo por casi 10 años. Estaba casada con el hermano de mi mamá. Ella se casó con mi tío cuando yo era un niño. Venia de otra ciudad y se fue a vivir a San Antonio donde toda mi familia estaba.

Desde niño las imágenes que tengo de ella eran de una mujer muy linda, muy cariñosa conmigo. Y había algo que la destacaba de todo … tenía un cuerpo muy lindo … era una mujer muy sexualmente atractiva.

En 1981 volvimos con mis padres a vivir a San Antonio después de vivir casi 6 años en el norte, Tocopilla. Toda una nueva experiencia para mi comenzar la enseñanza media en otra ciudad, muy diferente a la realidad del norte chileno.

Nos establecimos en San Antonio como familia. Y comenzaron los problemas muy fuertes entre mis padres, mucha violencia y alcoholismo de mi papá. Y mi tía, Patricia, se acercó mucho a mi mamá, comenzó a visitar nuestra casa muy a menudo … Patricia se sentía muy sola en San Antonio, todos sus parientes vivían en otra ciudad.

Así fui creciendo como adolescente y viendo a Patricia casi todos los días en mi casa. Ella siempre muy cariñosa conmigo, me trataba de una forma especial … creo que sentimos desde ese tiempo la soledad enorme que sentíamos por dentro, yo en el infierno con mis padres y ella casada en una familia materialista y arribista donde no había espacio para hablar de otra cosa que no fuera la plata y el comprar cosas caras y mostrarlas después a los vecinos.

Se fue haciendo algo normal de mi vida cotidiana ver a Patricia en mi casa. Y yo fui creciendo, de repente tenía 15 años, era seleccionado de Chile en béisbol desde los 12 años. Era muy popular en mi ciudad, conocido por los triunfos deportivos. Me sentía el centro del universoy fascinado con mi vida de deportista de élite … y de repente comencé a ver a Patricia ya no sólo como mi tía … comenzó a excitarme mucho su presencia en mi casa … su potito … sus jeans apretados a ese adolescente de 15 años lo volvían loco … comencé a masturbarme por ella … que imágenes!

Y la vida continuó y Patricia se había hecho una parte normal de la cotidianidad de mi casa. Y comenzamos a hablar más y más … y yo repleto de hormonas sexuales como adolescente que crecía muy fuerte … y hablábamos y hablábamos … y de repente … uno de esos días mágicos … ella comenzó a contarme la realidad de su matrimonio con mi tío. No era la historia del matrimonio perfecto que todos creían, al contrario había en ella mucha soledad y represión de lo que a ella de verdad le gustaba.

Patricia amaba los libros y el leer pero en la familia en que estaba casada el leer era algo sólo de enfermos mentales. Y así sin darnos cuenta fueron los libros los que nos conectaron en algo mayor.

Al contarme de su soledad se abrió en mi una puerta de mi alma que me hizo sentir una profunda libertad … por fin llegaba alguien a mi vida que podía comprender de verdad a este adolescente que vivía un infierno con sus padres. Como es lógico, esto de contarnos los secretos se convirtió para Patricia y mí en algo más poderoso que una droga. Había pasado el tiempo, yo ya estaba a punto de terminar mi enseñanza media y soñaba con ir a la universidad.

De repente sucedió que tenía puras ganas de llegar a casa lo más pronto posible porque a lo mejor Patricia estaría ahí … antes odiaba llegar a mi casa y ver todo ese matrimonio enfermo de mis padres. Pero ahora estaba Patricia en mi vida, ya no era sólo mi tía, se había transformado en algo más. Y conversamos y conversamos y conversamos … y conversamos … cada vez más unidos, nada sexual había sucedido entre los dos … sólo un dialogo cada vez más lleno de cariño y comprensión hacia el otro.

Pero los cuerpos comenzaron a acercarse … no había otra alternativa … yo estaba loco por ella pero trataba de controlarme … la primera vez que la sentí muy cerca con su cuerpo fue una tarde en que habíamos quedado solos en la casa y le pedí si me podía cortar el pelo, que no tenía plata para ir donde una peluquería. Fuimos al baño … me senté y ella comenzó a cortarme el pelo … yo debo haber tenido ya 18 años … y conversábamos y conversábamos … ella había encontrado en mi al único de la familia con quien podía hablar de su amor a los libros … y me contaba de sus nuevas lecturas en secreto de su esposo. Y seguía cortándome el pelo y yo comencé a sentir su cuerpo tan sexy muy cerquita de mi … todo en mí comenzó a pararse … estaba en una lucha interior por tomarla y acariciarla … pero no pasó nada … pero si que sentimos los dos por primera vez una conexión sexual muy cerca … esa noche me masturbe en mi pieza como loco!

Era el año 1986, fuertes protestas en Chile, intento de asesinato a Pinochet, de repente queda la grande en la familia. A su esposo lo habían tomado preso, todo fue muy rápido. Todos desesperados en la familia. Mi papá con sus contactos dice que mi tío tiene que arrancar de Chile de inmediato. Lo dejaron libre en una mañana y de inmediato se lo llevaron a Argentina, hay familiares ahí. Todo era caos, todo muy incierto, mucha preocupación.

Patricia muy angustiada, de repente todo había cambiado. Y la situación de mi tío era que si volvía a Chile lo podrían tomar preso de nuevo. Patricia tenía en Suecia ya desde hace varios años a tres hermanos que se habían asilado aquí. En toda esa tragedia ella se puso en contacto con sus hermanos, y ellos la ayudaron.

Y de repente un día en la tarde conversando como era nuestra costumbre me dice que tenía mucha pena pero no tenía otra alternativa que irse a Suecia con su esposo en unos meses más. Nos abrasamos y yo lleno de pena, no quería perderla, ella representaba mucho para mí. Ella llorando, muy triste, abrasados.

De pronto comenzaba para Patricia y para mí un proceso de despedida, en solo algunos meses ya no nos veríamos más, era muy triste. Habíamos estado juntos casi todos los días en los últimos años, nos habíamos hecho amigos, habíamos dejado atrás la etiqueta de tía y sobrino. Éramos algo mucho más grande.

Tenía mucha pena de perderla y no teníamos idea si alguna vez podría volver a Chile. Y así nació en forma espontánea la necesidad de vernos más a menudo, todo lo que pudiéramos, había tanto que contarnos y en solo meses ya no nos veríamos más.

Y cada vez más nuestros cuerpos estaban más cercanos abrasábamos más, me hacia cariño en mi pelohasta que un día yo no aguante más y fui a verla a su casa.

Llegue, se sorprendió … y me pregunto porque había venido … no necesitamos más palabras … nos fuimos a la cocina y comenzamos a besarnos como desesperados … años de excitación contenida … que ricos momentos, llenos de excitación los dos, nos acariciamos … la toque por fin todo lo que había soñado por años tocarlepero no tuvimos penetración sexual porque estábamos llenos de miedo que nos pillaran, era día de semana y cerca de las tres de la tarde, aun recuerdo la hora y todos los olores y sensaciones … estábamos muy excitados y nos prometimos que en otra ocasión seria.

El viaje a Suecia de ella y mi tío se adelanto, y así en un cerrar de ojos, me dice un día que se va a Suecia la próxima semana. Yo llorando, ella igual, abrasados. Y nos prometimos que siempre estaríamos en contacto. Que difícil momento.

Patricia se fue a Suecia. Todo cambió. Mi vida cambió igual. Era ahora un estudiante universitario y nace mi hija. Cambia todo cambia.

Pasó el tiempo y yo no quería tomar contacto con Patricia. Era muy doloroso para mí. Un tiempo largo estuvimos tan cerca que yo no quería volver a sufrir … su vida en Suecia fue muy dura al comienzo, dos años que no querían darles estado de asilo. Muy duro y me entere que estaba sufriendo mucho.

Pasa el tiempo … y de repente me dicen que Patricia venía a Chile en un mes más y que se quedaría a vivir los dos meses que estaría de vacaciones en mi casa, la casa de mis padres, guauuuuuuuu, yo no lo podía creer. Patricia de nuevo en mi casa … hasta ahora se me caen las lágrimas de la emoción que sentí al saber esa noticia.

Yo estaba eufórico, en éxtasis, habían pasado cerca de 7 años que no nos hablábamospero sabía que algo había quedado inconcluso entre los dos.

Es el día después de año nuevo … yo ansioso, nervioso todo el día … de repente siento bocinazos fuertes cerca de mi casa … era Patricia que llegaba otra vez! Qué alegría, emocionado … fui al baño, quería arreglarme el pelo, quería verme bien … tantos años sin verla …

De repente escucho su voz, era Patricia! Nos abrasamos muy fuerte, emocionados, casi llorandoqué alegría más lindaPatricia de nuevo en mi casa. Había cambiado, tenía otro corte de pelo, pero se veía linda como siempre y más sexy aun.

Llegaron a los pocos minutos todos de mi familia, todos querían verla y conversar con ella. La casa se llenóy yo en un rincón mirando todo y sólo quería a Patricia para mí.

A los pocos minutos de haber llegado, ella se acerca a mí en ese rincónme abraza de nuevo y me dice al oídoen voz muy baja para estar seguro que nadie escuchara. “Luchito tenemos que hacer el amor lo más pronto posible, años que estoy pensando en ti …” yo quede Plop! Fui al baño porque sentía que me desmayaría en cualquier momento. Estaba tan excitado, no podía creerlo. Esa noche, la primera noche en Chile después de varios años, todos querían conversar con ella … yo con ganas de tener un arma y dispararles a todos para que se fueran y nos dejaran solos.

De repente ya eran las 12 de la noche, comenzaron a irse las visitas … y quedamos mis papás, Patricia y yo, su esposo, mi tío, había ido a otro lugar. Y mis papás dijeron que estaban cansados y que iban a dormir … yo más feliz … que se fueran a dormir al tiro no más …

Y nos quedamos solos con Patricia en el sillón … como antes … y cuando nos aseguramos que estaban mis padres en su piezacomenzamos a besarnos apasionadamente … como hambrientos desesperados de años de un secreto que habíamos guardado en nuestras almas … qué cosa más rica fue eso … Ella era europea ya, lo tímida de antes se le había ido del cuerpo, yo seguía siendo el chilenito … ella quería que tuviéramos sexo ahí en el sofá, y yo muerto de miedo.

No tuvimos sexo esa noche pero nos acariciamos enteritos y hablamos y hablamos y hablamos … casi toda la noche.

Al otro día todos en la familia tenían muchos planes con ella, querían llevarla a pasear aquí y allá. Y ella me dice en la cocina que no quiere ir a ninguna parte con nadie, sólo quiere estar conmigo. Yo estaba loco de todo, alegría, excitación, miedo … de todo.

Me prometió que se las arreglaría para estar conmigoen la tarde salimos los dos solos a pasear por la ciudadparecíamos adolescentes enamoradosse nos olvidó que ella era mi tía y que la ciudad era chica y nos podían pillar en cualquier momento.

Caminamos por el centro, muy felices, riéndonos de todo, ella contándome del nuevo mundo de Sueciame acuerdo que en pleno centro de repente nos dimos cuenta que habíamos estado caminando de la mano por lo menos los últimos 10 minutos y no nos habíamos dado ni cuenta, si nos veían así quedaba la grande.

Estábamos muy contentos y locos por tener sexo por primera vez. Todos querían estar con ella en la familia … pero a los dos días que ella había llegado nos arrancamos en la tarde con la mentira que yo la acompañaría a una clínica a ver a una amiga de ellatomamos un taxi y nos fuimos a un motel fuera de la ciudad … y nos amamos como salvajes. Que rico!

Dos días que Patricia había llegado a Chile y estábamos los dos completamente locos, sólo queríamos estar juntos … locos por sentir nuestros cuerpos y conversar todo lo que nos había sucedido en cerca de 7 años.

Y llegó el tercer, el cuarto día y estábamos más locos … lo único que nos importaba era encontrar momentos del día donde poder arrancarnos y hacernos el amornos arrancamos a Valparaíso y Santiago con la excusa que ella necesitaba ir a la embajada sueca … Llegó la segunda semana y estábamos peortotalmente enamoradostodos querían verla, invitarla a sus casas, salir con ella … y Patricia sólo quería estar conmigo …

“Cabro culiao … te vai de la casa al tiro concha de su madre!” … voz de mi padre enfurecido cuando todo quedó claro un día por la mañana … era la hora del desayuno como de costumbre, y se escuchaban fuertes gritos entre Patricia y mi tío …

Patricia llega al comedor y dice … me mira primero a mis ojos haciéndome una pregunta en silencio, sin palabras, que la comprendí de inmediato … y le afirme con mi cabeza que si … Y comienza a hablar … terremoto grado máximo … “Yo quiero estar con Luchito, nos queremos y él se va ahora conmigo a Suecia.”

Y en algunas semanas más llegaba a Suecia. Era la primavera en el nuevo país, viajamos en vuelos separados por problemas con los pasajes. En el aeropuerto se veía todo muy moderno. Ella me estaba esperando y era claro que estábamos contentos como a la vez choqueados. Éramos ahora una pareja oficial, y había quedado la cagada en Chile. Nos habían expulsado de la familia y había comenzado una verdadera guerra contra mí. Ahora lo único que nos quedaba era seguir adelante.

El primer viaje desde el aeropuerto a Estocolmo es de esos viajes que no se olvidan nunca más. Es la primera vez que estas frente a otra civilización y donde todo es nuevo y te fascina cada metro del camino. Llegamos a su departamento, todo era muy bonito. Y nos encerramos como una semana entera. Ella estaba de vacaciones aún y necesitábamos tanto estar juntos, amarnos y conversar y darnos fuerza por todo lo que habíamos vivido.

Habíamos roto un tabú. Y el castigo fue de inmediato y la habíamos pasado muy mal. Necesitábamos muchas palabras llenas de cariño y caricias para poder comprender mejor lo que estábamos viviendo.

Nunca olvido los primeros olores de Suecia. Y fueron los olores del baño. Nunca había sentido unos olores tan ricos en el baño. Me fascinaron. Baños con olores a frutas, que cosa más rica era ir al baño.

Me llevó a conocer la ciudad. Todo era tan grande y tan bonito. Era la misma sensación de estar en otro planeta. Tuve en eso momentos esa sensación que en el mundo capitalista desarrollado no habían problemas, que la gente ya no estaría más triste. Que todo se había solucionado con el poder de compra que estos países tenían. Fue como un impulso capitalista que nació de abajo y del cual después se hicieron muchas conversaciones entre los dos porque a ella le había sucedido algo semejante al llegar a Suecia.

Pero después de un tiempo la realidad te obliga a bajar a la tierra y te das cuenta que los problemas humanos típicos como la tristeza y la falta de sentido por el cual vivir aún están presentes en estos países ricos. Y pareciera que fuera todo lo contrario de ese impulso capitalista inicial, parecía después de un tiempo de estar aquí que esos problemas humanos se hacían más fuertes y agudos en estos países ricos.

La riqueza de estos países no había logrado dar una solución de verdad a estos típicos problemas humanos. Se producía al revés una suerte de deterioro de las redes sociales que le daban al individuo un sentido por el cual vivir y a la vez una sensación de pertenencia a la sociedad en que estaba. Estaba llegando a un nuevo continente y me esperaban un mar de descubrimientos.

Al llegar a Suecia en 1993 estaba en las noticias el tema de un hombre racista que estaba disparando a los extranjeros y que ya había matado a uno. Patricia me hablaba mucho del tema, se veía muy preocupada y asustada por lo que estaba sucediendo con el racismo y la violencia contra los extranjeros.

Pero era como que yo no podía entenderla, comprendía lo que me contaba y a la vez trataba de hacer todo el esfuerzo de meterme en su mundo y ver como ella veía a Suecia. Había un fuerte rechazó de su parte contra el racismo que había sido testigo ya por casi 7 años. Pero ahora se trataba de algo nuevo, había un sueco que estaba disparando contra extranjeros y además un partido político fascista había logrado entrar al parlamento.

Pero yo no podía comprenderla en el fondo, porque estaba aún en mi ingenuidad de pensar que todo lo sueco era bueno. Que no podía venir algo malo de esta sociedad que tanto apoyo había dado a Chile y a tantos otros países del mundo. Escuchaba todos esos relatos de como ella había sentido el racismo en Suecia pero no estaba preparado para comprenderlo de verdad. Tuvieron que pasar algunos años de vivir en Suecia para poder entender lo que ella me estaba diciendo en aquellas primeras noches juntos en Suecia.

Es que la imagen de Suecia es algo muy difícil de comprender, aceptar o integrar en tu conciencia. Suecia tiene muchas caras, a veces creo que deben ser más de mil. Y cada una de ellas es fuerte y cargada de electricidad. Y las contradicciones fundamentales de esa imagen de lo que es Suecia en realidad te producen fuertes dolores de cabeza al llegar y tratar a veces desesperadamente de entender en qué país estas ahora.

Yo llegué con la imagen idealizada de Suecia. La imagen de Olof Palme. De una sociedad humanista y muy desarrollada en el sentido socialista de la expresión. Una sociedad casi perfecta donde todo estaba planeado para que sus habitantes disfrutaran de la vida lo más posible. Y además tenía la imagen de una Suecia liberal, abierta, tolerante. Una sociedad que era todo lo contrario a la otra sociedad que había dejado ya a miles de kilómetros.

Cuando escuchaba a Patricia sobre sus pensamientos de Suecia notaba en ella unas contradicciones que en esos momentos no podía comprender. Pasaron varios años donde tuve que vivir experiencias muy parecidas a las suyas y de pronto me di cuenta que estaba pensando igual que ella, lleno de contradicciones con el nuevo país. Y contradicciones que a veces eran extremas, que iban de un amor profundo al nuevo país a un odio a todo lo que tuviera que ver con Suecia. Y después de vuelta al amor profundo y la fascinación por toda la belleza de las ciudades. Es que ser extranjero significa que estas dividido y en el aire por el resto de la vida.

Las primeras comidas en Suecia fueron algo exquisito. Le gustaba hacer pescado frito y le quedaba exquisito. Nunca había comido esas comidas que tenían un aroma tan rico. El helado en el postre era algo nuevo, en mi mundo el helado sólo se comía en ocasiones muy especiales, tenía que venir una visita de la mayor importancia como para que en el postre hubiera helado. Como la coca cola, nunca había visto un refrigerador con cajas llenas de bebidas. Estaba en el mundo desarrollado donde no habían pobres.

Y eso de no ver pobres por ninguna parte fue algo muy fuerte. Salíamos a caminar y me mostraba sus lugares favoritos de la ciudad y yo mirando por todos lados, como desesperado en busca de algo que se me había perdidoy no lograba ver pobres o campamentos por ninguna parte. Esto sí que era una revolución para mis ojos. Había crecido con la convicción casi religiosa que era imposible superar la pobreza, que por más que nos duela los pobres siempre existirán en las ciudades. Y que era imposible eliminar esos campamentos repletos de pobres que estaba tan acostumbrado a ver en todos los lugares en que había vivido.

Y sobretodo esos campamentos terribles que se veían por las ventanas del bus en que viajaba hacia Santiago. Mis ojos quedaban pegados en ese campamento. Nunca podía entender cómo era posible la vida en ese lugar. Como era posible que las autoridades no lo erradicarán y les dieran algún lugar digno donde vivir a toda esa gente. Dinero tenía que haber si se gastaba tanta plata en otras cosas totalmente absurdas.

Pero no veía pobres por ninguna parte. Seguíamos caminando y hablando con Patricia y mis ojos no lograban encontrar los campamentos de pobres de Estocolmo. Era como que este país estaba mal, había algo muy equivocado en este país. Crecí escuchando a funcionarios de la dictadura y economistas que la pobreza no se podía eliminar y que pensar lo contrario era ser un loco desadaptado. Pero ahora estaba aquí en Suecia y por más que mis ojos miraban por todas partes no lograba encontrar a los pobres.

Esto género una tormenta de pensamientos e ideas en mi cabeza sobre las teorías económicas a las que nos tenían sometido y que habían logrado meter en las cabezas de la gente como lo normal y lo real. Todo era relativo. Esas ideas ahora al estar caminado por las calles de Estocolmo parecían absurdas. La pobreza sí que era posible eliminarla. Era un problema político y no económico. Se necesitaba un fuerte compromiso y prioridad para lograr un objetivo así. Pero que era posible crear sociedades sin pobres, era posible. Por primera vez lo estaba viendo ahora en vivo y en directo.

En esos primeros días en Suecia vinieron a mí con mucha fuerza las conversaciones con mi abuelo y todas las veces que me repetía que en este mundo había más de lo suficiente y que nadie necesitaba ser pobre o tener hambre. Había tanto terreno, tanto dinero, tantos alimentosel problema no era como lo decían los economistas. El problema era político y de una ambición egoísta enferma.

Lo que veía en las calles de Estocolmo le daba la razón a mi abuelo. Sentí un profundo sentido de la vida en esos momentos. El resto de mis días los dedicaría a hablar y estudiar el tema de la pobreza y que era posible crear sociedades donde todos pudieran vivir bien y con las cosas materiales mínimas que les dieran una seguridad y estabilidad en sus vidas para poder dedicarse a las otras cosas que hacen de la vida algo digno de vivirse.

Fuimos a la oficina de empleo a inscribirme. Y me dijeron que tenía que hacer un curso para aprender el idioma, la comunicación la teníamos en inglés. Y que había la posibilidad de dar pruebas y si las aprobaba me mandarían a otros cursos y eso me daría el derecho a recibir un dinero.

Y fuimos a la policía a hacer los trámites necesarios para poder estar en el país. Y nos dijeron que justo ese año se había cambiado la ley de extranjeros y ya no se podía solicitar permiso de residencia por re unificación familiar en Suecia. Había que hacerlo en el país de origen. Y esto significaba en concreto que tenía que volver a Chile y pedir permiso en la embajada en Santiago. Fue otro golpe en la cabeza para ambos. Y lo hicimos. Viajamos a Chile de nuevo después de un tiempo. Fuimos a la embajada, hicimos los trámites, me llamaron a una entrevista. Y yo ya había aprendido un poco de sueco y pude comunicarme con un poco del nuevo idioma. Los trámites fueron rápidos, al poco tiempo me llegó el permiso para vivir en Suecia. Y nos fuimos de vuelta. La habíamos pasado mal en Chile. Ya no éramos bienvenidos en ninguna parte. Habíamos sido expulsados del paraíso por comer del árbol prohibido.

El silencio de Suecia fue algo impresionante. Nunca había sentido algo semejante. Vengo de cultura bulliciosa. Nunca había estado en una ciudad con ese silencio estructural que se vive en Estocolmo o en cualquier lugar de Suecia. Me conmovió y a la vez me asustó. Es que no hay nada más bullicioso en tu mente que al estar en un lugar silencioso. Parece que puedes tocar tus pensamientos. Se hacen tan aterradores, claros y concretos. Ya no puedes esconderte en el ruido del ambiente y tratar de hacer como que aquello que has pensado en realidad nunca lo has pensado. Ahora tus pensamientos estaban ahí con una claridad que te amenazaba.

Llegue a Suecia muy herido por todo lo que había vivido en Chile. El dejar las fronteras nacionales y comenzar una nueva vida en el otro extremo del mundo era un gran desafío. Y este silencio estructural me hacía ver con más claridad las heridas que tenía por dentro. La pena que traía acumulada desde siglos ahora la podía ver con una claridad nunca antes ni siquiera imaginado.

Los primeros días de estar en Suecia parecía como si fuera en un viaje a través del tiempo. Era como que se me venía encima todo aquello que había estudiado y aprendido en la escuela en nuestro país, con todos sus héroes y fechas importantes. Pero ahora lejos, muy lejos de esa cultura de origen mi mente entraba en un proceso automático de revisión de todo aquello que era tan obvio y natural en la cultura de origen.

Y ahora de repente ya nada de todo aquello era obvio. Fuera del lugar de origen todo se cuestionaba. Todo aquello que antes era tan natural y correcto, ahora comenzaba a parecer como algo tan absurdo. Las primeras semanas de estar en Suecia pensaba mucho en Arturo Prat, no sabía porque pero su figura estaba en mi mente todo el tiempo. Han pasado los años y cuando miró a esos primeros momentos en Suecia creo que la razón de fondo era que Arturo Prat representaba para mí el símbolo del absurdo de como nos habían enseñado la historia de Chile.

Mi alma estaba en pleno estado de rebeldía al llegar a Suecia y rebelarme contra la típica mentalidad chilena por la cual tanto había sufrido era un deber moral de mi ser. Tenía que liberarse de esa mentalidad que me tenía atrapado y que en los últimos años solo había sido fuente de mucho sufrimiento. Y la historia de Arturo Prat como la gran leyenda de la historia militar de Chile era para mí el símbolo de una mentalidad que había que destruir y superar.

Llegar a una nueva civilización donde todo es diferente, donde no entiendes nada de lo que están hablando es como si te hubieras criado en una cultura donde no existieran los semáforos para cruzar en las calles. Y de repente estas ahí frente a unas luces rojas, verdes o amarillas y no entiendes nada que hay que hacer cuando una de esas luces se prende frente a ti. Nada es nunca más obvio, todo se ha relativizado.

Debiera ser una obligación constitucional de cada país el pagarle a todos los niños un viaje a una cultura que sea radicalmente diferente a la de origen. Donde todo sea diferente y nadie entienda una palabra de lo que hablan los habitantes de aquel país. Esos momentos en una cultura extraña pueden ser más valiosos para tu educación que 12 años de educación formal.

Al estar en una cultura extraña se despierta tu auto conciencia. No tienes otra. Comienzas a verte a ti mismo como nunca antes lo hablas hecho. Es una necesidad desesperada y a la vez de auto defensa de tu ser para poder comprender que está pasando y así volver a retomar un poco del tan necesario auto control.

Los primeros días en Estocolmo me sentía que era Alicia en el país de las maravillas. Todo era diferente, todo parecía ser más grande, todo era nuevoy yo seguía mirando para todas partes y no lograba encontrar las poblaciones donde vivían los pobres.

Y lo más extraño de todo en las primeras semanas en Suecia fue que no veía militares por ninguna parte. Eso no era normal. Algo extraño tenía que estar pasando. Para mí lo normal era ver militares en las calles, o escondidos en alguna esquina o donde fuera, pero una ciudad sin militares no era una ciudad para mí. Y por más que caminábamos con Patricia por Estocolmo no lograba ver ningún militar. Qué país más extraño!

Una de las primeras cosas que me fascinaron de la ciudad de Estocolmo fue su famosa ciudad antigua. Entrar ahí es como volver a la Edad Media. Me encantó la primera vez que camine por esas calles tan angostas. Fuimos a un café que estaba bajo tierra, era muy antiguo y la luz venía de velas que estaban por todos lados. Qué lugar más encantador. En esos momentos de estar ahí tomando un rico café me pasó algo muy especial, tuve la fuerte sensación de déjà vu, que yo había estado ahí en algún otro momento. Era como la sensación de llegar a casa. Era la primera vez que yo estaba ahí pero tenía la profunda sensación de haber llegado a casa.

He tenido esta sensación de déjà vu en otras ocasiones pero esta de la ciudad antigua de Estocolmo fue una de las más fuertes. Y esta experiencia ha hecho que se ha vuelto una rutina en mí el volver a esa ciudad antigua cada vez que puedo y simplemente caminar por sus laberintos, y perderme en ella. No hay placer más rico que perderse en esa ciudad llena de misterios. Perdiéndose es la única forma de encontrarse.

Fue pasando el tiempo y la nueva vida en Suecia iba estableciéndose, una nueva normalidad iba aflorando. Nos tomó tiempo sentir que ya éramos un matrimonio por todas las cosas que tuvimos que vivir. No era nada de fácil el enfrentarnos a todo el mundo por lo que habíamos hecho. Fueron momentos duros.

Pero seguimos adelante. Y en uno de esos momentos en que ya sentíamos que habíamos logrado una estabilidad como pareja nos decidimos por iniciar un tratamiento para poder tener un hijo. Y comenzamos el proceso, nos hicieron las respectivas pruebas. Y ahora estaba una nueva ilusión en nuestras mentes, un hijo o hija nuestro en el horizonte.

Un día domingo estábamos contentos porque encontramos un curso de meditación al cual podíamos ir y más encima era gratis. Hace varios meses que buscábamos un buen curso donde pudiéramos meditar juntos. Y ahora lo teníamos ahí.

Fuimos a la primera clase, todo bien, muy buena primera impresión. Y nos despedimos de la profesora con la promesa que vendríamos el próximo domingo. Nos fuimos a caminar un poco por Estocolmo, estábamos contentos, nuevas metas aparecían por nuestro horizonte. Comimos unas ricas hamburguesas. Y nos fuimos a casa.

Y el viernes de la próxima semana Patricia estaba muerta.


Esas vueltas de la vida que te dejan en estado de shock y que puede durar por muchísimos años. De pronto todo había cambiado. Ahora era la etapa de un profundo proceso de luto. La tragedia era ahora la realidad que había que enfrentar como fuera.

Después de un mes me llegó una carta del hospital donde me informaban el resultado de la autopsia y que había 2 tumores en su cerebro, y la muerte había sido por un derrame cerebral. Leí esa carta, estaba congelado por dentro, salí a caminar. Todo era como una enorme nube frente a mí. Momentos en que vi la muerte, mi propia muerte en la cara.

Aquí una parte de lo que escribí en mi Diario de Vida en aquellos momentos en que tuve que bajar a los niveles profundos del infierno.


Viernes 15 Septiembre 1995. Hoy ha muerto Patricia, hoy ha muerto tu cuerpo. Pero como tú sabes tu espíritu vivirá por siempre. Gracias por lo que me dijiste al salir de la sala en que hablaba con el Dr., y al estar caminando tratando de enfrentarme con toda esta verdad que es tan terroríficamente difícil de aceptar.

Sentí tu voz, tu espíritu y tu presencia dentro de mí que me llenaba de luz y de amor. Mi cuerpo entero está lleno de pena, de angustia y culpa y de un montón de cosas más que las resumo todas en la palabra “dolor”.

Pero mi espíritu está tranquilo. Necesito escribir todo lo que estoy viviendo, porque de lo contrario me volvería loco. Me imaginaba ahora de que estaba hablando con tu cuñada y le decía al oído de que estuviera tranquila, de que yo sabía de que tú estabas bien. No sé donde estas ahora, pero me imagino de que andas por estos lados. Te mando un beso.

Al salir de la sala de los doctores pensé de inmediato en la película “Ghost”. ¿Te acuerdas de que nos gustaba tanto el verla? Te quiero!

Patricia, ahora estoy en la misma sala en que el Dr. nos dijo de que tu cerebro había muerto. Quiero decirte tantas cosas.

Sabes perrita, nosotros jamás hemos sido de este mundo. El mundo siempre ha sido un lugar demasiado estrecho para nuestros espíritus sedientos de amor, de libertad, de paz, de Dios. Y esto le paso a tu cerebro ahora. Fue una masa de carne, de células y de otras cosas, demasiado estrecho como para que tu espíritu se pudiera deslizar libremente como tu tanto querías.

Estoy lleno de miedo escribiendo todo esto.

Si, puedo ver ahora tu cara como se pone contenta al sentir de que te voy a enviar mucho amor. Si perrita, te ayudare a que dejes este mundo con amor y oraciones, y muy buenas vibraciones. No tengas miedo.

Tú sabes muy bien que vas a la luz profunda. La buscaste toda tu vida en este planeta tan lleno de dolor y de conflictos.

Quiero decirte tantas cosas. Tu espíritu, gracias por todo el amor y la paz que me estas enviando. Quiero escribir un libro dedicado a ti y a toda tu vida y a todo tu espíritu.

Siempre fuiste dentro de ti una “chepita” tan rica, tan llena de amor y de cariño. Eras tan rica, querías tanto a los niños porque tú eras una hermosa niñita que lo único que quería era un poquito de amor.

Que me permitas escribir un libro donde yo le pueda contar a todo el mundo entero lo maravillosa que eras. Quiero poder decir muy claramente todo lo que tú pensabas, deseabas y en todo lo que creías.

Ahora estamos esperando el resultado de unas pruebas que te están haciendo. Pero el Dr. ya nos ha dicho que tu cerebro está muerto.

Es tan importante para mí ahora de que todo el mundo te conozca y sepa quién tú fuiste, y todo lo que sufriste y todo lo que deseaste en este mundo. Tú fuiste parte de este mundo. Quiero decir que el mundo es el culpable de lo que te pasa. Pero la verdad es que no estoy plenamente seguro de esto. ¿Sera acaso de que tú eras, pero tu cuerpo no te dejo ser? Me dan ganas de ya tener listo y terminado este libro para ti. Me acordaba hace unos minutos atrás de que en los primeros días en que empezamos a vivir juntos, tú me dijiste de que uno de tus mayores sueños de romanticismo era de que alguien algún día te dedicara un libro. “Dedicado a Patricia Aceituno, una hermosa mujer”.

Yo quiero ahora no solo dedicarte un libro, sino que escribir un libro para ti, y ahí en todas esas páginas contarle al mundo entero lo hermoso y lo trágico de tu vida entera. Tu eras una “chepita” llena de amor en un cuerpo de una mujer madura.

¿Dónde estás ahora Perrita? ¿Cómo te sientes? ¿Liberada? Gracias por toda esta visión de luz que tengo de ti en mi mente ahora y todo este día.

Estoy pensando en tu foto donde eras una niñita, la voy a guardar un tiempo, después la dejare ir. Ahora iré a caminar un rato, vamos conversando mientras camino por favor. Quiero abrasarte y darte mucho amor.

Perrita ahora estoy en nuestra casa. Te amo! Te quitaron el respirador artificial hace como una hora y media. Ahora son las 22, 30.

Vamos a despedirnos de una forma muy rica estos días. Voy el domingo a arrendar la película “Ghost”, y quiero vivir contigo todas esas emociones que los dos teníamos al verla.

Estoy escuchando ahora a J. M. Serrat y como tú sabes muy bien, basta escucharlo un momento y me tranquilizo y todo vuelve a la normalidad.

Voy a ver tv ahora, y en mi mentetú donde quieras que estés, estaremos en paz amor y harmonía. Te quiero!


Sábado 16 Septiembre. Perrita ahora estoy en la biblioteca de Södertälje. Vine a buscar mis lentes. ¿Cómo estás? ¿Te sientes tranquila? ¿Cómo te has enfrentado con el miedo? ¿Has tenido fuertes vivencias?


Jueves 21 Septiembre. Vengo ahora de la funeraria. No me siento bien.


Viernes 22 Septiembre. Son ahora las 04,00 del viernes. En dos o tres horas más se cumple una semana de que Patricia murió.

Ahora estaba leyendo el libro “Los Versos Satánicos” y sentí miedo, porque estoy leyendo el ultimo capitulo donde se habla de la muerte del protagonista. Me impactó la imagen y la visión de Patricia sufriendo y teniendo el mismo terror al ver su propia muerte delante de ella, tal como ahora Salman Rusdhie lo relata en su libro.

Son ahora las 21,07 de este viernes. Hoy ha sido un día muy intenso. Todos mis días de esta última semana han sido muy intensos.

Hoy se cumple una semana de que Patricia murió.

Vengo ahora de la piscina y hoy es el día en que la piscina esta arreglada con música para relajarse y velas, con un estilo entre romántico y espiritual. Me pasaron muchas cosas en esta ida a la piscina.

Lo que más estoy sintiendo por estos días es la profunda soledad. El sábado pasado cuando leía sobre el proceso del luto y lo que pasa con uno cuando se pierde a un ser querido, nunca me imaginaba que era tan verdadero eso que hablaba la escritora sobre la terrible soledad que se sentía.

Se me hizo tira todo. Todos los planes, todas las imágenes del futuro, todo lo que le daba sentido al estar aquí en Suecia.


Sábado 23 Septiembre. La verdad es que quede picado ahora al escribir unas tres páginas del libro ”Patricia”. ¿Cuál es el problema Luis?

Son todas estas emociones tan contradictorias que tengo.

Me gusta escribir con el estomago, tirar todo el vomito al tiro afuera.

Es que tengo tantos mundos dentro de mí, que siento por dentro como que hubiera vivido muchas vidas paralelas a esta.


Lunes 25 Septiembre. Anoche en el sueño estuvo presente Patricia.


Domingo 1 Octubre. Fui a la misa de Patricia en la mañana. Estuvo muy linda y me emocioné mucho. Me puse a llorar cuando la nombraron. Además de que el tema de la misa fue sobre los niños y eso me emocionó mucho.


Jueves 5 Octubre. Mi vida es una novela.

Al escribir todos los días mi Diario de Vida voy construyendo la gran novela de mi vida, mi propia vida.

Pero es claro que desde que mañana se produzca el entierro de Patricia voy a tener que ser muy fuerte para soportar y reaccionar bien y positivamente frente al golpe en la cara que la realidad me va a dar mañana.

Me cuesta mucho entender que Patricia está realmente muerta. Todavía tengo bien fuerte metida dentro de mí la ilusión de que en cualquier momento me voy a encontrar con ella. Que ella va a resucitar, esto es lo que pensaba recién.

En estos días estoy sintiendo el impacto de la soledad profunda. Aquí en Suecia se siente demasiado grande el Universo como para vivir el día sin planes ni proyectos. Es demasiado grande el espacio, y aquí uno se da cuenta de lo que es caer en los hoyos negros que hablaba Einstein.

Estoy ahora en Södertelia en mi primer encuentro literario.

Excelente, ahora me pongo en serio a realizar mi sueño de ser un escritor. Estoy muy contento porque me han invitado ahora a ir a hablar a dos radios. Sí, me hubiera gustado mucho el que Patricia hubiera estado hoy día aquí conmigo.

Ya me están dando resultados mis esfuerzos. Qué rico! Estoy contento y orgulloso de mí.


Viernes 6 Octubre. Bajar a las profundidades de mi Ser y de mi Conciencia, y arreglar lo que haya que arreglar ahí.

Domingo 8 Octubre. Tuve ahora esta pesadilla donde veía a Patricia gritando en el auto en que la llevamos al hospital de Södertelia. Me imaginaba los terribles dolores que le tiene que haber generado esa situación en que su tumor lo tenía ramificado, y me imagino los horrores que ella tiene que haber sentido en el último día de su vida.

Qué huevada más terrible!


Domingo 15 Octubre. Vengo del cementerio. Estoy choqueado. Fue muy fuerte el impacto de darme cuenta de que es cierto de que Patricia está muerta. Es la primera vez que veo su tumba.

Hoy se cumple un mes de su muerte.

Tenía mucho miedo de ir al cementerio. No quería ir. Quería evitar el sentir ese dolor que de hecho lo sentí, y bien fuerte.

Al estar frente a su tumba me dieron ganas de salir arrancando. Y así convencerme de que no es cierto de que Patricia está ahí adentro.

Traté de imaginarme varias veces como estaba Patricia ahí dentro de la tumba. Y me la pude imaginar. Vi su cuerpo en mi mente. Su cara. Pero me parecía tan irreal todo, ya que sentía a Patricia tan fuerte dentro de mí que me resulta a veces increíble e imposible el aceptar que todo esto es real.

Y otra vez volví a sentir miedo al darme cuenta de lo real que son mis pensamientos y todo lo que me pasa.

Voy a pintar mejor ahora.

Ahora estoy en el centro de meditación. Ahora ya me siento mejor aquí en este lugar. Me sentí realmente solo en esta tarde de domingo.

Lo que pasa es que es muy duro el vivir solo y el soportar todo el dolor de la realidad de la muerte de Patricia. Se me hace todavía muy increíble el pensar y el aceptar de que es cierto de que ella está muerta.


Jueves 7 Diciembre. Hola mi Perrita! ¿Cómo estás? Hace tanto tiempo que no conversamos. Pero ahora mi amor empezamos de nuevo a estar juntos a través de estas palabras. ¿Dónde estás? ¿Todo se ha ordenado ya?

Quiero contarte mi perrita de que yo he cambiado mucho el último tiempo. Y una de las razones principales del porque había dejado de escribirte era esta, desde hace un mes que he venido sufriendo una transformación terrible e increíble. Entonces no tenía fuerza para poder escribirte. Y además de que el dolor que sentía al escribirte era demasiado fuerte. Era demasiada la tortura.

Pensaba ahora de que si alguien leyera esto que escribo, creería que le estoy haciendo una carta a mi esposa que está de viaje. Es que la verdad es esta la sensación que tengo ahora. No puedo creer todavía mi amor de que tú estés muerta. Pero quizás hay algo hermoso en todo esto, el que sabemos de que siempre estaremos unidos y en contacto. ¿Pueden morir los sentimientos? ¿Qué es la muerte sino una transformación de la materia?

Necesitaba tanto el volver a conversar contigo, pero tenía miedo porque cuando te escribía antes había sentido demasiado dolor y angustia. Y tenía mucho miedo de que pudiera volver a sentir lo mismo. Pero ahora ya me siento más maduro y mi idea es que ahora podamos empezar a conversar con alegría y mucho amor.

Tengo ahora al lado del computador en que te escribo una foto hermosa de ti. Es aquella foto que te sacaron en la escuela donde estudiabas para ser auxiliar de enfermería. Te ves tan linda. Tienes una carita tan especial, tan llena de dulzura. Sí, me siento muy contento ahora mi Perrita porque he vuelto a tomar contacto contigo. Te necesito tanto.

Quería olvidarte y empezar a hacer mi vida completamente de nuevo. Y dejar de sufrir por toda tu muerte y todo lo que eso ha significado. Muchas veces hubiera querido que jamás te hubiera conocido, que toda la vida que hicimos juntos hubiera sido solo una mala pesadilla y nada más. Por eso es que no te había escrito mi Perrita.

Pero por estos días he descubierto de una forma muy fuerte de que en la escritura hay un mundo aparte. Al escribir uno puede comunicarse con todos los planos de la existencia. Al escribir uno puede entrar al mundo de la magia y del misterio. Y es por eso de que ahora me he llenado de confianza de que a través de este mundo de la escritura podremos tener un contacto por el resto de mi vida aquí en este planeta.

Te quiero proponer algo mi Perrita; ¿Quieres que seamos siendo esposos para siempre en este mundo del espíritu? Gracias mi Perrita!!! Te amo!! Hoy nos hemos casado de nuevo, hoy nos hemos encontrado de nuevo. Estoy muy contento, te he recuperado mi Perrita.

Mañana es el cumpleaños de John Lennon, y voy a ir al cementerio donde está tu hermoso cuerpo y dejare dos ramos de flores. Uno para ti y el otro en honor de nuestro querido amigo J. Lennon, el cual tanto nos hizo llorar de alegría y de amor.

Hoy ha salido el sol en mi vida de nuevo mi Perrita, y por “coincidencia” también ha salido el sol ahí afuera.


Martes 12 Diciembre. Hola mi perrita, ¿Cómo estás?

Te hecho tanto de menos! Quiero contarte lo que me ha pasado hoy. Son ahora las 21,41 horas y vengo llegando de la biblioteca de Huddinge. Hoy en la tarde me sentía muy mal, deprimido y con una terrible angustia. Estuve toda la tarde escribiendo mi diario de vida, pero no podía conseguir sacarme de encima toda esta angustia que me tiene prisionero total. Me fui a la biblioteca con la ilusión de que en el camino se me iba a pasar todo este dolor que aprisionaba mi alma. Y en la biblioteca me puse a leer en forma desesperado un libro que hablaba de la angustia con la esperanza de que ayudara a sentirme mejor. Pero la verdad de que después de estar en la biblioteca más de 1 hora y media, no logre sentirme mejor. La angustia seguía cubriendo todo mi cuerpo. En este ánimo me decidí por irme a comer una hamburguesa en un local cerca de la estación de trenes. Y ahí mientras comía me puse a leer un libro que traje de la biblioteca que es escrito por una sicóloga de Suiza y habla sobre el proceso de sanación cuando uno pierde a un ser querido como me ha pasado ahora contigo mi perrita.

Y después de leer más de 30 minutos este libro me dieron unas ganas inmensas de ponerme a llorar en ese local. Me di cuenta muy claramente lo que me ha estado pasando en los 2 últimos meses: he estado negando el hecho concreto de que tú has muerto.

Y para poder negar tu muerte, mi querida perrita, me había convencido de que todos mis problemas se debían a mis problemas de antes que yo tenía con mis padres en Chile, pero que no tenían nada que ver contigo y tu muerte. Que yo había sido extraordinariamente fuerte y que había superado el shock de tu muerte en forma muy rápida e increíble. De que era un súper hombre y que ya no había ningún problema.

Pero ahora en este restauran me di cuenta de que te hecho más de menos que nunca. Tengo tantas ganas que todo vuelva a ser como en aquellos momentos tan ricos que vivimos juntos. Tengo ahora a mi lado tu hermosa foto, te ves tan bonita en ella. Nuevamente he vuelto a sentir esta alegría tan rica de poder volver a conversar contigo mi querida Patricia.

Si, perrita, me ha pasado esto ya varias veces de que de repente me doy cuenta de que estoy negando que tu estas muerta y todo lo que eso significa en mi vida, y en esos momentos paradoxalmente siento una muy rica alegría porque de una u otra forma he vuelto a tomar contacto contigo. Pero a la vez me sucede de que el dolor es paralelo a esa alegría que siento, y esto me hace de que al otro día evite por todos los medios el volver a pensar en ti de esa forma. Y también hago lo posible por no tener tiempo para sentarme a escribirte.

Dolor. De esto se trata lo que me pasa mi perrita. Se me ha hecho demasiado doloroso el siquiera pensar con claridad el que tu estas muerta.

Ahora al bajarme de la micro se me ocurrió la idea de ponerle a este libro el título de “Cartas a Patricia”. Y no como había pensado antes “Patricia” porque necesito no sólo escribir de ti, sino que también necesito dramáticamente conversar contigo mi perrita. Y pienso que a través de estas cartas nos comunicaremos en forma excelente. ¿Te parece?

Muchas personas se van a inspirar con nuestra historia. Tú me salvaste a mí de la muerte, y tú eras para cada persona que te conocía un ejemplo de muchas cosas. Por sobre todo de coraje. Coraje es para mí la palabra que mejor te describe. ¿Cuántas barreras imposibles tuviste que cruzar? Te amo mi perrita.

Que imagen más hermosa aquella que tú me contacte cuando fuiste a Chile después de 6 años de haber vivido aquí en Suecia y fuiste a comprar a ese supermercado de Quilpué. Y ahí te encontraste con ese niño que estaba trabajando, ese niño que tenía que arreglar los paquetes de los clientes, él trabajaba ahí para poder juntar dinero para su uniforme escolar.

Pero en tu mente estaba la pregunta de cómo era posible de que un niño de esa edad, un niñito que debería estar jugando con sus amigos a la pelota o la escondida, estuviera ahí trabajando a esa horas. Y te pusiste a llorar, pero como siempre nadie te entendió.

Llorabas y llorabas porque no podías creer que fuera posible esto que estabas viendo, de que en Chile muchos niños tenían que trabajar para poder tener la ropa para la escuela. Y tú pensabas en el jardín infantil en el cual trabajabas aquí en Suecia, donde los niños tenían de todo lo que necesitaban y de lo que no necesitaban. Y sacaste un billete de esos de los grandes de Chile y se lo regalaste a ese niñito. El te miraba con una tremenda cara de sorpresa, no sabía que decirte pero estaba contento y tú también.

¿Cuántos niños recibieron tu amor? Muchos (entre todos ellos también estoy yo).

Te quiero mi perrita, mañana seguiremos conversando. Chao!


Jueves 14 Diciembre. Hola mi amor, ¿Cómo estás? ¿Quieres que te cuente la verdad? Estoy muy triste, te echo mucho de menos. He llorado casi toda la mañana. Necesito verte, hablar contigo, sentirte, tocarte, acariciarte, hacerte el amor.

Es que todo se ha vuelto tan absurdo ya. ¿Cómo pueden tener ahora sentido todos los planes que antes tanto me entusiasmaban cuando ahora tu muerte me ha demostrado que no somos nada y que todo es una gran ilusión?

Te busco y te busco por todos esos lugares que antes era rutina que visitáramos. Ayer por ejemplo fui al centro de la comuna de Hallunda, y de repente me di cuenta que estaba mirando para todos lados como si estuviera esperando a alguien … sí, pero tú no estabas en ninguna parte. Que dolor más grande el tener que verme obligado a aceptar que es verdad de que no te podre ver nunca más … No, no lo puedo creer ni aceptar.

¿Por qué te fuiste? (perdóname perrita que me ponga egoísta ahora pero no puedo aceptar de que te hayas ido …)

Me gustaría tanto el que me llamaras por teléfono un día de esto y me dijeras de que vas a venir a esta realidad terrenal a estar conmigo un mes para que podamos despedirnos, amarnos, acariciarnos, morirnos de la risa de todo y de todos (como lo hacíamos antes).

En estos momentos estoy llorando, es una mezcla de alegría y de miedo. La alegría de poder volver a sentirte profundamente en mi fantasía, y el miedo de perderme en esta fantasía y enfermarme por no querer comprender de que sólo estas en mi fantasía. Pero no importa, seguiré disfrutándote en mi fantasía hasta que sea el momento justo y adecuado de despedirnos realmente uno del otro.

¿Te imaginas Perrita que tuviéramos un mes enterito para poder despedirnos realmente y con todo el amor que soñamos siempre? ¿Dónde te gustaría ir? ¿Qué te gustaría hacer? A mí me gustaría que por lo menos unas dos semanas me invitaras a esas comidas tan ricas que tu hacías. Y por qué no, de postre podríamos ocupar la mesa de la cocina para amarnos hasta que no demos más de cansancio y sueño … Buena idea!! … sabía que te iba a gustar.

Imagínate que pudiéramos caminar otra vez por las calles de Estocolmo tomados de la mano, abrazados como esos osos de la postal que me regalaste para mi cumpleaños. Seriamos por un mes enterito unos verdaderos niños, verdaderos niños que vuelven a nacer.

Podríamos hacer una revolución … La revolución del amor. La revolución del darse cuenta de que lo más importante en la vida es la vida mismay por lo tanto hay que cuidarla … comprarnos un micrófono y ponernos a hablar en las calles de Suecia (y de otros países, ¿por qué no?) de que en los niños tenemos la oportunidad de liberarnos de la neurosis a escala planetaria que nos afecta hoy. Que el amor es más importante que el poder, porque el amor es el único poder real que hay. Te imaginas, por un mes los dos como siempre quisimos ser!

¿Me han servido de algo todas las pruebas que tuve que dar con tanta angustia en la escuela? La verdad es que no. Lo único que me ha servido ahora que tú te has ido es mi rebeldía frente a la escuela como institución y a ese racionalismo que niega lo que realmente somos, Espíritus.

Te amo Perrita!!!


Martes 19 Diciembre. Hola mi perrita! ¿Cómo estás? Un abraso mi perrita primero que nada.

Necesito conversar mucho contigo mi perrita. Lo que pasa mi amor es que se me ha hecho muy difícil el poder integrar la realidad de tu muerte. Muy por dentro de mi niego rotundamente esta realidad, de que tú no estás más aquí conmigo y de que no te veré nunca más. Y he tenido que pagar esta negación interior con una muy fuerte depresión en estas dos últimas semanas.

Pero ya me he dado cuenta de que es hora de que empiece a trabajar en forma seria en el poder aceptar la realidad de que tú has muerto mi perrita. He llegado a entender también de que este canal de comunicación que tenemos los dos, no puede durar por toda la vida.

Si, estoy seguro de que tú me comprenderás muy bien todo esto que te quiero decir, de que tenemos que prepararnos para despedirnos definitivamente. Ahora no puedo seguir escribiéndote perrita porque estoy congelado por dentro con todo esto de la realidad de tu muerte.

Te doy un abrazo … te quiero …


El proceso de Renacer


Después de la muerte de Patricia comprendí muy bien las palabras de Dante Alighieri en su gran libro ”La divina comedia” … “A la mitad del camino de nuestra vida, me encontré en un bosque oscuro …”.

Después de la muerte de Patricia comenzó un largo y muy doloroso proceso de luto. Fue el momento en mi vida en que me vi enfrentando al dilema de mi vida, o iba a las profundidades del infierno que describía Dante y me enfrentaba a los demonios que habitaban ahí o me negaba a ese trabajo de luto y simplemente moría o seguía viviendo pero muerto en vida.

No tenía otra alternativa. Y tomé la gran decisión de enfrentarse con el dolor y angustia acumulados en mi ser por siglos estelares. Y el viaje al fondo del infierno fue duro, muy duro. Y a la vez fue un viaje con momentos llenos de éxtasis. Y cada uno de esos momentos de éxtasis eran como un pago por miles de otros momentos de dolor. Pero valían la pena, cada momento de éxtasis en el proceso de luto me daba una enorme fuerza para seguir adelante. Me daba una sensación de paz y confianza que había tomado la decisión correcta.

Estar en luto por la muerte de un ser querido es como de pronto estar viviendo en otro planeta. Ya nada de lo que antes era tan normal y obvio lo era más. Las leyes de la naturaleza parecen haber sido cambiadas de un momento a otro.

Hay una siquiatra de Suiza que ahora quiero expresarle mis gracias, Verena Kast ha escrito un gran libro que en sueco se llama “Att sörja”. Un gran libro que describe de una manera fascinante lo que va sucediendo en la persona que está viviendo un fuerte proceso de luto. Ese libro fue un faro que iluminó mi camino en esos momentos que fueron siglos donde tantas veces pensé que no sería capaz de superar esos dolores que amenazaban con hacerme tira.

Fue también otro libro al cual le debo la vida, “El grito primario” de Arthur Janov. Estos dos libros me guiaron por el viaje al infierno y gracias a ellos nunca estuve solo hasta en los momentos de más profunda soledad. Esos dos libros hablaban del factor central en todo este viaje de la vida, el dolor y que hacemos con él.

Ese es el centro de toda la existencia, el dolor es la palabra clave en toda esta historia como humanos que estamos viviendo en este planeta. Y para el dolor la cultura consumista en que vivimos ha encontrado lo que parece la solución ideal, pastillas. Drogas que van directo a los lugares donde se produce el dolor en tu cerebro y lo tranquilizan por algunos momentos. El problema es que esa solución no funciona más que en el caso de momentos. Pero no te da ninguna solución a largo plazo ni te ayuda para nada a entender que es el dolor y como marca todo lo que es tu vida y lo que da vueltas por tu interior.

Esos dos libros confirmaron mi dolor. Ya no necesitaba sentir vergüenza porque tenía mucho dolor y angustia por todo lo que había vivido y más ahora que estaba en pleno proceso de luto por la muerte terrible de mi esposa. Ahora era legítimo sentir ese dolor y a la vez una sensación de dignidad al no negar mi verdad interior. La dignidad de seguir caminando hacia adelante y seguir pensando lo que pienso a pesar del dolor que amenazaba con partirme en dos. La dignidad de ser uno mismo aunque eso te cueste viajar a las profundidades del infierno de Dante.

Nunca olvido la noche clave en que tomé en profundo la decisión de seguir viviendo. Desperté una noche con mucho dolor en todo el cuerpo. Fui al baño y sentía que ese dolor sólo crecía y ahí cerré mis ojos, pensé en mi hija y en mis proyectos de escribir libros y me prometí a mi mismo que seguiría adelante y superaría estos momentos de infiernos en que ahora me veía obligado a vivir.

En esas lecturas de aquellos libros hermosos fue quedando muy claro al poco tiempo que en el fondo había una sola forma de superar ese dolor, enfrentarlo cara a cara y sentirlo con mi auto conciencia e integrarlo en mi ser. Ese dolor tenía una historia. Tenía una razón de ser. Ese dolor no venía de otro planeta. Había una razón del porque ese dolor y angustia se había acumulado dentro de mi cuerpo y ser.

En esos momentos de viaje al infierno se hizo cada vez más clara y fascinante la visión de los budistas. Ellos siempre han dicho que la piedra fundamental de la existencia humana es el dolor. De ahí parte todo. Nacemos con dolor, gritando y llorando. Y vamos por la vida acumulando mucho dolor, unos más que otros, pero en el fondo todos van acumulando un verdadero conteiner en sus espaldas del dolor acumulado por todo lo que han tenido que vivir.

Pero los budistas no solo fueron brillantes en el análisis del dolor como fundamento de la existencia humana, sino que también han planteado una solución. La meditación y el desarrollo de la auto conciencia es la clave para enfrentarse a ese dolor y transformarlo en una energía positiva al servicio de la vida.

Pronto todo estaba muy claro para mi, el desarrollo de mi auto conciencia era el camino. No había otra solución.

Pero el camino a la conciencia no es gratis, no se pueden comprar billetes baratos en ninguna parte. Se consigue sólo trabajando muy duro.

De pronto había una profunda esperanza frente a mí. La ilusión de que era posible dejar de sufrir. El dolor podía ser transformado en energía positiva. Era posible volver a vivir después del viaje al infierno.

Comenzó la vida en Suecia como viudo a los 29 años, no era algo normal ser viudo a tan temprana edad. Pero esto no era extraño en mí, toda mi vida había sido algo que rompía con la norma. Nunca había encajado en esos moldes de lo que era normal. Y las varias veces que trate de ser normal no me resulto, era la experiencia más aburrida que había conocido. Y después de todos los adultos normales que había conocido, esa palabrita “normal” comenzó a ser sinónimo de estar muerto en vida.

Ser normal era todo lo contrario a la vibración de energía auto consciente que era la vida. Ser normal era en el fondo una negación de la vida misma. Era la negación de la creatividad que significaba estar vivo. Ser normal era la cárcel en que la mayoría de los seres humanos vivían sus vidas cotidianas.

En esos momentos en que la vida muestra sus extremos te das cuenta que no has aprendido nada en la escuela. Nunca nadie te había dicho nada de cómo enfrentar el dolor de una manera constructiva. Habías aprobado todo lo que habías estudiado pero no sabías nada de la vida y sus fundamentos.

Dolor y conciencia se convertirán en esos momentos en los pilares de la existencia. Y lo peor era negar esa realidad tan clara y concreta. Lo mejor y más inteligente era reconocer esa realidad del dolor que estaba ahí y te inundaba y hacer algo constructivo con ese fenómeno clave de la existencia.

Con el paso de las semanas y meses me fui dando cuenta que en medio de toda esta tragedia tenía la gran oportunidad de mi vida de aprender que es la conciencia. Tenía la conciencia ahora a flor de piel y era como que tenía el mejor profesor de filosofía ahí, delante y dentro de mí. Era un viaje de aventura al interior profundo. Se trataba de dejar fluir la energía interior de mí ser y confiar que me llevaría a buen puerto. Pero no era fácil. Era un viaje muy aterrador, piensa que estuviera equivocado y muriera de un momento a otro.

Pero ya no había nada que perder. Estaba sintiendo la angustia de la muerte y el dolor me inundaba entero. Lo mejor era en esos momentos intentar otra vez ser libre y confiar que la fuerza y sabiduría de la conciencia te guiaría.

Fui por una serie de vivencias en este largo proceso de luto. Algo que me impresionó mucho fue la profunda sensación de como haber envejecido 100 años. Tenía la sensación que ahora a mis 29 años al quedar viudo podía entender cómo se sentía y pensaba un anciano. Era cómo que la muerte de Patricia me hizo dar un salto en el horizonte y ahora podía sentir todo aquello que sentían esas personas que estaban al borde de la muerte.

Me acuerdo muy bien de aquella tarde en que salí a caminar y veo a unos metros a un anciano, se veía muy viejo y caminaba con dificultad, como que llevaba un muy pesado equipaje en sus espaldas. Era la misma imagen que tenía de mi mismo en esos momentos. El equipaje que llevaba en mis espaldas había sido muy pesado y ahora estaba en esos momentos extremos de la vida.

Así cómo estos momentos llenos de dolor fueron muy largos también llegaban esos momentos de un profundo placer en este proceso de luto. De pronto me di cuenta de la pauta de conducta que tenia la vida misma en estos procesos en que se estaba luchando con un dolor profundo. Por cada proceso de revivir el dolor en forma consciente y que se lograba sobrevivir venía como recompensa un profundo sentido de alegría, de verdadera éxtasis por estar vivo. Poder respirar, sentir, pensar … ya nunca más eran cosas que se tomaban por obvias y no merecían ninguna reflexión. No, ahora era todo lo contrario, el respirar, sentir y pensar se habían vuelto en verdaderos milagros. Eran un verdadero misterio.

Con el proceso de luto por la muerte de Patricia me sucedió lo mismo que al ciempiés en su famoso encuentro con la hormiguita. Esa hormiga no podía más de fascinación al observar todos los días cuando pasaba el majestuoso ciempiés caminando muy cerca de ella. ¿Cómo diablos lo hace este para poder caminar … cómo sabe cuando la pata 45 o la 87 tienen que dar un paso? Y la hormiguita no encontraba respuesta y su fascinación sólo aumentaba. Hasta qué no soporto más y se acercó al señor ciempiés y le preguntaseñor, disculpe pero no puedo entender como usted sabe qué pie tiene que dar un paso al caminar, teniendo tantos … ¿cómo se las arregla?

Y el pobre ciempiés quedó en estado de shock. Jamás en su vida se había preguntado algo semejante. Todo en su vida había sido un caminar con sus majestuosas pies sin nunca jamás preguntarse qué pie tenía que dar el paso o si el 89 tenía que hacerlo más rápido que otro.

Ahora de pronto este señor se ha hecho auto consciente y ya no sabe cómo diablos se camina. ¿Qué pie tengo que poner primero, y después que pasa si los otros pies no me siguen? Había llegado el tiempo de la filosofía. Ya la vida no era posible sin la auto conciencia que se alimenta de filosofía.El majestuoso señor de los ciempiés tenía que aprender a caminar de nuevo.

Cuando se despierta la auto conciencia es como que por primera vez abres los ojos y ves. Es la experiencia de la vida. No es casualidad que es una experiencia muy contada y repetida en enfermos de cáncer u otras enfermedades terminales. Producto de la experiencia de ver la muerte en tu cara se aparece por fin en tu vida tu propia cara. Se caen las máscaras que te han obligado a llevar para poder cumplir el requisito de ser un miembro de la sociedad. Y cuando esas máscaras ya no te aprisionan aparece delante de ti la vida en la que has estado metido por ya tantos años y no tenías idea que estabas viviendo.

A medida que iba sobreviviendo el largo y tortuoso proceso de luto las pequeñas cosas se convirtieron en las más importantes. Como por ejemplo la típica historia ya contada por muchos sobrevivientes de lo que significa de pronto el tomar una rica taza de café calentito. Era como un verdadero acto de meditación.

Sentir el aroma sabroso del café era como una prueba, una confirmación que estaba vivo. Ese aroma era la vida misma. Si había sentido en plenitud la total falta de sentido que se vive al morir un ser querido, esa sensación que te paraliza de que nada en el fondo tiene sentido, después de esas vivencias el disfrutar de lo que uno pudiera comer o beber antes que te murieras era como un deber sagrado.

¿Qué sentido tenía sufrir tanto, si después te mueres y nada importa? ¿Por qué mejor no aprovechar de disfrutar de estas magias que tiene la comida?

Era cómo que volvía a nacer. Siguieron pasando los meses y volvía la hermosa esperanza a mi ser y  me decía en mis oídos que era posible superar este luto y volver a vivir. Ahí era como que entendía que tendría que criarme de nuevo. Ahora la auto conciencia se convertía en los nuevos padres del ser que estaba naciendo del dolor.

Me recuerdo de un día escuchando la radio nacional de Suecia y estaban entrevistando a una psicóloga inglesa que vive hace muchos años aquí. Ella ha escrito varios libros y una vez tuve el placer de escucharla en directo. Se trataba de su nuevo libro y hablaba justamente de una escena que para ella representaba lo mejor de ese libro, lo mucho que ella amaba ir a uno de esos muchos cafés que hay en la ciudad, sentarse afuera y comprar un café y estar ahí por unos largos momentos disfrutando y simplemente mirando como la gente pasaba a su alrededor. Que muchas veces con ese simple café ella había tenido verdaderas vivencias religiosas de éxtasis.

Sentía que la entendía perfectamente en lo que estaba tratando de explicar al periodista que parecía no entender nada.

Poco a poco la nueva vida en Suecia comenzó a tomar forma y sentido. Algo que fue muy valioso en esos tiempos de luto profundo fue el haber encontrado un grupo de chilenos que hacían radio. Publiqué un libro llamado ”Seres Humanos” y fue en una presentación de ese libro en que hice unas lecturas que conocí a un chileno que fue muy importante en esos momentos de caminar por el bosque oscuro. El hacía muy buenos programas de radios para la comunidad de chilenos y latinos en Estocolmo. Y me invitó a una entrevista en su programa sobre el libro y mi pensamiento. Fue un momento muy valioso para mí. La entrevista salió muy bien y después me invitaron a trabajar con ellos en su radio. Y así estuve haciendo mis primeros programas de radio en Estocolmo.

Fue un gran equipo que logramos reunir en esos momentos del año 1996 y 97. En esos tiempos no teníamos Internet, el que había era sólo algo exclusivo para un pequeño grupo. Aún no era algo masivo como lo vino a ser después. Y en ese contexto las radios de inmigrantes jugaron un papel central en la vida cotidiana de muchos inmigrantes.

Al mirar para atrás parece increíble el ver como la tecnología ha cambiado nuestras vidas como inmigrantes. Recuerdo muy bien la terrible tristeza que tenía dentro de mí al llegar a Suecia por el hecho concreto que jamás podría volver a escuchar mi radio favorita en Chile, Radio Cooperativa. Y tampoco podría seguir más aquello que tanto me gustaba de Chile como eran su vida política y cultural. Porque a pesar de todo lo herido que estaba con Chile, lo que pasará en su vida política me era de la mayor importancia.

Buscaba una y otra vez en mi radio de ondas cortas alguna radio que estuviera transmitiendo desde Chile. Pero no había nada.

Llegaban a unas bibliotecas de Estocolmo unas revistas y diarios de Chile, pero siempre muy atrasados. Pero igual los prestaba para la casa y me los leía enteros hambriento de poder tener una mejor comprensión de lo que estaba sucediendo en el país que había dejado.

No es fácil la vida como inmigrante. Y en esos primeros momentos tenía la muy rara sensación que estaba cerca de Chile, como explicarlo mejorla sensación de distancia no era tal en mi cabeza. Sabía muy bien lo lejos que ahora estaba, era el otro lado del mundo. Eso lo tenía muy claro intelectualmente. Pero eso era lo racional. Pero en lo emocional sentía que no había tal distancia. Era cómo que aún podía sentir que sí quería tomaba la micro y me iba a dar una vuelta a Chile. Como en aquellos momentos en la universidad en que me sentía mal y aburrido y tomaba la micro y me iba a dar una vuelta a San Antonio.

Me tomó mucho tiempo el darme cuenta emocionalmente que estaba al otro lado del mundo. No es chiste lo que te digo ahora, es literalmente … a mi cuerpo le tomó cerca de 24 horas llegar a Suecia, a mi alma le ha tomado cerca de 20 años el poder llegar aquí. El cuerpo y alma viajan en dimensiones diferentes del tiempo.

Esas radios en español en Suecia han sido muy significativas en la vida cotidiana de muchos inmigrantes o exiliados. Me impactó en esos tiempos de radio la gente que llamaba al teléfono a expresar sus comentarios por lo que estábamos diciendo en los diferentes programas, me impactó la soledad que había en esas voces.

El tema de la soledad al vivir en Suecia era un tema recurrente en cada vez que nos juntábamos a hacer radio. Y ahí veíamos un sentido muy fuerte del porque era aún necesario e importante seguir con nuestros programas. Había mucha gente por ahí que estaban solas en sus departamentos sintiendo angustia y la voz de la radio en idioma español llenaba esos momentos.

En esos días de radios escuchaba relatos de gente ya mayor que vivía en Suecia y que nunca había podido aprender el idioma sueco. Y eso hacía que la cultura sueca fuera algo totalmente extraño, incomprensible. Y aquí la radio en idioma español era clave para poder darle sentido a sus vidas de cada día, tenían la información de lo que estaba sucediendo tanto en Suecia como en Chile.

Pero como todas las cosas son complejas y nada es lineal, llegó el momento en que comencé a cansarme de estas radios. Con todo el respeto que les tenía y admiración a muchas personas que había conocido ahí, llegó el momento en que sentí que debía dejar eso y seguir adelante buscando mi propio camino.

Había un conflicto fundamental entre estas radios y mi pensamiento. Se trataba de la actitud con Suecia y el nuevo mundo. Sentía que estas radios se estaban convirtiendo en un obstáculo para la integración en Suecia. Estaba bien todo el ánimo de informar de lo que pasaba en Chile pero ahora estábamos viviendo en otra realidad y eso exigía una actitud diferente.

No quería escuchar más todas esas historias de que los tomates en Valparaíso eran gigantes y de un sabor que jamás nunca se ha conocido en Suecia. Estaba harto de esa idealización de lo que era Chile y de toda la palabra negativa contra Suecia y Europa.

Ese momento fue difícil porque no quería romper con ese grupo que me daba un sentido de comunidad. Pero al mismo tiempo sentía que debía seguir adelante, buscar y descubrir nuevos horizontes.

Hay una gran diferencia al ser inmigrante en una cultura con una raíz cultural e idiomática similar a la de tu país de origen. Es como he escuchado historias de chilenos viviendo en Italia por ejemplo que después de un tiempo de vivir ahí ya hablan el idioma como si fueran italianos. Y la vida cotidiana se integra mucho más fácilmente con la cultura de origen. Pero algo muy radicalmente diferente ocurre cuando el lugar de inmigración es una cultura totalmente distinta. En Suecia tengo la eterna sensación que entré más tiempo se vive aquí más extranjero me siento y me tratan.

El idioma sueco es terriblemente difícil de aprender bien, sobretodo en el sentido de la pronunciación. Y aquí hay factores biológicos que entran en juego, hay una frontera biológica que va como hasta los 14 o 15 años. Si aprendiste el idioma después de esa edad es casi imposible que puedas llegar a sonar como una persona nacida en Suecia. Puedes llegar a dominarlo muy bien en la gramática e incluso comunicarte muy bien y entender casi todo lo que dicen. El problema es otro y está en cómo suenas. Ahí seguirás siendo extranjero por el resto de tu vida.

Y es lo que me pasa. Puedo leer y entender casi todo lo que se dice en sueco. Escribir aún tengo problemas. Pero sigo sonando como latino al hablar, y en especial sigo sonando como chileno al hablar. Y no suena bien. Suena como una mala imitación del idioma sueco. Y esto hace que no importa cuántos años lleves aquí, igual seguirás siendo tratado como emigrante porque al abrir la boca te delatas.

Entre las cosas que me fascinaron al llegar a Suecia fue el bosque que estaba metido en medio de la ciudad. Vivíamos en el bosque, literalmente, rodeados de bosque. Y ahora donde vivo es aún más, miro a través de Internet donde vivo y mi edificio se ve rodeado de bosque. Esto nunca lo había vivido antes. Los bosques para mi eran algo a lo cual tú tenías que viajar, un largo viaje, para poder ver un bosque. Esto de salir de la casa y poder caminar por el bosque era toda una nueva aventura.

Con el tiempo comprendí que el bosque había reemplazado a las iglesias como centros de experiencia espirituales. El tema del bosque como constante tema de conversación entre los suecos me producía algo así como un choque cultural fuerte. Porque no podía y quizás aún no puedo encontrar toda la fascinación que ellos ven en el bosque. Creo que son experiencias que tienen que ver con la infancia y donde te has criado para que después como adulto puedas sentir algo automático con los bosques.

Yo me crié en parte en el norte de Chile y ahí lo que había a mi alrededor era puro desierto. La idea de bosques rodeando tu casa era algo que sólo existía en los libros infantiles que llegaban de Europa. Después el tiempo que viví en el centro de Chile ahí los bosques estaban lejos de la casa, eran muy poco, y eran propiedad privada. El peligro que te dispararan o que te mordieran los perros si te atrevías a entrar a uno de esos bosques era inminente.

Ahora los bosques estaban aquí a flor de piel. Por donde fueras habían bosques. Y la gente salía a caminar por ellos apenas tenían tiempo libre. Y en los trabajos el tema favorito de conversación era lo feliz que se sentían estos suecos al ir a buscar callampas los domingos por la tarde.

Dedicar tu tiempo libre a ir al bosque a buscar callampaseso sí que era un choque cultural. Y cuando te contaban en el trabajo lo feliz que se sentían con sus callampas¿qué les respondes? ¿Cómo les puedes explicar que para nosotros en Chile las callampas son el símbolo de lo peor que te pueda pasar o de aquello que no tiene ningún valor? Regalarle callampas a alguien era como un verdadero insulto.

Era cómo esos momentos en que Alicia veía todo al revés en su viaje por el país de las maravillas.

Soy urbano, criado en la ciudad. El campo es algo ajeno para mí. Me gusta la magia de la ciudad y de todos esos mundos complejos que tiene. Me gusta la idea de asilarme en la ciudad. Cerrar mi puerta y alejarse del mundo exteriorpero en la ciudad. Saber que cuando lo quiera puedo estar en contacto con la ciudad. No soy campesino. Y en Suecia me encontré con una mentalidad campesina. Algo muy raro. La mayoría sólo sueña con irse al campo. Apenas pueden el destino del viaje es el campo. Y ahí en medio del bosque esconderse del mundo.

También con el tiempo comprendí que esto tenía que ver con la historia y el poco tiempo desde que la mayoría de la población sueca abandono el campo para irse a vivir a las ciudades. Y esto está todavía dando vueltas en sus sistemas interiores. Apenas pueden vuelven a sus orígenes. Yo no encontraba ningún gusto en irse a esconder al bosque. Quería todo lo contrario, la vitalidad y mundos paralelos de una capital como Estocolmo.

Desde el primer día Suecia ha sido un viaje a través de muchas contradicciones. Una tras otra. Desde un extremo al otro.

Lo que más me ha impactado a lo largo ya de casi 20 años de vivir en Suecia es el bajo nivel de educación general que tiene la mayoría. Parece que nunca fueron a la escuela. Esto ha sido muy difícil de enfrentar porque me ha traído problemas en el trabajo y en otros tipos de relaciones con los suecos.

Lo que pasa es que llegue a Suecia, de seguro que no soy el único, con una imagen idealizada de Suecia como el país de los premios Nobeles. El país al cual el mundo miraba cada año con admiración por su especial evento donde premiaba a lo mejor de las ciencias y la cultura en el mundo. Es el premio por excelencia en este planeta.

Y de aquí es muy fácil pasar al errado punto de vista que el pueblo sueco tiene este nivel de educación y es amante de las ciencias o la cultura. Pero con el paso del tiempo me fui enfrentando a la realidad que la mayoría del pueblo no tenía idea de casi nada. No seguían las noticias internacionales y muchas veces veía con sorpresa que no tenían idea de lo que estaba pasando en su propia Suecia. Era una diferencia tan grande entre esa élite intelectual y cultural de Suecia y el resto del pueblo.

Tuve la muy extraña sensación al poco tiempo de estar en Suecia de aquellos momentos que viví en la dictadura de Pinochet. Me refiero a la falta de interés por hablar de política o de religión o de cualquier otro tema que fuera de interés o serio. Me recordaba de esos años en Chile sobretodo en los años 80 donde no se hablaba por ningún motivo de política, y los únicos temas de conversación eran cosas banales como programas de tv o hablar de cosas que se habían comido o comprado.

Era como que la conciencia ciudadana había desaparecido. Y eso lo vi muy claro al vivir en una dictadura, era la meta política del gobierno, des-politizar a la población para que no protestaran más y sólo se dedicaran a ser consumidores. Que el ser consumidor fuera la identidad preferida de los habitantes del país, ese era el sueño de Pinochet.

Y resulta que ahora estaba en el país de los premios Nobeles y veo a mí alrededor la misma conducta. Lo político se despreciaba, no era tema de conversación en ninguna comida ni en ninguna pausa en el trabajo y en ninguna parte. Sólo se hablaba de lo que habías comprado o comido o de las vacaciones a las que irías el próximo año.

Esto fue un shock para mí. Esa Suecia consumista, capitalista y extrema de superficial no era la Suecia que se había idealizado en mi cabeza. Esa Suecia superficial no tenía nada que ver con la otra Suecia que aprendí a querer de la que hablaba Olof Palme, una Suecia que sorprendía al mundo con su propia voz y que apoyaba a cuanto grupo revolucionario hubiera en el mundo.

Hay algo en la cultura sueca que nunca he podido adaptarme y espero nunca hacerlo. Se trata de que es un pueblo que tiene problemas con el saludar. Esto es súper raro y extraño y causa montones de problemas, sobre todo a nosotros los latinos que tendemos en forma automática a saludarnos con el cuerpo muy cerca y tomarnos las manos y darnos un beso en la mejilla.

Las primeras experiencias de este fenómeno fueron muy difíciles porque pensaba que se trataba de algo con mi persona. Que no les simpatizaba y no querían ni saludarme. Fue duro, ya tenía demasiado con todo eso que traía desde Chile y ahora me enfrentaba a esto de que compañeros de trabajo o conocidos no te saludaban.

Muchas veces me sentía como un hombre invisible. Como esos momentos en el trabajo en que alguien con el cual ayer estuvimos conversando en una reunión durante un largo rato y la conversación fue muy agradable, al otro día lo encuentras y lo natural para ti es acercarte y saludarlo y la otra persona pasa por tu lado como si tú no existieras. Esto me ha dejado en blanco desde la primera vez que lo viví. La diferencia ahora es que puedo racionalizarlo mejor y ya no soy yo el que tiene problemas, sino que ahora simplemente que no los tomo en cuenta. Pero sigue siendo un fenómeno muy extraño.

Cuando comprendí conversando con otros extranjeros que esto no era algo que sólo me sucedía a mí, ese momento fue un gran momento. Fue como una liberación, había sentido por mucho rato que no me saludaban por algo en mi personalidad pero ahora me daba cuenta que estos suecos en general tienen problemas con el saludo. Debe ser uno de los pocos pueblos en el mundo que tienen este problema.

Esto de hablar con los cuerpos como nos gusta tanto hacerlo a nosotros los latinos, esto ha sido algo complicado al vivir en Suecia. Es parte del choque cultural entre lo latino y lo germánico. Siempre me ha fascinado ver como los suecos pueden hablar durante largos minutos sin mover un solo brazoes como que el cuerpo queda tieso y las palabras solo fluyen por la boca. Y eso es aceptado como lo correcto y lo normal. Es el modelo que todos deben seguir.

Pero llegamos nosotros los latinos y nosotros no podemos hablar sin las manos y el cuerpo acompañándonos en una coreografía a las palabras que decimos. Es todo un espectáculo ver conversar a un sueco y un latino. Parecen seres de otros planetas.

Para nosotros lo normal y correcto es que el cuerpo acompañe a lo que estás diciendo. De lo contrario daría la sensación de que estamos hablando como si estuviéramos muertos. Siempre me imagino a un Fidel Castro dando uno de esos grandes discursos sin mover las manos o sin todos esos gestos con sus cuerpos. Sería un discurso terrible de aburrido, sería simplemente imposible imaginarse a un Fidel Castro.

Esto es parte del conflicto mayor que se vive al tratar de integrarse a una cultura que es radicalmente diferente a la tuya. A veces me da la sensación que para tratar de comprender lo que es la cultura sueca lo mejor es imaginarse lo que es lo latino y verlo todo al revés.

Esto de la distancia de los cuerpos ha sido muy difícil de aceptar. Va contra mis impulsos naturales. Si veo a un conocido o amigo lo natural es acercarme y saludarlo de un abrazo o darle la mano muy cariñoso y tocarlo en el hombro o el brazo. Pero aquí eso no se puede hacer. Parece que estuvieras violando a alguien.

Es como esas experiencias que son motivos de tanto humor entre los extranjeros, los famosos lugares donde se está esperando el bus. Ahí si le hablas a un sueco que no conoces eres de inmediato catalogado como un enfermo mental y corres el riesgo que llamará de inmediato a la policía o al servicio social o psiquiátrico. Las primeras experiencias de esto fueron terribles y tragicómicas. Yo venía de una cultura donde era lo más natural ponerse a conversar con alguien completamente desconocido mientras estabas esperando el bus. Hice muchos amigos de esa forma en Chile, sobre todo al estudiar en Santiago.

O al ir viajando en el bus era algo de lo más obvio el comenzar a conversar con la persona que viajaba a tu lado. Era lo natural. Cuando intente hacer lo mismo aquí en Suecia recibí unas miradas que me confundieron entero. Parecía que estaba haciendo un crimen, como que había asesinado a alguien, quizás de eso se trataba, estaba asesinando un tabú cultural muy profundo. No se habla con extraños, menos con extranjeros.

Suecia géneró de inmediato en mi conciencia dos grandes impresiones, un país muy rico en lo material pero muy pobre en lo emocional. Era como la pesadilla sociológica que había leído en libros y ahora la estaba viviendo en directo. Sociedades que habían superado la pobreza material pero que crearon un estilo de vida que los deshumaniza. Sociedades que tenían mucho pero que les faltaba muchísimo.

Sociedades de Estado de bienestar pero que se volvieron frías, a veces congeladas.

Desde esos primeros momentos mi impresión de Suecia se dividió en dos países casi en extrema oposición. En todos los temas podía ver esta dicotomía de dos países que se contradecían. Y esto fue generando el fenómeno que se me hacía casi imposible explicar en términos simples lo que pensaba de Suecia. Porque a medida que me explicaba parecía que me iba contradiciendo en todo lo que decía. Pero no eran mis contradicciones, era la realidad que veía del nuevo país que se mostraba frente a mí con todas sus contradicciones vitales.

Como por ejemplo la auto imagen del país de la paz y al mismo tiempo Suecia es el país que por número de habitantes es el que más armas vende en el mundo. Y contradicciones como esta, la lista es muy larga.

Pasó el tiempo y me fui dando cuenta que ya no era sólo con Chile que tenía una relación de amor y odio, ahora era lo mismo con el nuevo país. Pero creo que no hay otra alternativa cuando la conciencia se ha despertado. Estar auto consciente te hace imposible amar a un país en forma ciega. Por definición la conciencia te hace cuestionarte lo obvio, todo aquello que es tomado como algo claro por los demás. Y eso te hace descubrir cosas que los demás no están viendo. Y ahí comenzaron a aparecer cosas de la realidad de Suecia que eran imposibles de aceptar o de simpatizar con ellas.

La etapa de la imagen ingenua de Suecia llegó a su fin al poco tiempo de estar viviendo aquí. Pero no tengo problemas en reconocer que hubo un tiempo en que fui prisionero de esa propaganda que el Estado sueco y su élite tratan de vender en el exterior. Mi conciencia me exigía ver al nuevo país en forma diferenciada. Poder decir con claridad que cosas del nuevo país me gustaban, y hay algunas cosas que me gustan mucho, pero al mismo tiempo tener el coraje de decir claramente las otras cosas que no me gustaban para nada.

Y una de estas cosas que no me gustaban para nada es la monarquía con sus reyes. Me acuerdo la primera vez que me atreví a decir en un grupo de suecos que yo era anti monarquía, que era republicano y que Suecia tenía que ser un país moderno y superar estos restos de las dictaduras de la Edad Media que eran las monarquías. Fue como que un extraterrestre estuviera hablando. Es sólo ahora (2013) en los últimos años donde poco a poco se está rompiendo el tabú de criticar a los reyes. Hasta hace muy poco era algo totalmente tabú expresarse críticamente contra esta familia, la familia que recibe más ayuda social del Estado. Se ha producido un movimiento cultural contra la monarquía y por hacer de Suecia una República, es un movimiento que está creciendo, y del cual me hice un miembro.

Aquí se podía ver otra vez con plena claridad estas contradicciones de Suecia que la hacían muy difícil de entender. Se enorgullece de sí misma como país por la imagen de ser una de las mejores democracias del mundo y a la vez hay una monarquía que es venerada por la mayoría como si fueran dioses.

Y yo como latinoamericano que tenía en mi cabeza todos los años de escuela y universidad en Chile donde el mayor orgullo que nos transmitían en nuestra educación era que habíamos sido capaces de derrotar a los españoles por una revolución y la solidaridad de los pueblos. Todas nuestras fiestas populares eran en el fondo una conmemoración de habernos liberado de una monarquía y ser repúblicas. Y ahora estaba aquí en un país donde era tabú criticar al rey y a la vez se sentían orgullosos de su democracia. La confusión era muy grande en los primeros años.

Suecia aparecía ante mis ojos como la tierra prometida de la libertad, se podía ser y vestir como a uno le diera la gana. Pero no pasó mucho tiempo en que también empecé a sentir el efecto contrario. Lo mismo de siempre, esas contradicciones que te hacían tan difícil de entender en qué país estabas realmente.

Suecia era la tierra donde podías cultivar tu propio pensamiento sin necesidad de tener todo ese miedo que te fueran a castigar, golpear o simple­mente matar por todas esas locuras que pensabas. Suecia era el lugar donde tu pensamiento podría por fin desarrollarse en su plenitud. Era la tierra de la tolerancia.

Pero al mismo tiempo fui descubriendo un país que era terriblemente tradicionalista, algo que jamás había vivido en Chile. Y me confundí. La tierra de la libertad era al mismo tiempo la tierra del fanatismo de las tradiciones. Y yo que amaba romper con las tradiciones ahora me veía enfrentado a toda una cultura que era fanática en celebrar sus tradiciones.

Cuesta mucho entender a países como Suecia. A veces, muchas veces, creo que simplemente es algo imposible de lograr en sólo una vida, quizás en unas 7 más podría lograrlo.

Nunca había visto en mi vida un país tan fanático en celebrar las típicas fiestas religiosas del cristianismo, a pesar que ellos se llaman ateos. Pero la forma fanática en que se celebra aquí la Navidad fue algo que jamás había visto y eso que venía de un país que sí era fundamentalista católico. Pero ese fanatismo de la Navidad no lo había visto nunca. Y me sorprendió y confundió muchísimo. ¿Dónde estaban los suecos que eran libres de mente? ¿Dónde estaban aquellos que se llamaban ateos con tanto orgullo?

Me fui armando de coraje cívico y me decidí a seguir siendo consecuente con mi pensamiento, no soy cristiano y no creo en ninguna de estas fiestas religiosas y por lo tanto me niego a ser parte de estos shows colectivos. Te aseguro que no fue nada de fácil. Romper en forma tan radical con estos procesos del inconsciente colectivo nunca es gratis, siempre hay un castigo que te llega de una u otra forma. La presión que sientes por normalizarte es fuerte, muy fuerte. Pero lo logré y es fuente de profundo orgullo interior. Fui capaz de enfrentarme a los tabúes de la tradición y decirles que no.

Suecia es un país donde la lucha entre la tradición y la modernidad aún están dando una batalla a muerte. Y esta lucha es sin tranzar, de ahí las grandes contradicciones. Difícil tarea para cada inmigrante de tratar de integrar en su mente estas nuevas realidades de un país que se presenta ante tus ojos como el reino de la libertad y al mismo tiempo te prohíbe el ser diferente. ¿Cómo integrar esos momentos de profunda libertad al caminar por aquellos preciosos caminos al lado del lago o de un bosque donde te sientes plenamente conectado a la naturaleza y a todo lo que está dando vuelta dentro de ti? … ¿Cómo integrar esa preciosa libertad con una sociedad que te reprime el pensamiento y sanciona como algo no normal todo aquello que sea diferente y que sobresalga de lo que es la media del grupo?

Son contradicciones profundas.

Otro aspecto muy interesante de esta vida en Suecia ha sido el vivir en un país no católico. Esto sí que ha sido una verdadera liberación. Después de haber crecido en una cultura dominada por completo por la religión católica pasar a vivir en otra realidad donde lo católico prácticamente no existía, esto ha sido una verdadera revolución interior. Ha sido un placer vivir por ya casi 20 años en un país donde no se ven los sacerdotes católicos por ninguna parte.

Algo que me llamó mucho la atención al llegar a Suecia fue escuchar de jóvenes pensamientos muy fuertes y radicales contra el papá y la iglesia católica. Esos tipos de pensamientos no los había escuchado nunca antes, así de fuertes de gente tan joven antes en Chile. Me impresionó esto, si alguna vez en mi juventud hubiera expresado en forma pública pensamientos como aquellos de seguro que hubiera sido castigado de alguna forma u otra.

Desde la realidad de Suecia fue impresionante el proceso de empezar a leer y conocer más de la iglesia católica con la literatura de un país protestante y que por tradición ha sido muy anti Vaticano. Nunca había visto nada de eso en los diarios de Chile.

Al llegar a Suecia comenzaron de nuevo los escándalos por los crímenes sexuales en el Vaticano y la información que podía leer en Suecia era muy fuerte. Y leía por primera vez temas que antes nunca había visto en los diario de Chile, por ejemplo todos los escándalos que se acusaban al banco del Vaticano con todos sus negocios con la mafia y el narcotráfico.

Y pensaba que pasaría si en Chile se conocieran todas estas verdades que ahora veía en los diarios de Suecia. Fue naciendo en mi una irá contra todo lo que fuera parte de la religión católica. Era cómo que un deber moral de mi vida en el futuro el dedicarme a trabajar por eliminar la religión católica, el daño que habían hecho ya era demasiado. Así pasaba de ser un niño y un joven católico que en un momento soñé con ser un sacerdote a ahora al vivir en Suecia donde me veía como un adulto que tenía un nuevo sentido de su vida y era el luchar contra la iglesia católica. Y esa lucha sería fundamentalmente en el plano intelectual e informar constantemente sobre los crímenes de esta iglesia.

En Suecia termine de convertirme en un ateo. En Suecia se consolidó un proceso en mi pensamiento en que me retiraba de la iglesia católica y pasaba al plano de confiar en la fuerza de la conciencia y la práctica de la meditación. Pero todo aquello que tenía que ver con religión se alejaba de mí.

La soledad y el silencio de la vida cotidiana de Suecia eran como el lugar perfecto para poder poner en práctica los deseos de meditar.

En mi identidad como extranjero he pasado por muchas etapas. He ido desde la idea de ser un sueco más sueco que el más fanático de los suecos. El famoso súper sueco. Pero también he ido a esos momentos en que simplemente detesto todo lo sueco y he querido ser nada más que chileno o latino. El otro extremo de la idealización total del país y cultura de origen.

Esto es fácil ahora de escribir pero el vivirlo es algo realmente muy complicado. Y entre más diferente sea la nueva cultura a la cual has llegado estos conflictos de identidad se vuelven aún más fuertes. Todo el tiempo tenía en mente la idea de poder lograr una identidad que fuera algo así como en un tercer punto. Una mezcla de lo mejor de las dos culturas que ahora tenía en mí, una integración de lo latino y lo germánico. Pero era algo súper simple de decir pero tratar de hacerlo era a veces un infierno. Y el problema es que no puedes vivir sin identidad. Necesitas algo a lo cual agarrarte y además eso determina que haces y en el fondo como te vas sintiendo.

Vivir como extranjero en una sociedad tan radicalmente diferente te produce una gran confusión y muchas veces un gran caos interior. Dentro de ti llevas mundos que se contradicen a cada rato y eso es una energía que sí no encuentras alguna forma de llevarla bien te genera malestar fuerte. Es que no puedes vivir con la eterna sensación que te estás contradiciendo en casi todo lo que haces o dices. Algún grado de coherencia tiene que haber en tu ser.

Estos conflictos de identidad tan fuertes, estoy convencido que es la gran fuente del porque muchos extranjeros se sienten tan mal viviendo en países como Suecia. A pesar que muchas necesidades materiales se han solucionado hay un malestar que se lleva encima cada día. Y creo que este problema de los mundos radicalmente contradictorios que hacen conflicto por dentro es la fuente de gran parte de ese malestar profundo.

Ahí estaba la idea de ser un Cosmopolita, pero no era nada de fácil. Y en uno de estos momentos conocí a Eva, una sueca con quien he estado junto los últimos 9 años, nunca antes había estado tanto tiempo con una mujer en pareja. Y con ella me ha sucedió algo muy especial, a través de ella logré crear una suerte de estabilidad en lo que se refiere a mis identidades interiores. La conocí en un momento en que no quería nada con lo latino, estaba hartado de todo aquello que tuviera que ver con la mentalidad chilena o latina en general. Estaba estudiando harto a los filósofos alemanes que siempre me han fascinado y estaban muy fuertes esos sueños de poder dominar, o al menos en parte, ese mundo tan especial de la cultura alemana. Estaba en el otro lado, en ese lado germánico de mí ser. Nada más de lo latino, harto de todo ese mundo. Ahora era tiempo de subir de nivel a través de lo germánico.

Conozco a Eva y ella sabía hablar español y estaba fascinada por la cultura latinoamericana. Era cómo que el extranjero fuera ella y yo fuera el súper sueco. Ella detestaba esas cosas típicas de la conducta sueca en los lugares de trabajo y en la vida social en general. Toda esa frialdad y distancia tan típica que congelan los corazones. Y yo que hablaba tan bien de lo nórdico y de todo lo que era el mundo germánico al cual Suecia pertenece. Era cómo el mundo al revés.

Era cómo que necesitaba conocer a una sueca que se identificaba con la vida en solitario de los grandes bosques del norte de Suecia para que me enseñara a valorar y en el fondo descubrir toda la maravilla que había en el mundo cultural de América latina y sobretodo la musicalidad tan especial que existía en el idioma español. Y yo un latino tratando de explicarle a ella lo fascinante que había en el mundo al cual ella pertenecía. Mundos al revés.

Pasó el tiempo y llegó un momento en que estaba viajando a su casa a las afuera de Estocolmo, y en el bus iba escuchando una colección de canciones latinas y de pronto sin darme cuenta estaba fascinado escuchando esa música. Y sobretodo recuerdo el momento en que una artista italiana canta un tema chileno y ahí fue como vivir un momento religioso de éxtasis. Pensé con mucha claridadqué idioma más bonito este … (faltaba sólo decir, que genial sería aprenderlo) … de pronto me doy cuenta que ese idioma en que se expresaba tanta pasión era mi propio idioma materno. Era mi lengua, la lengua en que nací y crecí. Por primera vez en mi vida me daba cuenta de la belleza de este idioma materno gracias a la influencia de una sueca que lo único que soñaba era o irse a vivir al bosque en el norte de Suecia o emigrar a Latinoamérica.

Fue tal la alegría en ese viaje en bus, era como que me daba cuenta que era rico sin tener la menor idea. Como que me obligaban a entender a la fuerza que tenía algo muy valioso pero nunca lo había visto. En ese momento en el bus se produjo un cambio radical en cuanto a los idiomas y a la identidad cultural. Como que todo ese largo proceso, varios años, ahora se ordenaban en algo mayor y por fin podía estar en paz con mis diferentes identidades culturales. Ahora todo se ordenaba en una tercera y mayor identidad. Nacía con toda su fuerza lo cosmopolita y donde el idioma español y mi identidad latinoamericana eran la base de todo. Después venían con fuerza todo lo relacionado con Suecia y esa fascinación por lo germánico. Más todos los mundos ganados por la influencia del idioma inglés. Ahora todo se había ordenado de repente gracias a una excelente música en un viaje en bus.

A veces se necesitan personas como Eva, de una cultura de origen totalmente diferente a la tuya para que puedas entender lo valioso que llevas en ti. Después de todas estas experiencias ya no había lugar en mí para esa mentalidad nacionalista. El mundo era el punto de referencia mínimo del cual partir cualquier análisis o conversación. Todo tenía que ver con el mundo, todo tenía que ver con el todo. Sin la perspectiva del mundo yo no estaba dispuesto a participar en más conversaciones. Lo nacional era valioso en cuanto estuviera relacionado con lo internacional. Lo nacional por sí mismo era solo miopía.

La forma de vestirse de la mayoría de los suecos me impresionó muchísimo al llegar. Y aún lo sigue haciendo. Una informalidad que jamás había visto en mi vida. Y eso fue como un baño de aire nuevo, que rico fue ver por primera vez en mi vida ver adultos en posiciones de autoridad vestir muy informalmente. Se respiraba un aire de libertad que era muy precioso al compararlo con esos aires de dictadura en los cuales me había criado.

Jamás en mi vida había visto a un profesor sin corbata o con puros jeans y polera. Esa informalidad en el vestir caló fuerte en mi, fue directo a mi espíritu anárquico. Me gusto. Siempre había querido vestirme así, pero tenía tanta presión por todas partes de que había que cuidar mucho la imagen y la ropa tenía que ser impecable sobre todo en lo que se refería a los años de escuela. Venía de una dictadura militar que hacía del orden su mayor virtud. Todo tenía que ser muy formal y no se toleraba nada que diera la impresión de izquierdistas.

Nunca olvido uno de mis primeros profesores de idioma sueco, era como estar frente a un verdadero hippie. Pelo muy largo, barba y jeans usados que parecían que no se habían lavado por décadas. Y pensaba si eso sería posible alguna vez en mi país, tendría que haber una revolución cultural.

Crecí en una época en que no había colores en mi país. Era cómo que toda la ciudad se había vestido de plomo. Los edificios eran plomos, los uniformes del colegio plomos, los ternos de los profesores plomos, la ropa de Pinochet era ploma. Era el país sin vida del color plomo.

En esos tiempos de juventud en Chile escuche varias veces comentarios que circulaban de gente que venía de otros países y se impactaba por el tema del color en Chile, sobretodo en Santiago. Parecía una larga capa de plomo que cubría todo el horizonte. Parecía una verdadera ciudad de zombies sin colores.

Nunca en mi vida había visto a un adulto vestido con un terno de color verde. Eso solo era posible en militares o la policía. Pero jamás a un adulto camino a su trabajo con un terno verde. Me fascinó el ver esas imagines en el metro de Estocolmo y todos los diferentes colores en las ropas de la gente. Se respiraba vida. Se respiraban muchos colores diferentes. Se sentía libertad para vestirse como se te diera la gana. Eso me gustó muchísimo. Y venían a mi mente esas imagines de la dictadura en que el espíritu represivo se metió en todo, y la forma en que nos vestíamos estaba fuertemente regulada.

Lo mismo paso con el tema del tu. Era permitido tutear a las personas mayores. Eso sí que fue algo completamente nuevo en mi vida. Eso de llamar de tu a las personas mayores estaba completamente prohibido en la cultura de dictadura de la cual venía. Señor y señora y usted era el código de lenguaje sagrado para referirse a las otras personas y el que se atreviera a desafiarlo sentiría el castigo preparado por generaciones para estos insolentes.

Fue para mí un choque cultural enorme al ver en la tv sueca un debate donde estaba el premier ministro sueco y el periodista lo llamaba por su nombre, sólo nombré inicial y nada de apellidos ni nada de títulos raros. Eso era impensable en el país de la cultura de la dictadura en que yo me había criado. Que país era esta Suecia! Ahora se podía tratar directamente, nada de títulos raros entremedio. Me encantó esa libertad.

Esta es otra de esas grandes contradicciones que ves al vivir en Suecia. Por un lado este precioso espíritu de libertad y de hablar en forma directa, nada de títulos entre medio que separen más a las personas. La revolución del tu que fascina. Pero, como nada es perfecto, esta al mismo tiempo ese espíritu tan conservador que contamina todas las relaciones en Suecia. Un espíritu conservador que en los últimos años se ve cada vez con más fuerza. No es casualidad que por casi 8 años ha gobernado la derecha sueca y la alternativa de la social democracia cada vez es más difícil de diferenciar de los partidos de derecha.

Sin duda se trata de un país que se ha ido a la derecha y al momento de escribir estas líneas solo espero que esos años de idealización de lo neo liberal estén llegando a su fin. Son como dos países que viven en el mismo territorio, uno muy liberal (en el mejor sentido de esta palabra), y otro muy conservador donde nadie se atreve a expresar nada que pueda salirse de la norma.

Volviendo al idioma, a los fenómenos que se viven con el nuevo idioma que tan difícil se hace de aprender. Pienso en aquellas personas que han vivido más de la mitad de su vida en Suecia y sienten que no dominan ningún idioma bien. El español se va perdiendo, se habla muy poco en la vida cotidiana y el sueco a pesar de los años sigue siendo un idioma extraño, donde bastan sólo algunas semanas de no estar hablando en forma activa y sientes que lo pierdes.

Es como que pasamos a otra etapa que esta más allá del idioma. Aprendemos a vivir en una dimensión del silencio que es como estar en una galería observando la realidad, es un nivel que está más allá de la realidad concreta de los idiomas tanto materno como el nuevo. Como que tu conciencia se separa de los idiomas. Puedes bajar a los idiomas y usarlos pero ya no es sólo idiomas. Estas un poco más allá.

Nunca olvido aquel momento en que comprendí que había aprendido el nuevo idioma. Fue una tarde que estaba en el centro de Estocolmo y de pronto fue como un dolor de cabeza que me llego y era como que algo hacia un tic por dentro y ahí pude ver en mi conciencia que un nuevo idioma estaba ahora en mi ser. Fue una experiencia muy fuerte, una experiencia trascendental. Porque aprender un nuevo idioma te abre por definición las puertas de tu conciencia. Ves nuevas cosas. Es como una nueva ventana que se abría delante de tus ojos, nuevos escenarios aparecían.

La experiencia de aprender el idioma sueco me llenaba de alegría y fascinación. Sentía como que podía volar. Podía ver ahora el mundo en tres idiomas diferentes y esto me daba una perspectiva como un pájaro al volar por las ciudades. Una visión global de la realidad que me llenaba de alegría.

Perocomo siempre aparece un pero, fui sintiendo una frustración al intentar comunicar lo que estaba pensando. Porque pensaba en una mezcla de tres idiomas y al expresarlo en uno de ellos tenía la sensación que no era eso lo que realmente quería decir. Era como que el lenguaje siempre quedaba corto cuando quería expresar alguna vivencia que estaba teniendo en estas nuevas tierras de Suecia.

Al hablar con suecos la frustración era fuerte porque lo que podía decirles no era ni una pequeña parte de lo que estaba pensando. Y tenía que intentar traducir al contexto sueco para que pudieran entender algo de lo que trataba de decir. Pero la realidad de lo que llevaba por dentro no era para nada igual a eso que estaba ahora diciendo en el nuevo idioma.

Y al hablar en español me sucedió algo parecidotenía que adaptar al contexto latino para que lo que quería decir tuviera algún sentido. Pero mucho de lo que quería decir en español lo había vivido en Suecia y en idioma sueco y en el proceso de la traducción se perdía la mayor parte y lo que quedaba no era para nada algo que me diera satisfacción.

Eso que había escuchado tantas veces al ir a la escuela en Chile que el lenguaje lo era todo, que los escritores vivían en el lenguaje, que la casa y el fin de todo era el lenguaje, todo eso quedo cuestionado radicalmente al aprender el idioma sueco y sumergirme en el universo propio del sueco.

No era el lenguaje la casa de todo, era el silencio. El silencio que está detrás del lenguaje era el todo. Ahí vivían los escritores y artistas. Ahí estaban todos juntos. El silencio era todo aquello que le daba forma y fundamento al lenguaje que hablabas.

Y me fui haciendo cada vez más amigo del silencio, tanto del silencio estructural de la sociedad sueca como del silencio que descubrí que está más allá de los idiomas.

Fue la ironía de al aprender otro idioma como el sueco, el fenómeno del lenguaje fue perdiendo aquel estatus de superioridad que tenía en mi. Ahora el lenguaje pasaba a ser una necesidad que existía, pero era un instrumento muy limitado para poder expresar de forma coherente y más o menos representativa los mundos interiores que se querían expresar. El lenguaje era limitado por naturaleza. No podría expresar de verdad lo que se quería expresar. Todo quedaba en aproximaciones.

La ironía de que el aprendizaje de idioma me enseño a pensar en el silencio más allá de los idiomas. Y así nació un pensamiento de imágenes. Era muchísimo más efectivo pensar en imágenes que tratar de darle palabras a cada sensación o vivencia que quería expresar. Primero era la imagen, después las palabras. Y así en Suecia descubrí lo que los chinos habían dicho miles de años antes, que una imagen vale por mil palabras.

La palabra era muy limitada. La imagen tenía poder. Y así fue como en Suecia comencé a comprender a los poetas y fotógrafos desde una manera distinta. Ellos hablaban en imágenes. Ellos veían cosas que los otros ojos que estaban atrapados en el lenguaje de la gramática correcta de las escuelas no podían ver. El fotógrafo captaba realidades que trascendían a las palabras pero con las cuales se podían escribir miles de palabras.

El pensamiento de imágenes me permitía integrar de una forma muy satisfactoria los mundos tan diferentes que llevaba dentro de mí. Todo lo que fue Chile con todas las vivencias que ahí se guardaban y ahora toda la realidad de Suecia con todas las contradicciones gigantes a las cuales me enfrentaba cotidianamente. Y la visión del mundo como una unidad compacta a la que pertenecemos que nace en forma típica en las conciencias de los inmigrantes.

Una de las cosas que más me ha fascinado en Suecia ha sido esta democracia económica. Estés con trabajo o cesante tienes una entrada de dinero al mes que te alcanza al menos para vivir con un estándar material que hace posible que la vida continúe. Me acuerdo de ese tiempo de cesantía al salir de la universidad en Chile y el estar cesante significaba que no tenías nada. Si no era por la solidaridad de tus padres quedabas en la calle al poco tiempo de estar cesante.

A medida que aprendía el idioma sueco y al comprender mejor cómo funcionaba el sistema sueco comencé a soñar con un sistema de seguridad social para latinoamericana como este que aparecía ante mis ojos en Suecia. Si algo había que aprender de los suecos era precisamente la creación de este sistema de seguridad social que hacía posible el seguir viviendo a pesar que estuvieras sin trabajo o enfermo.

No era posible, no era digno de países que cuentan con tanta riqueza en sus productos naturales y que además se llaman a sí mismos que son súper exitosos el tener sistemas que al quedar cesante la vida se te acaba. Y si al poco tiempo no encuentras algo se te viene todo el fuego del infierno. Eso no es digno de un país que se llame civilizado. El Estado tiene la obligación de proteger a sus ciudadanos.

Y dentro de esta democracia económica de Suecia había algo que me fascinaba en especial, lo barato que era viajar en barcos. Se podía viajar en barcos cruceros a otro país como Finlandia o Estonia por un precio muy bajo. Eso me encantó, los viajes en cruceros ya no eran propiedad sólo de gente rica. Ahora cualquier persona que viviera en Suecia podía viajar y disfrutar de estos viajes. O como viajar en pequeños botes al archipiélago que esta a las afueras de Estocolmo y disfrutar de esos paisajes maravillosos que hay ahí. Lleno de islas pequeñas con bosques, qué lugar, era como que esa era la idea del paraíso.

Valoro mucho el ejemplo que han dado estos países nórdicos en su lucha histórica por derrotar la pobreza. Y lo lograron. Han sido un ejemplo al mundo entero que con determinadas políticas se puede terminar con esta forma de violencia, la más violenta de todas, que es la pobreza.

Ha sido un constante tema de reflexión en mi mente la injusticia de nuestros países en latinoamericana, desde la realidad de Suecia se hace tan brutal la comparación. Desde los ojos de Suecia se hace tan duro ver tanta injusticia en nuestros países de origen y ahora con la revolución de Internet la injusticia social y económica se hacía tan palpable, era como que estaba ahí a la vuelta de la esquina.

Lo mejor de Suecia, sin lugar a dudas, es su sistema de seguridad social. No es un sistema perfecto, y se hacen críticas constantes a su funcionamiento y con todo derecho. Pero al mirar las cosas con perspectiva internacional no cabe duda que el sistema sueco es uno de los mejores del mundo. Y un gran ejemplo a tantos países ricos, llenos de recursos naturales y con pequeñas minorías ultra millonarias y con una mayoría de sus ciudadanos que viven en la más completa inseguridad económica.

Nunca olvido esa conversación con un amigo chileno enfermo de cáncer al contarme su tratamiento en un hospital sueco y lo que le había tocado pagar de su bolsillo. No era más que una suma simbólica, todo el resto del dinero por un tratamiento muy caro lo pagaba el Estado con sus sistemas de seguros por la salud. Esto es dignidad humana y cuando los países crean sistemas de protección real a sus ciudadanos.

Este amigo me contaba los cálculos que hacía de cuánto dinero le hubiera costado esos tratamientos si estuviera viviendo en Chiley hubiera sido casi imposible de pagarlos a menos que alguien le hubiera hecho un millonario préstamo o vender cualquier tipo de propiedad que tuviera en Chile. Es decir, quedar en la pobreza total para poder tratarse una enfermedad como el cáncer. Y en el sistema sueco le salía prácticamente gratis y el tratamiento era de la mejor calidad.

No idealizo al sistema sueco. Soy bien consciente de sus defectos y muchas veces injusticias. Pero si que soy un fuerte defensor al verlo en la perspectiva de muchos otros países que no tienen ningún sistema de protección al individuo cuando este cae en necesidades vitales.

Que la vida puede seguir continuando a pesar que estés en momentos difíciles ya sea de salud o trabajo, eso es un gran logro y lección al mundo de todos aquellos que se la jugaron desde comienzos del siglo pasado en Suecia por lograr un nuevo tipo de Estado y sociedad.

Mi experiencia de vida en Suecia me ha confirmado que mi abuelo tenía razón, es posible superar la pobreza. Es posible crear sociedades donde todos puedan vivir con dignidad.

Continuo mi viaje en otras tierras al igual como un día lo hizo mi abuelo cuando dejo su casa en el campo y emigró a la ciudad. No sólo vivimos nuestras vidas individuales, todos nuestros muertos están dentro de nuestra conciencia y nos iluminan el camino.